Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
  • Actualizado 11:10

PERSEVERANCIA. ENTRE LOS MUCHOS LOCALES COMERCIALES DEL CENTRO DE NUESTRA CIUDAD, ESTÁN LOS QUE HAN RESISTIDO EL EMBATE DEL TIEMPO Y LAS NUEVAS DINÁMICAS DEL MERCADO COCHABAMBINO, GRACIAS AL CARÁCTER Y CONSTANCIA DE LAS MUJERES Y HOM

Julieta García Pardo: la mujer detrás del bazar

Julieta García Pardo: la mujer detrás del bazar



Sobre la calle Jordán, en el llamado “Casco Viejo” de la ciudad, entre bancos y puestos de venta, está el antiguo Bazar Julieta, un pequeño espacio saturado de colores y texturas. Detrás de su mostrador, cada día, oculta entre listones de encaje y cintas, está la figura de su dueña, Julieta García Pardo, la mujer al mando de este negocio desde hace medio siglo.

Nacida en Tarata, el 30 de julio de 1933, la tercera hija de Eliseo García y Segundina Pardo conocería pronto sobre la necesidad y la fuerza. A raíz del robo perpetrado en su casa, cuando ella era una niña, su padre decidió irse a Llallagua (Potosí) en busca de oportunidades laborales, llevando primero a sus hijos menores, Julieta y Félix. Su esposa y otros dos hijos –Eufronio y Héctor– se les unirían poco después.

Aunque muy diferente al tibio valle, el nuevo hogar de Julieta se le hizo muy acogedor, ayudó que se entregara al deporte. Para sus 16 años, Julieta era tan buena basquetbolista que llegó a formar parte de un equipo de la Asociación Municipal de Básquetbol de Llallagua.

Muy joven, Julieta se casó con su primer esposo, Marcos Orgaz, con quien tuvo a sus hijos María Luisa y Fernando. Lamentablemente, el matrimonio se desintegró. Con la tutela principal de sus niños, Julieta vio que si quería asegurarles una existencia digna, debía encontrar sus propios medios de vida, por lo que se trasladó de regreso a Cochabamba.

Ya en la ciudad, adonde sus padres también se habían mudado, Julieta buscó trabajo y lo encontró en una fábrica de calzados, donde, a pesar del poco sueldo que le reportaba, se quedó por casi dos años. Para este punto, tenía claro el siguiente objetivo: ser autosuficiente, no solo económica, sino administrativamente.

HILANDO EL BAZAR

“Mi tía fue quien me sugirió viajar para traer mercadería”, recuerda Julieta, en relación a su tía Josefina, quien ya tenía algunos años importando bienes comerciales desde Villazón. Animada por ella, Julieta realizó su primera travesía empresarial, por ferrocarril, hacia Argentina, a mediados de los 60s.

En Buenos Aires, adquirieron cantidades adecuadas de ropa fina, que trajeron de vuelta y vendieron con éxito a comerciantes de “La Cancha”. “Ya habían casetas para ese entonces”, hace memoria.

Con poco más de 30 años, Julieta estaba adquiriendo la autonomía con la que muchas mujeres de la ciudad solo podían soñar. Aún así, reconoce que no fue un logro gratuito. Julieta recibía cada vez más solicitudes de importación, de modo que los viajes mensuales se hicieron más frecuentes.

“Tenía que dejar a mis hijos, con mi mamá”, cuenta, mirando de reojo a María Luisa, quien, como hija mayor, recuerda bien lo duras que resultaban esas ausencias. “Me acuerdo que me soñaba que mi mamá se iba y no regresaba, despertaba asustada. Uno siempre teme eso de niño, ¿no?”, relata María Luisa. La familia resistió, y la perseverancia recompensó.

Además de ropa, Julieta comenzó a traer encajes y botones de primera calidad, encargados por la dueña del bazar “Irma”. Establecida la amistad entre ambas, fue ella quien le ofreció a Julieta venderle una de sus sucursales, ubicada en la calle Jordán.

¡Un negocio propio! García aceptó y así, el año 1967, abrió su propio bazar, al que llamó “Julieta”.

EL CONTRABANDO ATACA

A la cabeza de su bazar, Julieta se entregó de lleno a sacarlo adelante. Con una cartera de clientes leales, continuó importando material de costura de calidad, requerido especialmente por confeccionistas y diseñadores de moda, tantos que ya no recuerda sus nombres; pero a la memoria de María Luisa viene el de Jorge, un pintoresco modisto asiduo a la tienda.

Pero la bonanza no duró para siempre. Si antes la ropa se mandaba hacer para obtener piezas únicas, hoy se la busca lista y barata. “Ya no se vende como antes”, sentencia García, señalando al contrabando y la preferencia por ropa usada como las causas del bajón que han sufrido los negocios involucrados en el proceso de confeccionar prendas de vestir. Con expresión de nostalgia, Julieta describe los días en los que ni con cuatro ayudantes podía atender a todos los modistas y aficionados a las telas. “Era lleno, había días en los que hasta reclamaban porque tenían que esperar un poco para ser atendidos, y eso que teníamos cuatro muchachas”, añade María Luisa.

Hoy, llegan como cuenta gotas, pero los que van lo hacen por fidelidad y cariño. En realidad, a pedido de sus hijos y nietos, Julieta ha considerado dejar el bazar, venderlo, y dedicarse a disfrutar de una larga vacación, pero aparte de que sus clientes le piden no hacerlo aún, ella sabe que perdería parte importante de su vida.

Tras medio siglo entre botones, cintas de colores, hilos de varios grosores, agujas y otros tantos pequeños y delicados insumos del buen vestir, ella no puede imaginarse en otro espacio. Aquí es donde ella reina, aquí es donde sabe dónde está cada pequeña cosa. Mientras para cualquier otro sería como “buscar una aguja en un pajar”, para ella sería tan fácil como buscar... una aguja en su bazar.

Familia futuro

Los padres de Julieta fueron Eliseo García y Segundina Pardo. Sus hermanos son Eufronio, Héctor y Félix. 

Tiene tres hijos:

María Luisa,

Fernando y Milenka. Como toda abuela, es muy “querendona” de todos sus nietos, pero Luis Alberto, hijo de Fernando, destaca por ser el que más voluntad ha mostrado por continuar el negocio de Julieta. Formado en 

Ingeniería Comercial, aspira a modernizar y expandir el bazar.

Amigos red social

No Facebook, una real, tejido con agujas y botones. Destruyendo esa mala fama atribuida a los qhochalos de envidiosos y mañosamente competitivos, Julieta afirma que siempre encontró en sus colegas de “El Gato Blanco”, “Irma” y muchos otros, buenos colaboradores y amigos sinceros, a quienes podía acudir para siempre encontrar solidaridad. A su vez, asegura, ellos podían esperar lo mismo de parte de ella.