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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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¿Qué problemas se esconden detrás de la “manía” de morderse las uñas?

Ansiedad, poca asertividad y debilidad para enfrentar los miedos son, según los expertos, algunos de los rasgos que caracterizan a las personas que se muerden las uñas.
¿Qué problemas se esconden detrás de la “manía” de morderse las uñas?


Del griego ónyx y phagía, la onicofagia o el hábito de morderse las uñas es un “signo de ansiedad” que la persona lleva a cabo como una manera de combatirlo, según el psicólogo clínico y socio del Colegio de Psicólogos de Madrid, Esteban Cañamares.

“Es como cargarnos de energía para hacer frente a un enemigo”, justifica de manera metafórica Cañamares, quien también sostiene que esa ansiedad o “reacción al miedo” se suele canalizar en la mayoría de los casos o bien comiéndose las uñas o consumiendo más comida de lo habitual. Esta “manía”, considerada un trastorno del control de los impulsos, la sufren principalmente los adolescentes, y de forma menos frecuente los adultos, tal y como asegura la especialista en dermatitis herpetiforme y enfermedad celiaca, Paloma Borregón.



UN HÁBITO PELIGROSO

Entre los riesgos que se derivan de esta conducta, la doctora Borregón destaca dos: alteraciones irreversibles que impiden hacer su función a la uña -la de proteger a los dedos- y un incremento del riesgo de infección por “llevarse las uñas a la boca”.

“Siempre que haya una herida las bacterias pueden aprovechar para entrar”, remarca la doctora en alusión al traslado de las bacterias de la boca a la herida provocada en el dedo. Una infección se produce con tan solo estirar de un pellejo, pero para ocasionar una alteración permanente es necesario que el hábito se produzca de “manera crónica”, según la especialista.

“Morderse las uñas provoca que la mandíbula adopte una posición poco favorable para la articulación”, comenta el odontólogo Pedro Javier Muñoz.

Además de producirse desgaste tanto en el borde de los incisivos superiores como inferiores y dañar la articulación temporomandibular, es decir, la que une la mandíbula al cráneo, el odontólogo alerta de que también se puede perder parte del esmalte como consecuencia de este hábito.

Sin embargo, Muñoz matiza que para que se produzca cualquier daño es necesario que “sea repetitivo y prolongado en el tiempo”.

Los expertos coinciden en que el tratamiento de este tipo de impulsos “es difícil”, y por ello existen múltiples diagnósticos que abarcan desde pintarse las uñas a tomar “inhibidores de la serotonina”, como los psicofármacos, que controlan la ansiedad, aunque también se usa la acetilcisteína. “A dosis altas, la acetilcisteína regula un mediador cerebral que hace que te disminuya el impulso de morderte las uñas”, agrega.

El uso de esmaltes normales no funciona para no morderse las uñas porque la gente lo hace igual, según Borregón, quien recomienda tener las manos entretenidas y usar esmaltes de gel ya que endurecen las uñas y provoca que el individuo “no sea capaz” de morderlas.

En cualquier caso, el psicólogo recalca que antes de que el sujeto inicie un tratamiento, se debe “descubrir sus preocupaciones o inquietudes”.