Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Voluntariado juvenil impulsa la cultura de ayudar

Cuatro agrupaciones destacan por su entrega y dedicación en busca de generar una transformación social y ambiental en Cochabamba.
Voluntariado juvenil impulsa la cultura de ayudar


La contaminación ambiental, la deforestación de los bosques y la carencia de alimentos, entre otros, son problemáticas que aquejan al mundo actual. Las noticias que invaden los medios de comunicación día a día son poco alentadoras y muestran panoramas catastróficos que piden a gritos la acción inmediata de cambio. Dentro de este constante devenir de males planetarios, existen personas que se convierten en una lumbre de esperanza ante diferentes situaciones. Una de las formas más importantes de contribuir al crecimiento y a la mejora del medio ambiente es a través del voluntariado. Esta práctica consiste en el trabajo de personas que sirven a una comunidad o a la naturaleza por decisión propia y libre, sin recibir ninguna recompensa mone- taria. Con el tiempo ha ido ganando terreno de forma rápida sobre todo en jóvenes que asumen su papel de actores clave dentro del desarrollo de la sociedad.

Vivimos en una era tecnológica en la que las redes sociales juegan un papel decisivo a la hora de crear lazos de comunicación. Estas plataformas digitales son las herramientas más utilizadas por los jóvenes que desean ayudar y no saben cómo. Mediante ellas se crearon muchas organizaciones que actualmente trabajan por su entorno.

En Cochabamba existen grupos de voluntarios dedicados a diferentes problemas. Cada uno tiene una historia peculiar sobre su unión y conformación como organización, pero, con un factor en común: las ganas de mejorar el planeta, el compromiso con la causa y la responsabilidad social asumida a pleno.

La Manzana Roja, Planeta Verde, Yo Planto Un Arbolito y Start son agrupaciones, en su mayoría, de jóvenes, que trabajan por el bienestar común del departamento y combaten, cada uno, algún problema que aqueja a Cochabamba. La entrega se refleja en sus actos y la pasión por ayudar se denota en su mirada. Su mayor pago es, sin ninguna duda, el amor y la gratitud que reciben de las personas a las que ayudan o de aquellos que reconocen el impacto de sus obras.

LA MANZANA ROJA

“La emoción de los niños es lo mejor y lo más gratificante. Ahí es donde entiendes por qué lo estás haciendo”, dice Leandro Salazar, un joven de 16 años que es voluntario activo de La Manzana Roja desde sus inicios.

Esta organización es el primer banco de alimentos en Bolivia. Comenzó en junio del 2017 a partir de una serie de investigaciones que pusieron en evidencia la necesidad de implementar un sistema de rescate y redistribución de alimentos hacia quienes más lo necesitan. La idea fue trabajada por Nicole Guerrero junto a un pequeño grupo de 15 personas que querían ayudar y aportar al mundo. Actualmente ella se desempeña como directora de Relaciones Exteriores junto a Jheysson Cruz que es el director ejecutivo.

Después de elaborar el proyecto completo que identificaba sus proveedores, beneficiarios y hermenéutica de trabajo, se puso en marcha en agosto del 2018. El primer objetivo fue dar a conocer a la población qué es La Manzana Roja y cómo funciona. Un banco de alimentos es una organización sin ánimo de lucro, que se encarga de recaudar y recuperar los excedentes de víveres que se producen en la sociedad y repartirlos entre las personas que viven en situación de carencia alimentaria.

La Manzana Roja cuenta con cinco departamentos encargados de cuidar y asegurarse el éxito del trabajo. La dinámica consiste en hacer la recolección de todo tipo de alimentos dos veces al mes, en su mayoría de mercados populares. Actualmente trabajan con cuatro mercados: Calatayud, La Pampa, Campesino y el de Quillacollo. Sin contar la colaboración de personas externas particulares que deciden hacer donaciones.

Las colectas se realizan los sábados por las mañanas, “algunas caseras ya nos esperan con verduras que prepararon para darnos. Poco a poco nos fuimos haciendo conocer”, cuenta Alejandra López, encargada del departamento de Comunicación.

