La patria no necesita de hombres humillados ni violentados
03 de diciembre de 2017 (17:49 h.)
Cualquier situación en la cual se atente contra la dignidad de la persona, siempre tendrá consecuencias psicológicas importantes y más si se trata de estudiantes, de adolescentes.
Los estudiantes que salen de colegios son chicos que atraviesan un duelo porque han dejado atrás 12 años de estudio, de convivencia con sus compañeros. Es un cambio importante. Dejan de ser estudiantes para cambiar de amigos, de espacios, otros trabajan otros se van a profesionalizar a centros de educación superior. Todo eso ya supone un cambio.
El ir al cuartel, desde la familia, desde la tradición significaba hacerse un hombre. No sé si sigue con este mismo significado, pero tanto antes como ahora el vivir con dignidad sigue siendo una necesidad del ser humano. Tanto antes como ahora los adolescentes que salen de las escuelas no tienen por qué ser violentados en su dignidad de personas. Los matonean y nadie tiene por qué hacerse hombre a partir de actos de agresión o de humillaciones.
No debemos olvidarnos que en los cuarteles les ponen apodos, sin considerar que son recintos donde el espacio debe estar designado para fortalecer la seguridad de la persona. Así con maltratos es terrible pensar que sirva para que sean hombres.
Lo que hacen los cuarteles es reforzar la violencia familiar, machista. Luego de su experiencia militar salen a repetir los actos de violencia y ese no es el mejor aprendizaje. El cuartel debería ser un espacio donde los dignifiquen y reafirmen en todos los aspectos como seres humanos, ya sean hombres o mujeres considerando que ahora también las mujeres abrazan profesiones relacionadas con las Fuerzas Armadas.
Hay una idea muy equivocada de la formación. Se piensa que no tienen consecuencias psicológicas y físicas y eso es un error.
Formarse no conlleva pasar por una situación indigna. La patria no necesita hombres humillados y violentados ligados al maltrato y humillación. Hay una suerte de actitud perversa entre los jefes militares que no terminan de entender los efectos peligrosos.
También sucede en las instituciones policiales. Si entendemos a un policía como a alguien que debe defender al otro en las calles y pregonar los derechos humanos, cómo podrá hacerlo si durante su formación ha sido humillado, ha sufrido agresiones. Entonces llevará a las calles esa experiencia y dejará de ser un servidor público de buen trato, defensor de los derechos humanos de la población. Es un gran contraste peligroso para ellos mismos y también para la sociedad que quiere vivir en medio de la seguridad otorgada por los guardianes.
Es necesario que los jefes policiales y militares tomen conciencia de aquello, se sienten a analizar sobre el tema, pero nada se puede hacer si no existe ese elemento de convicción, esa necesidad de cambio.
En las instituciones policiales y militares están obligados a formar personas con sensibilidad social y una alta capacidad de tolerancia, de trato respetuoso para con el vecino, para con el peatón.
Es difícil pedir que alguien humillado no se humille. Definitivamente replicará lo que ha vivido.
Tampoco está bien que los jefes militares y policiales piensen que los estudiantes deben soportar cualquier cosa en las escuelas solo con la esperanza de tener algún lugar en esa estructura.
Esta cuestión de que una autoridad con un grado superior tiene el derecho a abusar al inferior es un error garrafal. Lo que debería suceder es que los coroneles, generales y otros rangos den ejemplo de respeto. Si eso ocurre, prevalecerá como una cadena de actitudes basadas en los actos de justicia y de consideración.
El ejercicio del poder no debería pasar nunca por los hechos de violencia.
Los estudiantes que salen de colegios son chicos que atraviesan un duelo porque han dejado atrás 12 años de estudio, de convivencia con sus compañeros. Es un cambio importante. Dejan de ser estudiantes para cambiar de amigos, de espacios, otros trabajan otros se van a profesionalizar a centros de educación superior. Todo eso ya supone un cambio.
El ir al cuartel, desde la familia, desde la tradición significaba hacerse un hombre. No sé si sigue con este mismo significado, pero tanto antes como ahora el vivir con dignidad sigue siendo una necesidad del ser humano. Tanto antes como ahora los adolescentes que salen de las escuelas no tienen por qué ser violentados en su dignidad de personas. Los matonean y nadie tiene por qué hacerse hombre a partir de actos de agresión o de humillaciones.
No debemos olvidarnos que en los cuarteles les ponen apodos, sin considerar que son recintos donde el espacio debe estar designado para fortalecer la seguridad de la persona. Así con maltratos es terrible pensar que sirva para que sean hombres.
Lo que hacen los cuarteles es reforzar la violencia familiar, machista. Luego de su experiencia militar salen a repetir los actos de violencia y ese no es el mejor aprendizaje. El cuartel debería ser un espacio donde los dignifiquen y reafirmen en todos los aspectos como seres humanos, ya sean hombres o mujeres considerando que ahora también las mujeres abrazan profesiones relacionadas con las Fuerzas Armadas.
Hay una idea muy equivocada de la formación. Se piensa que no tienen consecuencias psicológicas y físicas y eso es un error.
Formarse no conlleva pasar por una situación indigna. La patria no necesita hombres humillados y violentados ligados al maltrato y humillación. Hay una suerte de actitud perversa entre los jefes militares que no terminan de entender los efectos peligrosos.
También sucede en las instituciones policiales. Si entendemos a un policía como a alguien que debe defender al otro en las calles y pregonar los derechos humanos, cómo podrá hacerlo si durante su formación ha sido humillado, ha sufrido agresiones. Entonces llevará a las calles esa experiencia y dejará de ser un servidor público de buen trato, defensor de los derechos humanos de la población. Es un gran contraste peligroso para ellos mismos y también para la sociedad que quiere vivir en medio de la seguridad otorgada por los guardianes.
Es necesario que los jefes policiales y militares tomen conciencia de aquello, se sienten a analizar sobre el tema, pero nada se puede hacer si no existe ese elemento de convicción, esa necesidad de cambio.
En las instituciones policiales y militares están obligados a formar personas con sensibilidad social y una alta capacidad de tolerancia, de trato respetuoso para con el vecino, para con el peatón.
Es difícil pedir que alguien humillado no se humille. Definitivamente replicará lo que ha vivido.
Tampoco está bien que los jefes militares y policiales piensen que los estudiantes deben soportar cualquier cosa en las escuelas solo con la esperanza de tener algún lugar en esa estructura.
Esta cuestión de que una autoridad con un grado superior tiene el derecho a abusar al inferior es un error garrafal. Lo que debería suceder es que los coroneles, generales y otros rangos den ejemplo de respeto. Si eso ocurre, prevalecerá como una cadena de actitudes basadas en los actos de justicia y de consideración.
El ejercicio del poder no debería pasar nunca por los hechos de violencia.