Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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UNA OPORTUNIDAD ÚNICA

Encuentro de parejas para cultivar el amor

Fortaleciendo el matrimonio. A veces, después de darse el “sí, acepto”, el ritmo de vida y las nuevas obligaciones afectan una relación. Ese es el momento de buscar fortalecerla y unirse más, apoyados y motivados en la fe católica.<BR>
Encuentro de parejas para cultivar el amor



El anterior domingo, al mediodía, Carmen y Rafael ingresan presurosos, agarrados de la mano, a la Catedral Metropolitana de Cochabamba, ubicada en la acera sur de la plaza principal 14 de Septiembre, para participar de la Eucaristía.

Ella, una mujer de mediana estatura, morena y pelo corto, tiene 55 años. Él, un hombre robusto que no supera los 170 centímetros de estatura, tiene la misma edad que su esposa y su cabellera gris testifica el paso de los años. Ambos ingresan y se sientan en la banca de la tercera fila frente al altar mayor.

A poca distancia se puede observar el lenguaje corporal de la pareja, que refleja un grado de unión y amor. Como luego ellos mismos explican, supieron esquivar los problemas matrimoniales y no permitir que la mala comunicación o el orgullo tenga espacio en su relación de pareja.

Carmen y Rafael se conocieron cuando terminaban el bachillerato. El destino los reunió en una cancha de voleibol del barrio y, tras algunos meses de amistad, comenzaron su romance.

Tres años después, un sábado de noviembre de 1983, el repique de las campanas de la Iglesia de Corazonistas, anunciaba su enlace matrimonial.

El tiempo fue transcurriendo, tras una década juntos y con tres hijos, la llama del amor empezaba a titilar. Justo en ese período, una tía los invitó para que asistan a un encuentro matrimonial.

Ellos aceptaron y participaron un fin de semana de retiro matrimonial. Después de esa experiencia, cada día y por decisión propia, comenzaron a cultivar su relación y apostar por su amor, con el apoyo y la guía de matrimonios servidores y del párroco de su iglesia, quienes los recibieron y encaminaron por un nuevo camino de comunión.

Hoy, luego de 35 años de haberse dado el “sí” en la Iglesia católica, “seguimos luchando por nosotros. No es fácil, al contrario, es una tarea de autorreflexión, pero con la ayuda de nuestra comunidad vamos sumando amor, tiempo e historias”, asegura Carmen.

¿Qué es el encuentro matrimonial de fin de semana?

De acuerdo a algunas personas que ya asistieron a uno de ellos es una experiencia diferente, que solo se vive en pareja, -y no necesariamente deben estar casados bajo las leyes o la iglesia-, pero si deben estar conviviendo juntos.

La organización de la actividad recae en 12 parejas, que voluntariamente se ofrecen para preparar las charlas y dinámicas que se preparan para un mejor desenvolvimiento del retiro.

Marcelo Ortega S. y Danitza Valdez M., con 30 años de vida conyugal, parti-cipan activamente hace 18 del grupo de encuentros matrimoniales. Tienen “la dicha”, como ellos lo manifiestan, de estar a la cabeza de la agrupación, que se distribuye las responsabilidades para alcanzar el éxito de esta jornada y colaborar en el fortalecimiento de estas parejas que son la base de sus familias.

Este 2018, hay 60 matrimonios activos pero hay muchos más, solo que se toma en cuenta a aquellas parejas que continuamente se están vinculando y que ofrecen su tiempo para participar de estos encuentros.

ENTRE CUATRO PAREDES

“No todas las parejas que llegan al curso están en la misma situación, muchas tienen problemas, otras no. Unas tienen varios años de matrimonio y otras apenas unos cuantos.

En realidad, nada de eso importa, porque es un encuentro individual, “por eso hay que saber guiarlos debidamente, para que cada uno redescubra sus emociones”, aseguran Marcelo y Danitza.

Los servidores matrimoniales aseguran que esta es una oportunidad que se toma individualmente, pero se vive exclusivamente en pareja. “A veces hemos olvidado cómo comunicarnos y necesitamos volver a recordar y aprender a hablar asertivamente”, asegura Viviana Medrano, miembro de la agrupación.

