MALTRATO
La condena a una mujer que apuñaló 120 veces a su esposo violento
Susana enloqueció ante la sola idea de que su marido pudiera matar al bebé de ambos. La criatura solo tenía un mes y medio de vida, pero, el 26 de abril de 2015, mientras dormía en la cama, su padre, Wilder, lo tomó de las piernitas y lo zarandeó violentamente por los aires asegurando que no era su hijo y que debía morir junto a ella. Aterrorizada, Susana corrió hacia ellos, tomó un martillo que estaba en la mesa y golpeó en la cabeza a su esposo, para luego poner al bebé a salvo.
Wilder había caído al piso, pero su cuerpo no dejaba de sacudirse por los espasmos finales. Susana sintió pánico creyendo que él se iba a levantar de nuevo y con un cuchillo empezó a apuñalarlo una y otra vez hasta que dejara de moverse, y de ser una amenaza. Cuando vio el cuerpo inerte, el terror se fue diluyendo. Lo cubrió con una frazada en el baño y salió de su casa sin rumbo, hasta que la Policía la aprehendió, seis días después.
Susana nunca negó su delito. Policías, fiscales y jueces la escucharon confesando que mató a su esposo. Pero, durante el juicio oral al que fue sometida, recién se supo que no lo hizo por motivos fútiles, por maldad o por ejercer su poder, sino para salvar su propia vida y la de su bebé.
El 2 de mayo de 2015, cientos de personas en Bolivia se sorprendían con la noticia de que una mujer había asesinado a su esposo con un golpe y 120 puñaladas. Susana fue presentada en una conferencia de prensa y las autoridades policiales de entonces detallaban que la mujer, de 33 años, había sido encontrada deambulando por la avenida Villazón, en la carretera hacia Sacaba.
Los vecinos de Susana y Wilder fueron los que llamaron a la Policía, por el hedor que salía de su departamento, en la zona norte de Cochabamba. Además, relataron que Susana había estado recluida en un hospital psiquiátrico por un problema de anorexia y la Policía empezó a creer que su crimen tenía que ver con alguna enfermedad mental. Sin embargo, las investigaciones, las pericias psicológicas y clínicas lograron sacar a luz otra realidad. Por años, Susana había sido sometida a un sistemático proceso de violencia psicológica, física, sexual y económica que socavó su autoestima y la obligó a vivir siempre en alerta, lidiando con crisis de ansiedad y de pánico.
Su esposo tenía problemas de adicción a las drogas y a otras actividades que potenciaron su violencia hacia ella y sus niños. Los peritajes clínicos forenses practicados develaron que Susana había desarrollado el síndrome de la mujer maltratada y el temor insuperable.
El síndrome de la mujer maltratada es un trastorno psicológico que aparece como consecuencia de sufrir violencia doméstica de forma constante o grave. Según esta teoría, en primera instancia la mujer desarrolla una indefensión tras estar sometida a ciclos de violencia recurrente.
La depresión que sufre esta mujer es tan profunda que por mucho tiempo se siente incapaz de actuar de forma independiente para luchar, escapar o buscar la ayuda de otras personas.
Las víctimas de violencia física o emocional que desarrollan este síndrome pueden recurrir al uso desmesurado de la fuerza para defenderse a sí mismas e incluso pueden llegar a quitarle la vida a sus agresores, tras enfrentar una vida de abuso constante. Cuando se dan cuenta que sus vidas están en riesgo por ese abuso, estas víctimas pueden cometer un delito grave, con la sincera convicción de que matar a su agresor es la única forma de preservar sus propias vidas.
También es un argumento legal del Derecho Anglosajón en el que se plantea que una víctima de maltratos físicos o psicológicos, y que es acusada de un asesinato, sufría de este síndrome al momento de cometer el delito, lo cual explica su proceder y sirve como atenuante de su conducta e inclusive podría eximirle de responsabilidad.
En la conferencia de prensa, Susana alcanzó a decir que mató a Wilder en una legítima defensa de su propia vida y la de su bebé. Una jueza le dio la custodia temporal de sus dos hijos a la abuela paterna de ellos.
Las pericias confirmaron que Susana padecía todos los síntomas del síndrome de la mujer maltratada: tenía una baja autoestima, se sentía culpable por los ciclos de agresión sufridos, se sentía fracasada como mujer, esposa y madre; creía que nadie le podía ayudar a resolver su problema, se sentía responsable por la conducta de su esposo, estaba aislada socialmente y en riesgo de caer en diversas adicciones, tenía sentimientos encontrados: odiaba ser agredida, pero a la vez creía que era su culpa y que se lo merecía. Había pensado en el suicidio muchas veces, pero también en que sus bebés la necesitaban para protegerlos.
La psicóloga clínica forense del Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF), Lorena Cox Mayorga, explicó que el día del crimen, Susana enfrentó un altísimo grado de temor. “Se llama el temor insuperable, que está entre los síntomas del síndrome de la mujer maltratada. Este es un caso emblemático en Cochabamba porque se pudo comprobar en las pericias esa condición. Ella actuó por ese miedo insuperable y en defensa propia. En Santa Cruz y La Paz hubo casos similares”, detalló.
Los jueces sentenciaron a Susana a cinco años de reclusión en el penal de San Sebastián mujeres.
El riesgo
Una mujer que es sometida a ciclos recurrentes de violencia puede desarrollar el sindrome de la mujer maltratada y convertirse en una amenaza en un “pico” de temor insuperable.