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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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¿Es bueno que los niños se ensucien?

Desde el punto de vista de la ciencia. En los primeros años de vida, nuestro sistema inmune necesita exponerse a los microbios para aprender a combatirlos. Es saludable, solo hay que informarse un poco más acerca de este temor.<B
¿Es bueno que los niños se ensucien?

APRENDER HACIENDO

Los niños no solo aprenden cuando se les enseña. Aprenden haciendo. Con las manos en la masa, descubriendo y al mismo tiempo soñando.

Para un niño de dos años, no ensuciarse es imposible. El contacto físico con la realidad le provoca sensaciones que ningún juguete puede imitar. Entonces… ¿Por qué los padres no concedemos valor pedagógico a las manchas e intentamos evitarlas?

Con la limpieza y la desinfección.

Si bien nadie discute que eliminar los microbios del agua o pasteurizar la leche ha ayudado a reducir la mortalidad infantil y ha salvado millones de vidas, llevar la pulcritud al extremo puede tener consecuencias negativas. Es lo que defiende la hipótesis de la higiene, y cada vez hay más estudios que le dan la razón.

Sin ir más lejos, hace poco un equipo de alergólogos suecos demostró que los niños que viven en casas donde se lavan los platos a mano y se compra comida directamente de las granjas sufren menos casos de asma, rinitis, conjuntivitis y eccemas en la piel. Otra investigación reveló que los niños que crecen en medios rurales y en contacto directo con animales desarrollan menos alergias que aquellos que habitan en la ciudad, sobre todo si en sus sábanas habitan microbios. Además de que también presentan menos casos de enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple, la diabetes y la psoriasis.

Sucios y robustos

Aunque parece un fenómeno contradictorio, tiene su lógica. Existen ciertos linfocitos, normalmente encargados de responder a los parásitos, que alcanzan cantidades demasiado altas en los niños que viven en ambientes sumamente limpios. Es necesario que exista un contacto temprano con los microorganismos para que nuestro sistema inmune tenga las proporciones correctas y aprenda a autorregularse. De lo contrario, la superpoblación de células especializadas en defendernos de agresiones externas puede hacer que nuestro organismo sea demasiado sensible

y tienda a reacciones exageradas frente a sustancias y microbios

inocuos.

Los inmunólogos aseguran que los microorganismos con los que evolucionamos los seres humanos cuando vivíamos en contacto con la naturaleza asumieron el rol de poner a punto los mecanismos regulatorios que permiten que nuestras defensas actúen como es debido. Si los eliminamos con una pulcritud extrema, casi obsesiva, el sistema inmunológico se descontrola. Y puede atacar a moléculas inofensivas, como partículas de polvo, e incluso a células propias.

La conclusión es clara: hay que permitir que los niños se ensucien para que crezcan sanos y fuertes.

Déjales que se metan

el dedo en la boca

El beneficio que esto supone fue demostrado hace poco por investigadores de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda). Tras realizar un exhaustivo seguimiento de la salud de más de un millar de sujetos desde que nacieron hasta que llegaron a los cuarenta años, probaron que aquellos que se chupaban el pulgar y se mordían las uñas a los cinco, los siete e incluso los nueve años, sufrían un 31 por ciento menos de alergias cutáneas. De nuevo, porque aumentaban su exposición a los microbios.

¿Y qué hacer con los dulces o chupetes que se caen al suelo? Nada de hervirlos para esterilizarlos. Es preferible que los padres los limpien metiéndoselos en la boca. Los bebés cuyos progenitores tienen este hábito desarrollan asma ni dermatitis.

Según los investigadores, se debe a que los microbios que les transmiten los adultos a través de la saliva estimulan positivamente a su inmaduro sistema inmune.

¿BENEFICIOS DE SALIR AFUERA CUANDO LLUEVE O HACE FRÍO?

Los niños aprenden a autorregularse. Favorecer que los niños jueguen en el exterior en cualquier época del año permite a los más pequeños sentir el frío y el calor, valorar si van demasiado abrigados o demasiado poco, aprendiendo así a vestirse por sí mismos para cada estación.

Además que cuando llueve es importante no decir inmediatamente a los niños “agarra el paraguas para salir”. Con anunciar que llueve es bastante. Ellos pensarán, entonces, que necesitan un paraguas, un impermeable, botas… Si deciden salir sin nada, probablemente comprobarán que se están mojando y volverán a buscar lo que necesitan. Es una forma de potenciar su autonomía y de darles la oportunidad de empezar a cuidarse por sí solos.

Foemntan la ceatividad. En un día de lluvia se pueden hacer cosas distintas y las de siempre, se pueden hacer de otra forma. Se dibuja mejor con tronquitos sobre un suelo de tierra mojada que sobre uno seco, por ejemplo.

Aprecian mejor los cambios de estaciones. Últimamente hay una legión de niños que pasan de casa a la escuela, de la escuela a extraescolares y de ahí a casa de nuevo. Apenas han pisado la calle y mirado hacia el cielo. Viven los cambios de las estaciones a través de los clichés típicos que se transmiten en la escuela o en la decoración de los establecimientos… ¿pero de verdad observan que sucede ahí fuera?

Hay un montón de preguntas que

hacerse al aire libre, para aprender sobre las estaciones. Por ejemplo:

¿Sólo hay hojas marrones en otoño? ¿O sigue habiendo pinos verdes?

¿Cómo sobreviven los animales al invierno? ¿Qué comen? ¿Los hay que duermen hasta primavera?

¿En invierno siempre hace frío o al mediodía puede salir un sol calentito? o ¿En qué época del año usan más las botas de lluvia?

Potencia que los niños hagan

ejercicio. Ello les ayuda a dormir mejor, reduce la obesidad infantil y mejora el sistema inmune.

¿Qué más se puede pedir?

En resumen, aprovechar la oportunidad que nos brindan los cambios de estaciones para favorecer que nuestros hijos salgan afuera y aprendan a adaptarse a ellos es una gran idea. Los peques serán más resilientes y positivos en la vida.

Importante

Los pequeños se sorprenden, enfadan, frustran y superan a sí mismos cuando tocan, amasan, agarran, sueltan, crean, destrozan...

Numerosos estudios lo corroboran: los niños que no mantienen un contacto directo con el mundo no se adaptan adecuadamente a él. Entre sus materiales favoritos están la tierra, el agua, el lodo, la hierba... y con razón. Jugar con la tierra les ayuda a liberar tensiones y desarrolla su creatividad; y en contacto con el agua se liberan emociones.

Además, al experimentar aprenden de sí mismos, de sus capacidades y límites. Así que… ¿por qué nos empeñamos en limitarles el juego para que no se manchen?

Cuestión de salud

La higiene es importante, por supuesto, hasta cierto punto. Pero si nos pasamos de largo… estamos perjudicando seriamente la salud de los niños. De un lado la salud física, ya que su sistema inmunitario se queda en el paro y sin trabajo, de forma que tiene que inventárselo para seguir activo y empiezan a surgir así más casos de alergias o asma. De otro lado su salud emocional. Por ejemplo, el contacto de los niños con el barro y la tierra hace que su cerebro genere más serotonina, lo cual incrementa sus niveles de felicidad y la capacidad de concentración.