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Edith Osinaga: Bioquímica y quillacolleña “de cepa”

Labor eminente. En 2012, el Senado de Bolivia declaró al 24 de agosto como el Día del Bioquímico Boliviano, en pos de destacar el aporte de los profesionales de este ramo, tal es el caso de esta prestigiosa exautoridad universitari
Edith Osinaga: Bioquímica y quillacolleña “de cepa”



Al recorrer ahora el extenso campus de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) resulta difícil imaginar que en sus inicios esta institución no tenía aulas propias (utilizaba las del Colegio Sucre), o que en algún momento posterior, apenas abarcaba un pedazo de un manzano (parecido al que ahora ocupa el comedor universitario).

Hoy, entre las muchas edificaciones que la componen, está una que, paradójicamente, llama la atención por no atraer miradas. Rodeada por otras, más altas y jóvenes, esta modesta construcción tampoco utiliza artificios para identificarse, apenas una pequeña plaqueta de bronce con su nombre, “Edificio Principal de la Facultad de Bioquímica y Farmacia”, y los de las personas que propiciaron su levantamiento; entre ellas, el entonces rector, Alberto Rodríguez, y Edith Osinaga, decana de dicha facultad.

Como el edificio que ayudó a erigir, Edith es discreta y reservada, firme y fuerte, de pie y cumpliendo su misión sin esperar felicitaciones por ello ni pena por reconocer su legado.

EN LA TIERRA DE LA VIRGEN

“Yo nací el año 1941, el 19 de junio, en esta provincia, en esta casa [su domicilio]. Yo soy quillacolleña de cepa”, expresa Osinaga, a modo de presentación. Tras sus estudios de bachillerato (en su municipio de origen y luego en una escuela secundaria de Cercado), se inscribió en la carrera de Bioquímica en la UMSS, donde repuntó como la mejor estudiante de su facultad (llegando a ser acreedora del Premio Jaime Laredo Unzueta).

Posteriormente, Edith se trasladó a Brasil, para realizar sus estudios de postgrado en la Universidad de San Pablo (Brasil), especializándose en Microbiología. Esta etapa (que duró cinco años) coincidió con la peor fase del gobierno dictatorial de Hugo Banzer Suárez, por lo que no la afectó directamente. “Retorné con muy buena suerte, porque cuando se reabrió la universidad se hizo un llamado a concurso de méritos y exámenes de competencia, en todas las cátedras y las facultades; entonces, gracias

a ello gané en la Facultad de Farmacia y pude hacerme cargo de la cátedra

de Microbiología III”, cuenta. Así titular desde el principio, comenzó una brillante carrera docente.

“Fue una experiencia muy linda”, apunta sonriendo, pese a que en ese punto, ella ya se veía dividida entre el trabajo, la universidad y su hogar. “Me casé en Brasil, con mi exesposo. Tengo dos hijos, una es médica pediatra y el otro es ingeniero agrónomo, ambos formados en nuestra universidad”, cuenta.

UNIVERSIDAD MILITARIZADA

Cuando debe describir el periodo siguiente al golpe de estado de Luis García Meza, en 1980, Osinaga

utiliza la palabra “terrible”.

“Primero, muchos docentes fueron echados de la universidad. Los únicos que quedamos fuimos los que trabajábamos en la asistencia al público. Yo era encargada del Laboratorio de Microbiología, a la vez que docente, así que no paré. Sin embargo, tuvimos un rector militar, y lógicamente, encargados militares en cada facultad, donde nos controlaban todo...en sí, no teníamos derecho a expresar nada”, relata.

En ese clima de coerción, Edith fue becada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), para un curso de Microbiología de Alimentos en Brasil, por lo que dejó el país por segunda vez.

AUTORIDAD FACULTATIVA

Una vez restablecida la estabilidad en San Simón, Osinaga pudo retomar la carrera universitaria con nuevas ambiciones. “Yo estaba entonces como miembro del Consejo Facultativo, y pedí que se elija al jefe del Departamento de Farmacia por concurso de méritos y presentación de un proyecto, que no sea un nombramiento por simpatía del decano, nada de aquello; hice aprobar eso. Y así fue, y gané el concurso”, recuerda.

Así, tras su gestión como jefa de esa unidad, ya perfilándose como líder facultativa, Osinaga candidateó para convertirse en Directora Académica, ganando la elección.

Finalmente, animada por estudiantes y colegas docentes, Edith se postuló al máximo cargo facultativo. “Y gané el Decanato”, cuenta. Este periodo no solo fue exitoso para la bioquímica, sino que también para su facultad, misma que experimentó un notable crecimiento a partir de las reformas y proyectos impulsados por Osinaga.

“Tengo la satisfacción de haber entregado a mi facultad, con la intervención de algunos docentes más, el primer diseño curricular. Se elaboró un perfil profesional, eso gracias a la ayuda de Justi Tezanos Pinto, ella fue quien me impulsó, quien me empujó”, relata, agregando que Tezanos –educadora a la que conoció mientras realizaba la primera maestría en Educación Superior de la UMSS– contribuyó de forma importante a esta iniciativa.

Igualmente, en la gestión de Edith se realizaron el primer diplomado y la primera maestría de esa facultad.

“Y tuve la suerte de que esa primera maestría fue financiada por la Comisión Universitaria para el Desarrollo (CIUF-CUD), la agrupación de universidades belgas”, indica.

Con la inversión extranjera asegurada (que también cubría la participación de docentes europeos. “Así, se hizo el primer curso de maestría en Biología Molecular y otro en Microbiología, conjuntamente con la Facultad de Medicina”.

De hecho, fue la exigencia de una buena infraestructura la que propició la construcción del edificio. “No sé si lo volvería a hacer... derribé todos los laboratorios que habían de la facultad, y en seis meses levanté un edificio de tres pisos. Con el poco dinero de la matrícula y, claro, una parte me ayudó el Rectorado”, describe. “Infelizmente, cuando terminó el primer año [de la maestría] yo ya me jubilé, no vi a los primeros magísteres de mi facultad”, admite con pena. Pese a todo, como la edificación, el legado de Edith permanece callado, pero aún firme.