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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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LECTURAS SUTILES

Fabricando “mujercitas”

Fabricando “mujercitas”
“Cada vez que me miro al espejo y empiezo a sacarme defecto tras defecto, repito mentalmente un mantra: La belleza es un constructo cultural. Eso no quita (…) que deje de quejarme de mis rollitos, pero es un primer paso para asumir lo que no quieren que asumamos”. (Eloisa, Madrileña – tu belleza es tu cabeza… y tu cultura).

Susan Sontag, en su ensayo “Belleza de mujer”, nos habla sobre el atributo de la hermosura en el sexo femenino como algo convertido en una convención. Sin embargo, dicho acuerdo va en detrimento de la noción de beldad y a la vez se establece como un menoscabo a la mujer. Sabemos que una de las mayores preocupaciones del género femenino es el de la “apariencia estética”, transmitido entre generaciones como una herencia y como una crítica implacable: nos referimos al imperativo “deber” de ser hermosa.

Se trata de un lugar de mujer transmitido como discurso imperturbable por representantes portadoras de este estereotipo. No está mal el deseo de ser bella, sino la obligación de serlo.

¿Qué es lo que ocurre en los sujetos femeninos para caer en este discurso de la imagen?

Cuando se llega a la adolescencia, el trabajo psíquico inconsciente y consciente es buscar una identidad ¿Quién soy yo? Para eso nos servimos de ideales que amamos o desechamos. Estos provienen de los dichos familiares, la sociedad, el grupo de amigos u otros. En el caso de los sujetos femeninos, se plantea una pregunta a nivel inconsciente: ¿qué es ser una mujer? Al no existir un universal de mujer, en lo psíquico, se genera un vacío de significación que cada una debe ir construyendo de manera singular y única. En esta construcción afecta mucho el discurso actual de la época en que vivimos, los ideales que se manejan y los fines.

En el caso de la mujer, esta comienza a confrontarse y compararse, a nivel de la imagen con los estereotipos de la época (actrices del cine, modelos de alta costura, las mismas princesas de los cuentos donde muchas de sus cualidades son la delgadez, no hablar mucho, una juventud eterna donde no queda espacio para las mujeres que pasan los 20 años). Si analizamos estos ideales, se observa que están ligados a la fantasía, pues en la vida real detrás de esas imágenes perfectas lo que existe es una mujer sufriente y enferma, que incluso puede llegar a tener características o estados psicopatológicos graves, como la anorexia e inconformismos extremos.

Es por eso que, cuando una mujer se enfrenta a un espejo, solo es capaz de ver lo que la mirada social y familiar quiere de ella, viendo su cuerpo por pequeños retazos (senos, pies, caderas, cintura, cuello, ojos, nariz, cutis, cabello, etc.).

No debemos negar que la belleza es un poder, lamentablemente es el único poder que las mujeres son alentadas a perseguir. Si nos tomamos unos segundos y hojeamos las revistas de entretenimiento femenino que circulan , podremos ver las siguientes categorías: moda, belleza, cirugías estéticas, la maternidad de fulanita, horóscopo, cómo verte más sexy, sin dejar espacio para mujeres con otros tipos de aficiones como el arte, la política, la escritura y poesía, habiendo una gran cantidad de revistas muy bien pagadas y empujadas por un mercado que pareciera que quiere capitalizar y apropiarse de los cuerpos femeninos.

Pienso que la responsabilidad de elegir una profesión como la psicología nos ayuda a poder tomar una sana distancia de todos estos discursos de la época que circulan sin regulación, aportando un lugar diferente a nuestros pacientes y en esta ocasión a nuestros lectores, y así convertirnos, como decía el psicoanalista Eric Laurent, en analistas-ciudadanos. El analista, más que un lugar vacío, es el que ayuda a la civilización a respetar la articulación entre normas y particularidades individuales, ayudar a impedir que en nombre de la universalidad se borre la singularidad.

Discursos e ideales afectan y en algunas ocasiones hasta aplastan la singularidad de nuestros pacientes, en especial “ellas” vienen al consultorio hablando de lo que la madre, el padre, la amiga, el novio, el jefe, la televisión, exigen de “ellas”, pero se quedan inmutadas y mudas cuando se les hace una simple pregunta: ¿qué es lo que quiere usted?, a lo que algunas quedan sumergidas en un vacío de respuesta y sufren al tener que responsabilizarse de su vida más allá de lo que el Otro social, familiar desee, cuando lo logran les da una forma más digna de encontrar su “ser femenino” sin quedar entrampadas en el mito de lo “femenino” y de alguna manera salvar la belleza de las mujeres .

NOTA: Para cualquier consulta o comentario, contactarse con Claudia Méndez Del Carpio, Responsable de la columna, al correo [email protected] Visítanos en Facebook: LECTURAS SUTILES