Después de obtener todos los alimentos en canastas especiales, pasan al almacén que les proporcionó Univalle. Ahí se realiza el control de calidad y selección de víveres. Una vez realizado este paso, sigue la entrega de lo recolectado. Es importante mencionar que los bancos de alimentos no entregan la comida directamente a las personas necesitadas, sino que lo hacen mediante instituciones de ayuda social como hogares de niños o asilos de ancianos. En este caso, La Manzana Roja trabaja con la Fundación Esperanza y el Hogar de niños Villa Libertad con los que pudieron llegar a casi 100 infantes y estiman alcanzar a 160 en los próximos meses.

Hasta la fecha, La Manzana Roja ha repartido más de 6.000 kilos de alimento, cuentan con un equipo permanente de 30 personas, 100 pasantes y alianzas estratégicas con varias empresas como Univalle y BOA.

La motivación de servicio es la base que mueve el voluntariado. Para estos jóvenes el ayudar a otro es su mayor recompensa. Siendo el más joven del grupo, Leandro encontró en La Manzana Roja es espacio ideal para cumplir sus propósitos de solidaridad. “Me interesó la forma en la que estaban organizados. Cuando entré no sabía qué hacer ni qué decir, solo quería ayudar”, cuenta.

PLANETA VERDE BOLIVIA

Hace dos meses Mayra Zalles, de 24 años, vio que el reto mundialmente conocido como Basura Challenge se apoderó de redes sociales como Instagram. La idea era ubicar un lugar con bastantes desechos, limpiarlo y tomar una fotografía del antes y después para apreciar el cambio que se logró. Entonces la joven decidió convocar a todos los interesados en poner en práctica esta actividad en Cochabamba.

A pesar de que en el primer reto solo contaron con 15 personas, el grupo de fue haciendo conocer cada vez más. Las repercusiones no se dejaron esperar y se dieron cuenta de que podían establecerse como una organización enfocada en trabajar por el medio ambiente. Así nació Planeta Verde Bolivia.

“No imaginaba el alcance. Me sorprendió que tanta gente se sume y haya compromiso”, cuenta Mayra.

La primera actividad fue en Sacaba y las dos siguientes en Champarrancho donde limpiaron dos sectores en diferentes domingos.

“Siento que me llenan estas actividades. Dejas tu domingo de descanso para ayudar a otras personas”, dice Mayra.

Fue gracias al compromiso que demostraron los miembros que se fueron uniendo a Planeta Verde Bolivia que decidieron establecerse de manera permanente y, entre sus planes, está comenzar a reforestar en septiembre. “Me encantó participar porque es algo que mueve a la gente joven. Las personas no saben qué hacer con su basura y nosotros podemos fomentar ese tipo de conocimientos”, dice Sofía Julio, voluntaria, de 24 años.



YO PLANTO UN ARBOLITO

Un día, la pareja conformada por Daniela Gutiérrez y Christian Herbas decidió plantar un árbol como parte de su historia de amor. Era algo que tenían en mente y querían cumplir lo antes posible. El deseo coincidió, desa-fortunadamente, con el incendio del Parque Tunari en 2017. Después del incidente, ambos se dieron cuenta de que su idea podía se aplicada a gran escala.

Así, a través de Facebook, crearon un evento para convocar a todas las personas que quisieran participar de la actividad. En menos de una semana tenían mas de 3.000 seguidores. El movimiento fue tal que, en septiembre de ese año, plantaron 300 árboles nativos que hasta hoy siguen vivos y creciendo cada día.

El éxito de la actividad hizo que la pareja y el resto de los voluntarios decidieran trabajar de forma permanente para lo cual crearon Yo Planto Un Arbolito, una organización sin fines de lucro enfocada en reforestar y mejorar los ecosistemas. “Lo que nosotros hacemos es auténtico, realmente queremos cuidar nuestro medio ambiente”, dice Daniela.

