Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

Estar en silencio ayuda a controlar el estrés

El entorno en el que nos desenvolvemos es tan ruidoso que se piensa que permanecer en un ambiente sin sonido es negativo y genera ansiedad.
Estar en silencio ayuda a controlar el estrés


Jamás se nos habría pasado por la cabeza que estar en silencio podría convertirse en todo un lujo. Algo solo disfrutado por pocas personas. Aquellas que pueden escapar de las rutinas que evitan que tengamos tiempo para nosotros, que nos someten y que nos hacen temer a la soledad y al completo silencio.

La psicóloga Raquel Lemos Rodríguez dice, en el portal menteesmaravillosa.es, que los entornos en los que nos movemos son tan ruidosos que nos hemos adaptado de tal manera que pensamos que quedarnos solos y en silencio es algo negativo e incluso a algunas personas les causa mucha ansiedad. Así, es importante que nos hagamos determinadas preguntas para reconocer las implicaciones de este tipo de temor o limitación.

No nos damos cuenta, pero evitamos estar en silencio de manera constante. Buscamos el ruido, incluso, cuando tenemos la oportunidad de alejarnos de él. Deberíamos preguntarnos qué motivo hay para tenerle tanto miedo al silencio. ¿Nos sentimos solos si no hay ruido? ¿Ponemos la radio dentro de casa cuando estamos solos porque no soportamos la presión de la ausencia de ruidos? ¿Tendemos a ir a lugares bulliciosos porque la soledad de nuestro hogar nos atormenta? Ni se nos pasa por la cabeza ir al yoga o practicar meditación.

Lo cierto es que lograr ese silencio del que hablamos no es una tarea fácil e introducir un poquito de él en nuestra rutina puede ser todavía un reto más complicado. Muchos de nuestros deseos, aspiraciones o preocupaciones se encuentran donde hay ruido. Un ruido externo y un ruido interno, en una corriente de pensamientos con un pesado caudal que no cesa.

Se han realizado numerosos estudios al respecto. Son especialmente numerosos aquellos en los que se compara a las personas que viven en las grandes ciudades con aquellas que viven en entornos rurales. Las diferencias nos dejan con la boca abierta. Las personas que viven o trabajan en lugares muy ruidosos, que duermen escuchando el ruido o el bullicio de la ciudad que no cesa son más vulnerables a sufrir determinados problemas de salud.

Dificultades en el aparato circulatorio, estrés, ansiedad son causadas principalmente por la falta de pausa en las actividades. Nuestro piloto automático, tras años y años actuando de la misma forma, está preparado para saltar de un estímulo a otro.

El silencio no es incómodo, no nos pone nerviosos. Esto solo son creencias que intentan justificar algo que no queremos ver en nosotros. ¿A qué le tenemos miedo? Sin embargo, nuestra mente necesita estar en silencio. Pues, solo gracias a la ausencia de ruido nuestras neuronas ven potenciado su crecimiento. Además, la mente y cuerpo se relajan, liberándose de preocupaciones que pueden ser un cúmulo de problemas y de tensiones originadas por el ruido exterior. Porque cuando hay ruido, no podemos escucharnos.Si no nos escuchamos, difícilmente vamos a poder contar con una mente lúcida y clara.

¿Quién se dedica tiempo a sí mismo para conocerse? ¿Quién se regala unos minutos de meditación al día para calmar la mente, relajarse y tratar con los pensamientos que intenta ignorar, por dañinos e insidiosos, pero que por ello no dejan de ser intrusivos y causar malestar? Complicado verdad, cuando hay tantas tareas urgentes que atender, cuando ese tiempo para nosotros siempre se puede posponer para más adelante.

Además, estar en silencio es mucho más que practicar meditación o dejar la mente en blanco, es dejar de vivir en piloto automático y disfrutar más del presente. No es necesario hacer grandes cosas. Tan solo saborear una comida, apreciar sus sabores, disfrutar del sonido de los pájaros cuando paseamos por la naturaleza.

Todo eso, implica vivir. Porque si hay algo que provoca el estar constantemente rodeados de ruido es que no vivimos, existimos. ¿Para qué? Para hacer lo que tenemos que hacer, sin disfrutar, sin cuidarnos y mimarnos, sin darnos la importancia que tenemos. Tan solo nos movemos por motivaciones que muchas veces no son propias, sino ajenas.