Es así como, en un ambiente privado, ambos cónyuges tienen sesiones de diálogo sincero y renovado; para llegar a ese punto se atraviesa por un análisis y una transformación interna profunda. “Antes de venir, rezaba para que mi esposo cambie; después del encuentro me di cuenta que yo también fallaba, desde entonces, aprendí a entenderlo y mejorar nuestra forma de hablarnos”, asegura Valdez.

Este año, la directiva cuenta con 12 parejas voluntarias, distribuidas en tres grupos, cada una de ellas se encarga de llevar adelante el encuentro mensual de “Fin de semana”, pero la logística se lleva en conjunto.

“Ninguno de los voluntarios recibimos un pago económico por la labor que cumplimos. Al contrario, a veces somos nosotros mismos los que donamos algo de nuestro dinero para poder realizar mejor las cosas”, dice Danitza Valdez.

FE A TRAVÉS DE LA RELACIÓN

Bajo el lema “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Juan: 15, 12), los voluntarios fijos se preparan intensamente para poder guiar a los matrimonios.

A partir del primer encuentro, aquellas parejas que quieren seguir formando su relación de la mano de la religión, siguen asistiendo a talleres y cursos, los que siguen un sistema que rige los encuentros matrimoniales a nivel mundial.

“El tiempo que invertimos en prepararnos como guías es una oportunidad para mejorar nosotros mismos, pero además para enseñar a escuchar, confiar y mejorar”, asegura Ortega.

Además de estas jornadas de preparación, el equipo está constantemente acompañado por un párroco, ya que la agrupación está bajo la bandera de la organización internacional, que sostiene que “La misión del Encuentro Matrimonial Mundial es proclamar el valor del matrimonio y del orden sagrado en la iglesia”. 

El padre Marcelo Bazán, prefecto de la Catedral, con 25 años de formación sacerdotal, es quien acompaña y vive en plenitud los retiros matrimoniales.

“Esta es una experiencia original, donde el religioso camina junto a las parejas, para que ambos fortalezcamos nuestros sacramentos. Hablo en plural porque yo también estoy casado con la Iglesia y debo cultivar mi amor y mi comunicación con ella”, manifiesta el párroco.

Al contrario de lo que muchos creen, este es un curso grupal pero de trabajo individual, que tiene sus frutos en pareja, en este encuentro nadie va a hablar de su intimidad. “Todo el trabajo que se realiza solo se comparte entre los esposos”, explica Bazán y añade que esta es una actividad diseñada para generar esperanza en parejas y “proteger el amor” de forma práctica.

ARRIBO A COCHABAMBA Y LUEGO AL RESTO DEL PAÍS

Hasta la fecha, el Encuentro Matrimonial Mundial tiene 20 países inscritos de América Latina.

La historia del movimiento en Bolivia nace gracias a Alex y Beatriz Quiroga, quienes radican en Estados Unidos. En 1974 tuvieron la oportunidad de vivir esta experiencia y se propusieron crear un núcleo en su país; es así como luego de un arduo año de preparación, con la colaboración de un sacerdote y dos parejas, una norteamericana y la otra mexicana, se instalaron en un hotel de Cochabamba y dictaron el primer encuentro en el país, en mayo de 1976.

Desde entonces, gracias al entusiasmo de las parejas y al compromiso de los sacerdotes con esta causa, los encuentros se expandieron a La Paz y Santa Cruz, donde se siguen impartiendo los cursos los fines de semana.

Oruro también recibió los cursos durante tres años consecutivos.

La ciudad de Sucre y la localidad de Guanay, en la provincia Larecaja al norte del departamento de La Paz, también fue sede de algún encuentro matrimonial.

En Cochabamba, “estamos activos desde 1976 y hasta el 2016 se inscribieron 2.500 parejas”, afirma con orgullo Marcelo Ortega.

EN EL MUNDO

La historia de este movimiento en el mundo surgió en 1943, cuando Jaime y Mercedes Ferrer Escola se casaron en Barcelona, España. Ellos buscaron una experiencia espiritual y en 1952 conocieron al padre Calvo, quien se interesó en ayudarles. A partir de ese momento comenzaron las reuniones.

El primer Encuentro Conyugal se realizó en Castell de Cordera, Barcelona, en enero de 1961, con 27 matrimonios todos pertenecientes a la clase obrera; de ahí, se esparció por todo el mundo.