Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Entre arte y terapia: el clown

Entre arte y terapia: el clown
Cuando hablamos de clown, no nos referimos a aquel personaje

circense, sino a un estilo de vida, un trabajo artístico que nos lleva

al encuentro con nuestro niño interno, como diría Gustavo Maffi.

Es la aceptación completa de nuestro ser, a través del reírnos de noso-tros mismos. Y en esa aprobación, en esa risa, en la capacidad de juego y asombro, vamos al reencuentro de un personaje que nace de nuestro interior. Este tendrá un nombre, una voz, un vestuario, un caminar, una psicología única, una poesía particular y una nariz roja. Una figura intransferible que solo nosotros conoceremos bien y como nadie podremos interpretarlo.

El clown nos ayuda a rescatar al niño que vive dentro de cada uno de nosotros, pero sin perder de vista nuestra vida adulta, con todas las

experiencias que nos hicieron quienes somos; es mostrarse tal como uno es, dándose el permiso y la libertad.

Protegidos por la nariz roja, nos autorizamos a jugar por jugar, siendo libres de mostrarnos como somos, dejando la armadura a un lado para ser vulnerables, estableciendo un diálogo honesto con el otro a partir de la mirada, utilizando los fracasos y, en algún momento, los complejos del yo-adulto, nutriéndose de ellos y aprovechándolos como recurso a la hora de interactuar con las personas.

Ahora, cuando hablamos de “clownterapia”, nos referimos al empleo de un conjunto de conocimientos básicos en psicología y técnicas

derivadas del teatro y del circo, aplicados en hospitales, casa de reposo, asilos, centros de acogida, etc.

La risa y el buen humor son catalizadores para las endorfinas, o las llamadas hormonas de la felicidad. Reírse, jugar, moverse, enfocar desde otro ángulo el diario vivir nos facilita mucho las cosas. Todo esto incide, considerablemente, en la mejora y sanación de diversas patologías, incluso algunas graves.

El trabajo se realiza con distintos tipos de población, sin embargo, con un énfasis en el paciente hospitalizado; involucramos a todo el personal en nuestro juego. Desenfocamos la atención de la enfermedad, dirigién- donos en lo que sí se puede aquí y ahora; colaboramos con el tratamien- to médico; y buscamos que la estancia no sea tan fría y silenciosa.

Los niños y también los adultos requieren jugar. Es jugando como el

paciente simboliza su realidad, la cuestiona, la comprende, desde un rol protagónico que no lo deje sumido en la pasividad de la enfermedad. El juego cumple un rol terapéutico dentro del contexto de una internación hospitalaria, buscando sus mejores posibilidades de ser (Rodulfo, 2001).

En el juego el niño es quien desea ser, puede olvidar que se encuentra enfermo y transformarse, sin que esto implique un desconocimiento de su realidad, sino todo lo contrario, como indica Freud: “toma muy en serio su distracción, emplea en él grandes montos de afecto. Lo opuesto al juego no es la seriedad, sino… la realidad efectiva”.

La “clownterapia” también tiene sus efectos contundentes en aquel que se forma en este arte, cada uno inicia un proceso de autoconocimiento, evaluación de sí mismo y el camino de retorno a su niño pro-voca cambios sustanciales en su forma de percibirse, aceptando

y celebrando sus fracasos, sus complejos y/o defectos (preestablecidos por los estereotipos y arquetipos actuales).

NOTA: Para cualquier consulta o comentario, contactarse con Claudia Méndez del Carpio, responsable de la columna, al correo electrónico [email protected] o al teléfono/whatsApp 62620609.

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