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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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Las personas inteligentes suelen ser más inseguras

Autoestima baja. Según el doctor en reurociencia, Dean Burnett, el perfil caracterizado por una elevada inteligencia suele infravalorarse de manera constante.<BR>
Las personas inteligentes suelen ser más inseguras



Las personas inteligentes suelen ser más reflexivas, meticulosas, dubitativas e inseguras en su día a día. Sin embargo, aquellos perfiles más arrogantes y caracterizados por la sobrevaloración personal son seguros por naturaleza porque no valoran las consecuencias de sus actos, 

ni miden el efecto de sus palabras. Aún más, tampoco les preocupa el daño que puedan

hacer a segundas personas.

A menudo, suele decirse eso de que “no hay

felicidad más profunda que aquella que procede de la ignorancia”. Seguramente todos estaremos de acuerdo en dicha idea, porque todos habremos dado en alguna ocasión con esa esencia tan característica de la estupidez humana donde se actúa con completa negligencia emocional y racional, sin ser consciente del efecto de ciertos comportamientos.

No obstante, y a pesar de que la mayoría sabemos reconocer al “ignorante”, al que actúa con con marcado orgullo, con presuntuosidad y arrogancia, nos suele surgir una pregunta: ¿por qué siguen teniendo tanto poder en nuestros escenarios más comunes? Decía el historiador Carlo Maria Cipolla que a veces subestimamos la gran cantidad de estúpidos que hay en el mundo, pero a esta afirmación deberíamos añadir otra más… ¿Por qué la estupidez ha alcanzado cuotas tan elevadas de poder en nuestra sociedad?

Los psicólogos y sociólogos nos dicen que hay un aspecto curioso asociado a este tipo de perfil comportamental.

Las personas más necias suelen mostrar una elevada seguridad, son más vehementes, más “ruidosas” y tienen la capacidad de influenciar

a los demás por este tipo de rasgos.

Las personas inteligentes, por su parte, suelen caracterizarse por una marcada inseguridad,

por una elevada latencia de respuesta, r­eflexión e incluso discreción personal. Todas estas dimensiones no crean impacto.

Aún más, vivimos en un mundo donde la inseguridad sigue viéndose como una característica negativa.

LAS PERSONAS INTELIGENTES SUELEN INFRAVALORARSE 

Seguimos teniendo un concepto algo erróneo sobre las personas inteligentes y, en especial,

de aquellos que presentan un cociente intelectual (CI) muy elevado. Los vemos como hombres y mujeres competentes, capaces de tomar siempre las decisiones más acertadas, o de ser altamente efectivos en sus tareas, responsabilidades y obligaciones cotidianas.

Sin embargo, hay un detalle que suele estar

presente en muchas ocasiones: las personas

inteligentes suelen sufrir ansiedad social. Rara vez se sienten completamente integrados en

un contexto determinado: escuela, universidad, trabajo, etc.

Asimismo, tal y como nos explica el psiquiatra y doctor en neurociencia Dean Burnett, el perfil caracterizado por una elevada inteligencia suele infravalorarse de manera constante.

Es lo que se conoce como “síndrome del impostor“, un trastorno por el cual la persona minimiza sus logros y capacidades personales hasta minar poco a poco su autoestima y autoconfianza.



Obviamente no podemos generalizar, pues habrá personas con un alto CI que mostrarán una elevada seguridad y que habrán escalado la cima del éxito con aplomo, constancia y eficacia psicológica.

Sin embargo, el patrón antes citado suele ser muy común: la gente intelectualmente brillante suele tener una percepción más profunda de la realidad, una realidad que no siempre se le antoja fácil de asimilar, ni agradable ni aún menos confiable.

¿ES REALMENTE LA INSEGURIDAD

UNA DIMENSIÓN TAN “NEGATIVA”?

Debemos admitirlo, la seguridad personal atrae y nos inspira. Nos gustan ese tipo de personas capaces de decidir rápido, de mostrar aplomo y una rauda capacidad de reacción en cada circunstancia.

Sin embargo, ¿es realmente acertado e incluso deseable estar siempre tan “seguros” de nosotros mismos?

La respuesta sería “sí, pero no”. La clave está en la mesura, en el equilibrio. Citando de nuevo al neurocientífico Dean Burnett, vale la pena hablar aquí de uno de sus libros más conocidos: “El cerebro idiota”.

En él se nos explica que, por lo general, la gente más ingenua o “estúpida” es la que suele mostrar mayor nivel de seguridad personal. Son perfiles incapaces de reconocer cuándo algo está mal o de aplicar un pensamiento analítico y reflexivo para valorar, previamente, el efecto de ciertas decisiones, acciones o comentarios.

Sin embargo, y aquí llega lo extraño y preocupante, “la personalidad idiota” suele tener mayor éxito social. Los directivos, altos funcionarios o políticos que muestran vehemencia, seguridad y firmeza en sus decisiones suelen aglutinar lo que muchos consideran como “capacidad de liderazgo“. Asumir esto es un auténtico peligro, porque a veces ponemos nuestro futuro en manos de personas incapaces de valorar las consecuencias de sus actos.

PERSONAS LÓGICAS

La inseguridad que nos atrapa e inmoviliza no es útil. Sin embargo, la inseguridad que nos indica algo como “detente, sé cauto y reflexiona antes de decidir” puede sernos de gran ayuda siempre y cuando, eso sí, nos ayude a tomar una decisión y no a atascarnos de forma indefinida.

Las personas inteligentes suelen tener grandes dificultades a la hora de gestionar esa inseguridad porque, como hemos dicho, suelen presentar una baja autoestima además de alguna de estas dimensiones:

* Analizan en exceso cada hecho, acontecimiento, palabra dicha, gesto o actitud.

* Presentan un tipo de pensamiento “arborescente”. Es decir, de una idea pasan a otra y luego a otra más, hasta quedar enfrascados en estados mentales sin salida.

* Son personas muy lógicas y necesitan que “todo encaje”, que todo tenga sentido. Cuando la vida, exige a veces que la aceptemos tal y como es, con sus irracionalidades, caos y extrañezas.

Por tanto, y para conseguir que la inseguridad no les deje aislados en el inmovilismo de sus sofisticadas mentes, es necesario que aprendan a tolerar las incertidumbres, la imperfección del comportamiento humano, así como la carencia de lógica

de muchos eventos de este mundo.

Además de todo ello, es vital que su inteligencia pase de esa frontera eminentemente “racional”, hacia esa inteligencia emocional donde dejar de infravalorarse o de autopercibirse como seres extraños, ajenos a una realidad que, aunque no lo crean, les necesita más que nunca para vencer “el virus de la estupidez humana”.