Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 16:35

“Leo” Iranzo, de niño genio a médico inmunólogo

Carrera con la vida. Bachiller a los 10 años, médico a los 20 y especialista en inmunología a los 26. Una trayectoria profesional donde prima la dedicación por el bien común.<BR>
“Leo” Iranzo, de niño genio a médico inmunólogo



Experiencia única

Recuerdos memorables 

Leonardo Iranzo Justiniano, médico especialista en Inmunología y Alergología Clínica… antes de terminar de leer el anuncio profesional en el periódico, hago una pausa y vuelvo a leer el nombre, me recuerda a alguien. A los pocos segundos la memoria hace su trabajo y viene a la mente la imagen de un niño tímido, de ojos almendrados, cuya madre orgullosa lo presentaba ante los medios de comunicación y la sociedad como un niño genio. Y no era para menos, sabía leer desde los tres años y a los 10 se constituyó en el bachiller más joven de Bolivia.

¿Pero qué ha sido de la vida de Leonardo? Han pasado casi dos décadas desde que se supo de su capacidad intelectual y mucha agua corrió debajo del puente, como reza el dicho.

Para empezar, aquel pequeño se ha convertido en un hombre hecho y derecho, quien a los 29 años tiene su vida encaminada en la medicina y una familia formada hace poco tiempo.

UNA NIÑEZ DIFERENTE

Leandro José nació en Valencia, España en 1987. Su padre español, José Luis Iranzo y su madre boliviana, María Esperanza Justiniano, lo recibieron con alegría y mucho amor.

Durante el primer año de vida de “Leo”, como lo llaman sus familiares y amigos, sus progenitores notaron que el pequeño asociaba objetos con símbolos, que luego se hicieron palabras, gracias a las cartillas que su mamá había elaborado con recortes de objetos cotidianos que se publicaban en revistas y periódicos y que debajo tenía escrito las letras que componían cada palabra.

“No sabía que estaba aprendiendo a leer, pero cuando veía esos símbolos sabía descifrarlos”, relata.

Su primera visita a Bolivia fue a los tres años, en 1990, y -aunque parezca inusual-, Leonardo recuerda la ocasión en que llegó a sus manos uno de los primeros cuadernillos educacionales, elaborados durante la presidencia de Jaime Paz Zamora, y que lo entendió perfectamente. “Por algunas anécdotas que me cuenta mi mamá, ella se percató que sabía leer y estaba muy orgullosa”, añade Iranzo.

Después de seis meses, los tres retornaron a España; un alejamiento que duró poco tiempo, ya que sus padres tomaron la decisión de separarse y él debía volver a Cochabamba con su madre, esta vez de manera permanente, tenía cinco años.

“Aunque era pequeño, era muy independiente y como estaba en la edad de preguntar sobre las cosas, mi mamá me enseñó a consultar libros, cuando tenía una duda. Es así como empecé a investigar por mi parte”, sostiene con cierto tono de nostalgia.

ACOSO ESCOLAR

Una vez que Leonardo cumplió la edad para ingresar a la escuela, su madre comenzó a buscar la mejor opción. “En mi primer colegio, la directora evaluó mis conocimientos y decidió subirme de grado, mi capacidad me daba como para estar en quinto básico pero, por mi tamaño, decidieron inscribirme en tercero”, rememora Iranzo.

De esta época tiene malos recuerdos, según él, allí solo encontró rechazo y golpes de algunos de sus compañeros.

“En un examen me di cuenta que varios copiaban de sus libros y le pregunté a la maestra si yo también podía hacerlo. Al salir del aula mis compañeros me dieron una golpiza”, recuerda y expresa su malestar al recordar que la directora salió en defensa de quienes lo lastimaron.

Al siguiente año, la mamá de Leonardo lo cambió de escuela. Allí pasó de tercero de primaria a tercero intermedio, automáticamente. Si bien sus conocimientos estaban a la par de sus compañeros, su desarrollo físico y emocional correspondían a un niño de siete años que tendría que compartir con adolescentes de 13, una diferencia de media década.

