Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

LECTURAS SUTILES

“Algunas pequeñas luces en la tiniebla global”

“Algunas pequeñas luces en la tiniebla global”
La progresiva disminución de una narratividad que vertebre la andadura vital de las sociedades modernas contemporáneas, produce asimismo una serie de fenómenos paradójicos y sintomáticos que merecen tomarse en cuenta positivamente.

En primer lugar, no puede negarse que el alarmante aumento del individualismo, con su consecuente desafectivización e insensibilidad para la realidad social, se ve notablemente compensado por el hecho de que nunca antes en la historia hemos experimentado una conciencia tan elevada de las penurias que atormentan a los seres humanos y de la necesidad de ejercer una acción que trascienda la preocupación local, una suerte de globalización de la moral solidaria que gracias a las nuevas tecnologías ha alcanzado una eficacia inédita.

Internet no solo es el instrumento mediante el cual se realizan infames operaciones financieras que condenan a la miseria a millones de personas, como ha quedado demostrado en esta última y mal denominada “crisis” de 2008 o incitan a formas degeneradas de lo político, sino también el que permite poner en marcha fabulosas campañas de opinión pública con las que en muchas ocasiones se consigue detener, o al menos demorar, otras tantas infamias.

La ecología, aunque en algunas ocasiones amenace con convertirse en una alternativa al discurso religioso, supone también una fuerza social importante, no solo por su objetivo directo, sino por ser un discurso que se legitima en la defensa de una eticidad tributaria del pensamiento filosófico, en una época en la que las leyes del mercado obran mecánicamente, como fuerzas amorales de la naturaleza, produciendo una nueva forma de alienación, aquella que priva a los sujetos de toda posibilidad de articular la relación causal entre la degradación de sus condiciones de vida y las conductas que adoptan con el supuesto propósito de mejorarlas.

Frente al descrédito de lo político (invoco aquí el célebre “Que se vayan todos”, sentencia que animó la respuesta espontánea de la población argentina ante la traición de sus dirigentes en 2001) y la progresiva retirada de los mecanismos estatales de rescate social, la ciudadanía se organiza de manera fragmentaria, alrededor de rasgos que permiten la formación de colectivos de autogestión, protección recíproca y búsqueda de reconocimiento.

La descomposición de las ideologías tradicionales ha abierto la posibilidad de nuevas formas de existencia, ha multiplicado en muchos casos las fórmulas identitarias, permitiendo que los seres humanos no solo se agrupen en torno a los ideales normativos como antaño, sino también en función de sus síntomas, es decir, de aquellas particularidades que se alejan del modelo universal. Ya se trate de particularidades de la vida sexual, de la salud física o mental, lo cierto es que el mundo conoce en la actualidad un crecimiento exponencial de mecanismos grupales destinados a aliviar la soledad y la exclusión.

A título de curioso ejemplo, tenemos las numerosas asociaciones de “escuchadores de voces”, multiplicadas en varios países, y surgida de la creada en 1988 por el psiquiatra Marius Romme. Una extraordinaria iniciativa, que permite a miles de personas constituir un lazo social en torno a un fenómeno psicótico como el de las alucinaciones verbales.

En síntesis: el crepúsculo ideológico de la posmodernidad también es colateralmente responsable de efectos compensatorios saludables, que atenúan el dramatismo de aquellos otros que nos empujan hacia la tristeza moral.

Nota: Para cualquier consulta o comentario contactarse con Claudia Méndez Del Carpio, responsable de la columna, al correo [email protected] o al teléfono/Whatsapp 62620609 . Visitamos en Facebook como LECTURAS SUTILES