María Esther Maldonado “Terso”, la primera baterista
VIDA DEDICADA AL ARTE
LARGA TRAYECTORIA
Tiene una sonrisa que ilumina el espacio en el que se encuentra. El semblante de una mujer fuerte, vivaz y valiente que, desde niña demostró su determinación.
María Esther Maldonado Rodríguez, nació el 20 de febrero de 1958 en La Paz, es hija Francisco Maldonado
y Elsa Rodríguez. Su padre era chileno y su madre peruana,
Comenzó su carrera artística muy niña. A los nueve años ingresó a la Escuela de Arte Carmen Bravo en La Paz, para pasar clases de ballet clásico.
Paralelamente, su hermana mayor tocaba las castañuelas y, como ella era aún muy pequeña comenzó tocando los lápices que encontraba, demostrando así el buen ritmo que tenía.
En la navidad de 1967 sus papás le regalaron una batería de juguete que posteriormente se convirtió en una real, gracias al empeño que ella depositaba al tocar ese instrumento. Ese fue el inicio de su pasión por la música.
A los 10 años se contactó con el conjunto Los Ecos, al enterarse que ellos requerían un baterista. Fue a su ensayo junto a su mamá y su hermana a audicionar y después de acompañarlos en algunas canciones ese día, finalmente la aceptaron como baterista oficial.
FIGURA LATINOAMERICANA
En 1968 realizó su primera presentación en la radio Méndez, consiguiendo un éxito total. Comenzaron a grabar discos y las repercusiones no se dejaron esperar; fue invitada a Chile y Perú por ser la primera mujer baterista latinoamericana, obteniendo de ese modo varios reconocimientos a su corta edad.
Entre sus anécdotas están el haber tocado para el presidente René Barrientos Ortuño y Alfredo Ovando Candia. Además, recuerda como
un momento transcendental cuando se presentaron junto a Los Ecos durante la primera transmisión de televisión en Bolivia.
PASANDO FRONTERAS
En 1973, junto a su familia, se mudó a Argentina por motivos de trabajo de su padre. Allá ingresó a la Academia Nacional de Danza Argentina durante seis meses. Para no dejar la música formó su propio grupo llamado Aletias
en Buenos Aires, con los que grabó
un disco. Al volver a Bolivia en 1976,
se encontró con un ambiente musical diferente, lo que la llevó a dejar la música y reencontrarse con su primera
pasión: la danza.
DETERMINACIÓN Y PERSEVERANCIA
Cuando terminó el bachillerato se encontró en una encrucijada: estudiar medicina o dedicarse por completo a la danza. La decisión que tomó determinó el transcurso de su vida y no se arrepiente ni un solo minuto: bailaría con alma, vida y corazón.
A PASO FIRME
Ya establecida en La Paz nuevamente. formó parte del Ballet Folklórico Nacional de La Paz junto al director Manuel Acosta con quien aprendió danzas bolivianas, latinoamericanas y europeas.
Estuvo alejada del arte por tres años
debido al nacimiento de su primer hijo Beymar.
Por motivos de trabajo de su exesposo viajaron a Santa Cruz donde creó la materia de Danzas Folklóricas en el Colegio Camino del Saber en 1989 y desde ese momento no paró más.
A fines de ese mismo año llegó a Cochabamba donde fundó el Colegio Domingo Savio, en el que también implementó la materia de danzas.
Los primeros meses de 1990 se hizo cargo del Taller de Danzas y Ballet Municipal de Cochabamba.
Inmediatamente comenzó a impulsar la clases logrando cuatro presentaciones al mes en el Teatro Achá.
Posteriormente, en 1993, comenzó a dar clases de la materia de danzas
en el Colegio Instituto Americano.
Ese mismo año nació su segunda hija Gabriela.
En 1994 fue invitada a la Universidad Mayor de San Simón a dar clases de tarqueada, institución en la permanece hasta ahora. Viendo la necesidad de tener un ballet dentro la universidad se contacto con la jefa del Departamento de Cultura, Vicky del Granado, para presentar su proyecto y, el 17
de julio de 1995, se crea oficialmente
el Ballet San Simón.
LOGRO TRAS LOGRO
Desde el momento que asumió el cargo de Directora del Ballet San Simón, se dedicó de lleno a formar artistas de la danza. Una de sus principales inquietudes siempre fue que se entienda todo el significado que envuelve una coreografía.
“ Yo veo el folklor como un arte, algo
que identifica plenamente al país ante
el mundo”, “para mí, bailar no es ir y moverse, es hacer arte”, explica María Esther Maldonado.
A lo largo de su recorrido fue cosechando éxitos junto al ballet. El 2000 ganaron el tercer lugar en un concurso mundial de danza en Italia. Más tarde, el 2002, obtuvieron el primer lugar en el mismo concurso gracias a la diablada que presentaron. Además, viajaron a Estados Unidos, España, Roma, Brasil, entre otros.
“En una coreografía es uno que está ahí, es tu esencia, es tu sentir, es como un poema y eso solamente lo tienen los artistas“.
MADRE, PROFESIONAL, AMIGA Y MAESTRA
50 años después de embarcarse en este mundo, María Esther hace un recuento de su vida y su trayectoria
y menciona: “Lo mejor que me pasó
es que Dios me cree artista, porque
los artistas le ponemos la chispa de vida al mundo, imagínate un mundo sin artistas“.
Pero no todo es felicidad, la ingratitud que a veces te deja el medio es un devenir. “Los artistas somos muy solitarios, vivimos una vida bastante triste porque despues del éxito terrible volvemos a la realidad“, “Es una constante búsqueda del aplauso del público, literal“ comenta.
Visiblemente emocionada cuenta: “La sensibilidad de mi papá, es lo que me hace feliz en el fondo, porque yo soy esto y soy feliz con esto, no necesito más, no me preocupo por más“
Ella se describe com o una persona compleja. En la parte artística es muy perfecccionista y exageradamente
creativa. Como persona se define extrasensible, auténtica, de un carácter explosivo y muy puntual. Como mamá,
a diferencia del ámbito artístico, es
más seria, pero siempre brindándoles amor en los momento oportunos.
Entre otra de sus paisiones están los animales, por eso tiene planes a futuro de crear una casa albergue para perros y gatos de la calle, Otro de los objetivos que tiene después de jubilarse es reunirse con su grupo Los Ecos, volver a tocar con ellos y así continuar con el arte hasta donde el cuerpo y la vida le permitan.