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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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Elizabeth Schwimmer Benefactora de la música y del arte

Trayectoria. Esta artista cochabambina ha trascendido en la cultura boliviana, demostrando perseverancia en aquello que la apasiona: “la música”.<BR>
Elizabeth Schwimmer Benefactora de la música y del arte



Un día, cuando tenía siete años, Eli-zabeth escuchó tocar a su madre el acordeón, desde el rincón del cuarto. Su alegría fue tanta que no pudo conformarse con observarla solamente, corrió a su dormitorio y sacó una acordeón más pequeño de juguete, se acomodó cerca de su progenitora y comenzó a tocar junto a ella. Tenía buen oído y le encantaba la música

Elizabeth Schwimmer Carrilo, tiene ascendencia húngara; Alejandro, su padre, era ruso y Raquel, su madre, boliviana.

Nació en Cochabamba, Bolivia, en 1959. Es la mayor de sus cuatro hermanos: Carlos, Silvia, Sandra y Ruth. Educada dentro de un entorno muy ameno y vinculado con el arte, Elizabeth creció en un ambiente familiar donde aprendió a apreciar la música desde muy tierna edad.

Con una mirada rememorativa, como si volviera a visualizar aquellos almuer- zos con su familia, comenta: “Mi papá era químico biólogo, tenía un laboratorio de análisis clínico, y cuando llegaba a la casa para el almuerzo, iba directo a poner música clásica, sinfónica u ópera al fonógrafo; almorzábamos con música y casi siempre nos explicaba qué era lo que estábamos escuchando y de quién era el compositor. Muchas veces ponía “Carmen”, que llegó a ser una de mis óperas favoritas”.

Seguramente, estar en ese ambiente familiar cálido y escuchar a su padre explicar sobre las obras musicales motivaba y alimentaba la curiosidad de Elizabeth por la música.

Pero además, ella contaba con el talento de su madre quien tocaba el piano y el acordeón. De esa familia talentosa provienen sus recuerdos más preciados de la infancia.

“Mi mamá era huérfana de padre, pero mi abuela puso a todos sus hijos en una escuela de bellas artes en Santa Cruz, que es similar al colegio Laredo; ella aprendió piano y acordeón y todos mis tíos tocaban los mismos instrumentos”.

“Ella tenía su acordeón y algunas tardes se ponía a tocar música gitana y rusa, me encantaba. Cuando podía me sacaba el acordeón más pequeño y me ponía a tocar al lado de ella”, recuerda Elizabeth.

Es así que viendo el vivaz interés de ella por la música, una tarde, sus padres decidieron sorprenderla obsequiándole su primer piano, cuando tenía siete años.

Estar motivado por aprender impulsa al ser humano a obrar de diversas maneras y a depositar confianza y cariño en lo que se quiere conocer, lo que conlleva un arduo entrenamiento y una disciplina constante. Para Elizabeth tener que aprender las lecciones en su piano, cada día, representaba una oportunidad de conocerlo y, para ella, tocar su piano era una alegría y también un reto. Comenta con entusiasmo: Desde pequeña me pasaba el tiempo estudiado mucho sobre piano, porque me gustaba, nunca me tuvieron que decir “tienes que ensayar”, ni mis papás ni mis profesores, siempre estaba lista para hacerlo”.

Poco después, la segunda profesora de piano que tuvo Schwimmer, María D´Angelo, la animó y preparó para que comience a preparar repertorios más complejos en piano, y pronto aprendió varias piezas de Frédéric Chopin , Muzio Clementi, entre otros.

Uno de los pilares fundamentales para Elizabeth ha sido su familia que constantemente la fue apoyando. A sus 12 años, su familia se mudó a México, donde la artista comenzó sus estudios en el conservatorio de música de la Universidad Mexicana de Guadalajara.

Después de cuatro años, en 1977, a la edad de 16 años obtuvo su primer título como Instructora de Música. Sin embargo, el largo trayecto de su carrera como pianista apenas empezaba. En 1978 decidió irse a estudiar a la Christian University Fort Worth, en el Estado de Texas , donde estudió piano, durante cuatro años, con el profesor Tamas Ungar, y clavecín con William Tinker.

Llegó a obtener el grado de licenciatura en piano a sus 21 años, posteriormente cursó una Maestría y años después retornó a Bolivia.

Elizabeth no se separó de la música. Es así que, cuando regresó a Cochabamba, decidió emprender un reto más agudo junto al flautista alemán Benjamín Kiersch, crearon el “BachFest”, un complejo festival dedicado exclusivamente a la interpretación y estudio de la música de Bach, y que hasta el día de hoy no ha cesado.

Y es que el carácter y la tenacidad de Elizabeth le han permitido a sus 58 años de edad continuar con la fuerza necesaria para seguir tocando el piano y dirigir el Bach Fest, superando incluso dificultades en su salud, que en cierto momento dejaron su vida en el umbral de la incertidumbre. “Siempre he salido adelante y he logrado vencer cualquier adversidad, me considero una persona luchadora no me dejo vencer”.

Recorrido

Elizabeth realizó una maestría en Hartt School  of music, en Harford, Connecticut, en los Estados Unidos de Norteamérica. 

Gracias a su dedicación por la música ha conocido países como Austria, Suiza, Inglaterra, Alemania, España y Estados Unidos.

Fundación Schwimmer

Cuando Elizabeth retornó a Bolivia asumió un nuevo reto: hacerse cargo de la “Fundación Arnoldo Schwimmer”, que le fue heredada por su tío. En julio de 1996 comenzó a impulsar actividades de fomento a la cultura y el arte.