Leandro: “Me callé para que no me vean mal”
Leandro (nombre cambiado) yacía internado en una cama del hospital Viedma el 9 de julio. En su rostro había vergüenza, incredulidad y decepción. Y en aquel momento, sus palabras confirmaron su desazón.
“Mi esposa me apuñaló y me cuesta hablar de esto, pero ya estoy cansado de soportar y no va más”, dijo pidiendo una y otra vez que su identidad fuera resguardada. Aturdido, Leandro contó que la vida al lado de la mujer de la que se enamoró hace tres años no fue nada fácil, pues desde que la conoció ella tenía un carácter violento y explosivo que solo fue empeorando con el tiempo.
Confesó que, al principio, se sintió atraído por la seguridad que ella proyectaba, por su espontaneidad, su sinceridad y su coquetería. Pero, cuando se enojaba, no lograba contenerse y sus estallidos se tornaron cada vez más violentos. “Cuando bebe alcohol se duerme en el baño con un cuchillo. Traté de llevar las cosas en paz pero no se puede”, reconoce.
La mujer ya lo había atacado antes con un azadón, pero él logró quitárselo. Arremeter a golpes “es su forma de explotar cuando reniega, ella no habla. No dice ni una sola palabra. No se comunica como la mayoría de la gente. Grita y directamente me agrede con lo que encuentra, pero eso es lo peor. Si halla un revólver, no dudaría en dispararme”, describió.
En julio, la pareja bebió y discutió por temas económicos sobre los que tienen opiniones diferentes. La mujer comenzó a insultar y a golpear a su esposo. Él nunca antes le había respondido. Soportaba los golpes y esperaba a que se calmara. Pero, esta vez ella fue demasiado lejos. “No sé en qué momento levantó el cuchillo, solo sentí que me lo clavaba en las costillas. Ví la sangre y me enojé. Tomé una mesa y se la lancé, pero no la alcancé. Estaba perdiendo mucha sangre, ya no tenía fuerzas y me caí al piso”, recuerda.
“¿Por qué calló?”, se le pregunta y baja la mirada avergonzado. “Yo no soy violento. Me crié en un hogar donde todo se arreglaba hablando y quería lo mismo para mi hija. No quería que mis vecinos y mis amigos me miren mal por denunciar a una mujer, pero ahora voy a pedir el divorcio y la tutela de mi hija. Ví la muerte de cerquita. Ya no tiene arreglo”, sostuvo.
Su hermana lloró y contó que los médicos le dijeron que Leandro está vivo de milagro, porque el cuchillo logró perforarle el pulmón izquierdo. Ella prometió que exigirán justicia hasta lograr una sentencia, pero su hermano solo quería alejarse para siempre. La agresora fue aprehendida por el delito de tentativa de homicidio, que, según el Código Penal, tiene una pena de reclusión de hasta 10 años de cárcel.
El silencio
“Yo callé porque no quería que mis vecinos y amigos me miren mal por denunciar a una mujer”.
Leandro, 36 años