Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Volcán Uturuncu, guardián del origen de las erupciones

Muchos volcanes originaron desastres. Con un hallazgo en Potosí se pretende encontrar una forma de estar alerta ante las erupciones.
Volcán Uturuncu, guardián del origen de las erupciones


Pueden dormir durante años o, incluso, siglos, pero, cuando despiertan, se hacen notar y, en ocasiones, su actividad tiene consecuencias devastadoras.

Los volcanes son montañas que esconden en su interior materiales gaseosos, líquidos o sólidos que emanan desde el fondo de la tierra. En la cima tienen una formación cóncava llamada cráter. La forma de cono que tienen funciona como chimenea por donde expulsan la lava al momento erupcionar.

Un común denominador entre la mayoría de estos volcanes repartidos a lo largo del mundo son las leyendas que intentan explicar su origen: caciques que fueron convertidos en gigantes rocas, amores imposibles que hallaron su encuentro a través de las montañas o refugios de grandes dioses griegos y andinos.

Lo cierto es que, más allá de tener historias parecidas, también comparten el peligro que implica la posibilidad de una erupción. No solo para los lugareños, sino también para el resto del mundo, debido a que ocasionan alteraciones climáticas y, dependiendo la zona, tsunamis de gran impacto.

Para entender la magnitud de un volcán, el material rocoso expulsado puede alcanzar entre 4 y 200 kilómetros de altura. Habitualmente la lava recién emitida bordea temperaturas entre 700 y 1.300 grados centígrados, dependiendo de su composición química.

A lo largo de lo años, los científicos intentaron hallar una explicación al funcionamiento de los volcanes, después de que se presentaran casos de erupciones sin previa alerta, de un momento a otro.

Con ese objetivo, desde hace un tiempo. varios grupos de expertos llegaron a Bolivia a estudiar el volcán Uturunco; el primero equipo arribó el año 2016.



DESCUBRIMIENTO INUSUAL

Un volcán es un misterio y no hay ningún método totalmente seguro para predecir una erupción. Investigadores de diferentes países analizaron la conductividad eléctrica subyacente en el altiplano andino por ser una parte con bastante presencia de este tipo de montañas.

Es así que, científicos de la Universidad de Bristol, a la cabeza de Jon Blundy, encontraron bajo el volcán Uturuncu una "anomalía": un lago magmático a una profundidad de 15 kilómetros por debajo de la superficie con una temperatura de 970°C.

Este volcán semidormido, que presenta fumarolas activas, tiene más de 6.000 metros de altura y se encuentra en el departamento de Potosí.

El agua del lago encontrado, que está mezclado con magma, podría ayudar a comprender por qué y cómo se producen las erupciones volcánicas. Un gran aporte para el resto de los países del mundo que, a diferencia de Bolivia, sufren constantes catastrófes de este estilo, como el caso de Indonesia y México.

Los científicos examinaron un roca extraída del volcán para medir la conductividad eléctrica, para ello la sometieron a condiciones similares a las del lago. Estas incluían una presión 30 mil veces mayor que la atmosférica y temperaturas superiores a los 1.500 grados centígrados, con lo que concluyeron que existe entre un 8 y un 10 por ciento de agua en la roca fundida; debido a su alta temperatura no es accesible tener un conctacto directo.

Para que un volcán erupcione se necesita altos niveles de presión, cuando están bajos originan burbujas que pueden alertar sobre posibles desastres.



Gracias al Uturuncu, los investigadores esperan comprender mejor la relación entre el agua y las erupciones volcánicas para poder perfeccionar los sistemas de predicción.

El objetivo central de todos los estudios que se realizan desde hace años es evitar las catastrofes que han sacudido el mundo a lo largo del tiempo.



HISTÓRICOS DESASTRES MUNDIALES

Unos destruyeron poblaciones enteras, otros cambiaron el clima y algunos dejaron los lugares aledaños inhabitables. Los volcanes son imponentes y temibles, por eso, son la fuente de estudios de cientos de personas como el vulcanólogo Clive Oppenheimer, profesor de la Universidad de Cambridge, quien cuenta cuáles fueron los que más impacto tuvieron.

Era 26 agosto de 1883 en Indonesia, donde el volcán Krakatoa, situado en una pequeña isla en el estrecho de Sunda, entre Java y Sumatra, tuvo una gigantesca erupción. Llevaba varios meses dando muestras de una creciente actividad, pero fue ese día cuando se produjo el cataclismo.

Cuatro erupciones más le siguieron el día 27 y fueron de tal magnitud que la isla reventó y buena parte de ella, junto al contenido del interior del volcán, acabó en la atmósfera en forma de cenizas.

Parte de estas cenizas alcanzaron los 80 kilómetros de altura. Como consecuencia, la temperatura global llegó a descender hasta 1,2 grados Celsius. De hecho, no se recuperaron los valores normales hasta 1888.

“Un suceso como el del volcán Krakatoa puede ocurrir aproximadamente una vez cada 100 años, como media. Hemos tenido otras erupciones muy fuertes, por ejemplo, la del Tambora en 1815, también en Indonesia”, explica Oppenheimer.

Se calcula que la potencia con la que explotó el Krakatoa equivaldría a unas 10 mil bombas como las de Hiroshima. Las erupciones vinieron seguidas de tsunamis con olas de 40 metros de altura. El balance de la catástrofe fue de unos 160 pueblos destruidos y más de 36 mil víctimas mortales.

También han entrado en erupción recientemente dos volcanes italianos: el Etna y el Estrómboli. La actividad del primero provocó un terremoto de magnitud 4.8 que ocasionó derrumbes en los municipios cercanos. “Nos fijamos en los que han erupcionado en época histórica, pero también podemos esperar grandes erupciones de aquellos que no están identificados como tales”, advierte.

“Debemos recordar que los volcanes son pacíficos durante la mayor parte del tiempo. Por ejemplo, si pensamos en el Monte Vesubio, en Italia, su última gran erupción fue en 1944”, subraya el experto. La historia de este volcán está marcada por la tragedia que destruyó a la antigua Pompeya, el 24 de agosto del año 79. El cataclismo duró casi 19 horas y cobró la vida de gran parte de la población.

Los volcanes son impredecibles, pero generan un misterio y fascinación difíciles de resistirse.