La frenética actividad de sus instituciones públicas y privadas, su imponente teleférico, los edi-ficios que la distinguen y el orgullo de su gente de saberse hijos de la Ciudad Maravilla se entremezclan —sin discusión alguna— con el gusto por la comida qhochala que, de una u otra manera, ya es parte de la cotidianidad de los habitantes de La Paz.

Donde hay un letrero que indique que se sirve comida cochabambina, hay comensales ávidos por degustar la variedad de platos y sabores que allí se preparan. Por esto, los emprendimientos culina-rios de qhochalas que residen en La Paz se están multiplicando. Entre los más recientes se encuentra Ollita de Barro, un pequeño rincón que atrae por su eslogan: “Todo es como en Cocha: harto, rico y barato”. El plato principal del lugar es la Chamarrita, que se sirve en un ch’illami (plato de barro grande) y es el más requerido por los visitantes.

“¿Qué son las chamarritas?”, preguntan los que llegan por primera vez al restaurante. A lo que el personal explica que este plato se sirve con choclo, papa cocida con cáscara, mote de haba, el tradicional k’allu con quesillo y quilquiña, y una imponente porción de carne de res, que cubre todo el ch’illami.

El restaurante apenas tiene unos días de funcionamiento, pero -desde hace unos meses- los propietarios promocionaban y vendían el plato a través de internet.

“La gente llamaba, reservaba y recogía su pedido para llevar a su casa. Muchos nos decían que sería mejor contar con un local para comer ahí; por eso abrimos el restaurante”, explica Fernando Luján, uno de los propietarios, perteneciente a una familia de cochabambinos que —por ahora— vive en ciudad paceña.

Ollita de Barro, un rincón acogedor donde “todo es como en Cocha”, invita a probar su deliciosa Chamarrita y otros platos típicos de la Llajta.