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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Mujeres “empoderadas” o mujeres “todopoderosas” (entre ser dadoras de vida o quitarla)

Mujeres “empoderadas” o mujeres “todopoderosas” (entre ser dadoras de vida o quitarla)


En los últimos años, particularmente desde que se generalizó el discurso de la liberación femenina que con el tiempo ha asumido un abanico de perspectivas y posibilidades, se habla de la necesidad de empoderar a la mujer.

También hablamos del empoderamiento de los sectores vulnerables como los niños, los marginados y otros. Sin embargo, es un término que puede ser entendido de manera ambigua y hasta manipulado.

¿Qué significa empoderarse? Se lo entiende como un proceso que aumenta la participación de individuos y comunidades que se encuentren en situación de desigualdad, e implica el desarrollo de su autoconfianza, su acceso a recursos y a la posibilidad de tomar decisiones que los beneficie. Esto conllevaría

el dejar de ser objeto de algo o alguien para convertirse en protagonistas de la propia vida. En consecuencia, una mujer empoderada sería alguien plenamente consciente y responsable de sus decisiones y de sus actos.

Una mujer dueña de sí, capaz de encontrar la forma de desarrollar sus máximos potenciales para alcanzar su plenitud y realización personales.

Pero todo ello también en condiciones ecológicas, es decir, tomando en cuenta a su entorno, de manera que quienes la rodean no se vean perjudicados o afectados negativamente; principalmente quienes,

de alguna forma, se encuentren a su

cargo o estén en situación de desventaja.

Sería una persona profundamente consciente del valor de la vida, de la familia, de la sociedad toda, y que puede encontrar su verdadera realización no solo a

nivel individual, sino en el servicio y la

entrega a los demás.

Tener hombres y mujeres empoderados sería sinónimo de tener las mejores condiciones para construir una sociedad

como la que soñamos: con justicia,

con respeto a los derechos humanos, con equidad y libertad.

Por eso, al leer en las redes una noticia sobre un proyecto de ley en Virginia (EEUU) que permitiría a las madres abortar a sus bebés hasta el final del tercer trimestre, me preguntaba ¿dónde nos perdimos? ¿En qué momento de esta lucha por la liberación de las mujeres nos dejamos obnubilar por nuestro propio discurso y confundimos el empoderamiento con el creernos todopoderosas?

La verdad, me dolió por todas las mujeres que no tienen la libertad de decidir. Pero no me refiero a la decisión sobre abortar o no, o si hacerlo en el primer trimestre o en el momento del nacimiento del bebé (lo absurdo de algunas propues- tas proabortistas va en este sentido y de hecho en ocho estados de EEUU esto, denominado “aborto tardío”, está permitido). Me refiero a la libertad de tomar decisiones sabias que nazcan en el alma. Cuando una mujer está empoderada,

no solo tiene la suficiente formación

para decidir si está o no en condiciones de quedar embarazada, sino de elegir qué es lo que le hace bien en todo sentido, porque valora no solo su propia vida sino la vida en general.

Y una diferencia tan sutil entre ser una mujer “empoderada” o creerse “todo poderosa” puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Por otra parte, esta decisión no solo daña a una criatura, sino que deja una herida indeleble en la madre; como vemos en las terapias de Constelaciones Familiares, trae consecuencias para todo el sistema familiar y, lo sabemos, para toda la comunidad.

No es solo una cuestión física sino energética y espiritual. Ni duda cabe que los legisladores proaborto son absolutamente ignorantes al respecto.

Esta es la gran responsabilidad de ser una mujer ya empoderada: el crear conciencia no solo entre todas las mujeres para que ellas logren igualmente desa-rrollar todo su potencial, sino también entre los hombres, nuestros compañeros en este recorrido, pues ellos, desde otro lugar, también son víctimas de las aberraciones del sistema.

Ellos y nosotras, estamos juntos en este viaje llamado vida y somos todos, uno.