Una vez establecidos como organización comenzaron a crear un red de contactos con personas, instituciones y empresas con las que puedan trabajar. De esa forma su trabajo se expandió los colegios Loyola, San Agustín y Calvert, además de la Universidad Privada Boliviana, con los que trabajan en proyectos de reforestación.

El trabajo con los niños de los colegios fue de gran experiencia para la organización ya que, además de crear conciencia en los pequeños, también integraron a sus familias en todo el proceso de cuidado.

Ahora, casi dos años después de que el romance de Daniela y Christian se haya convertido en una verdadera organización de voluntariado, el proyecto a mediano plazo es volverlo en una fundación. “Nuestro objetivo principal es crear una cultura de responsabilidad social ambiental”, afirma la joven.

Yo Planto Un Arbolito ha desarrollado alrededor de seis proyectos en este tiempo, todos enfocados en medio ambiente y educación. Daniela es embajadora del país en la Red de Jóvenes Iberoamericanos, lo que ayuda a mostrar todo el trabajo que realizan.

“Yo buscaba ayudar y no sabía cómo. Encontrarse con gente que quiere lo mismo es muy reconfortante. Cuando le das tu energía a la Tierra, ella te la devuelve”, sostiene Daniel Chávez, voluntario.

Ante la inquietud sobre el manejo de tiempo entre las actividades de la organización y las de cada individuo, Daniela explica: “Lo principal es tener pasión y amor por lo que uno hace. Cuando hay eso, las cosas se dan”.



START

El año 2013, mientras Camilia y Guillermo Olmedo estudiaban en Texas crearon el grupo Start junto a otros chicos latinos de su universidad. Este proyecto consistía en identificar problemas que aquejaran a su comunidad y hacer algo para mejorarlos.

Cuando ambos hermanos retornaron al país hace cuatro años, decidieron seguir con Start en Cochabamba; de esa forma, un nuevo grupo de jóvenes voluntarios llenos de ansias por ayudar comenzó a trabajar.

“Somos fieles creyentes de que lo mejor es empezar. Tratamos de incentivar la cultura del voluntariado. Que la gente dé su tiempo para hacer algo desinteresadamente”, dice Claudia Sanjinés, actual presidenta de Start Cochabamba. El grupo está conformado por jóvenes que tienen la iniciativa de generar acciones de impacto positivo tanto en proyectos de índole social como ambiental.

Actualmente, Start se expandió a Santa Cruz y La Paz donde se establecieron hace un año y medio aproximadamente.

“Tenemos la consigna de empezar pequeño para impactar en grande. Eso es lo principal porque puede ser mayor de lo que uno se imagina”, explica Claudia.

Entre sus proyectos más importantes están: Casitas Para Todos, El Agua es Oro y El Mun- do lo Cuido Yo. El primero consistía en reciclar botellas de plástico para construir casas para perros de la calle. El tercero se enfoca en generar conciencia para reducir el uso de plástico y llegar a un 100 por ciento en reciclaje.

El Agua es Oro, que fue el segundo proyecto en implementarse fue el de mayor alcance. Se puso en marcha en Champarrancho con niños de la OTB San Joaquín a los que se les brindó duchas una vez a la semana los días sábados debido a la carencia de este líquido en la comunidad.

Start trabajó con niños de tres a 15 años con los que, además, compartían actividades recreativas. “Tratábamos de conocer el sector. La idea es tener un vínculo con la gente con la que estás trabajando. Pero también darles herramientas para que ellos puedan desarrollarse”, cuenta Sanjinés.

Después de un año y medio, el proyecto terminó pero los voluntarios de la agrupación Start aún continúan yendo a visitar a los niños periódicamente.

“Siempre tuve inclinación por hacer este tipo de actividades, pero no hallaba el grupo ideal hasta que encontré Start. Conecté con la gente porque tenían la misma energía y actitudes. Hoy en día somos amigos que trabajan por un objetivo mayor”, finaliza Claudia Sanjinés.