“Me fue peor. Allí, además de golpearme, un compañero me amenazó de muerte y dijo que lastimaría a mi madre si no le pagaba 50 bolivianos mensuales”, cuenta con amargura.

Durante ese año, Leonardo no le contó nada a su mamá, pero cuando finalizó la gestión, se reveló y dijo que no volvería a ningún colegio. Leonardo acababa de cumplir ocho años de edad.

CAMBIO DE DESTINO

María Esperanza Justiniano buscaba una audiencia con el Director Departamental de Educación de Cochabamba (Seduca), para explicarle la siutación de su hijo; pero, siempre tuvo la misma respuesta, nada.

Uno de esos días, Leonardo estaba terminando de fabricar un motor para su auto de juguete sobre el escritorio de la secretaria del Seduca, quien quedó completamente asombrada y llamó a la prensa. Al poco rato, se vio rodeado por periodistas deseosos de entrevistarlo, y no era para menos, ya que hasta entonces no se había escuchado hablar de un niño genio en Bolivia.

“Gracias a la difusión de la noticia, mi caso llegó hasta los oídos del ministro de Educación, Tito Hoz de Vila, en el Gobierno de Hugo Bánzer; este se entrevistó con mi madre y así, luego de varios exámenes, la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) extendió mi diploma de bachiller, cuando tenía 10 años”, recuerda.

A tiempo de decidir la carrera universitaria a seguir, “Leo” analizó las cosas y se inclinó por estudiar Agronomía en la Universidad Mayor de San Simón (UMSS); a los tres años ganó una beca en la Universidad Privada delValle (Univalle)

y se matriculó en la carrera de Medicina, de donde egresó en 2008. “Fue una etapa un poco menos traumática y casi puedo decir que tuve una vida normal”, asevera.

La libreta de servicio militar es uno de los requisitos para tramitar un título académico, Leonardo no lo tenía porque no lo realizó, debido a su corta edad y luego por la universidad.

VIDA MILITAR

Tratando de salvar la situación, su madre visitó al General de la Séptima División y sin hacerla esperar mucho agendó una entrevista con su hijo. En esa reunión, casi no pronunció palabra y solo recibió la noticia de que sería acuartelado en el Centro de Instrucción de Tropas Especiales (CITE). “Qué podía hacer, no me dieron alternativa”, recuerda. Aunque pasó varios meses como otro soldado más, pronto fue transferido a Sanidad para atender a sus camaradas. Durante una de las visitas protocolares del Comandante del Ejército, enterado de la historia de Iranzo, lo llamó y lo “invitó” a La Paz, al Estado Mayor, donde sirvió como estafeta del Comando General del Ejercito; de ahí fue asignado al Hospital Militar Central.

Al culminar su servicio retornó a Cochabamba

para licenciarse del CITE, con el grado de cabo.

Con la libreta y su título profesional en manos, Iranzo tramitó su residencia y especialización en España. “Allí estaba mi padre y era una oportunidad para compartir con él, así que me fui”, afirma. Ingresó al Hospital Universitario La Paz en Madrid en 2011, a la especialización de Inmunología.

Después de cuatro años, y cuando estaba analizando la posibilidad de quedarse, recibió la invitación para asistir al “Primer Encuentro de Científicos Bolivianos Radicados en el Exterior”, una experiencia que lo hizo analizar su vida, y aunque su nacionalidad es española, él se siente tan o más boliviano que cualquiera, motivo por el cual en 2015, retornó al país para trabajar por su tierra.

Familia

En su faceta personal, Leonardo Iranzo se confiesa seguidor de Cristo y procura cumplir con sus mandatos, participa de la Iglesia “Centro de fe”.

A sus 19 años

se convirtió en

el padre de Nataly Monserrat Iranzo Arias. En 2016 “Leo” contrajo

matrimonio con Carmen Roxana Jaldín Álvarez,

con quien esperan la llegada de su primer hijo.