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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Lecturas sutiles Feminicidio y responsabilidad subjetiva

Lecturas sutiles Feminicidio y responsabilidad subjetiva
Cada vez con mayor regularidad encontramos en los medios agresiones de todo tipo ejercidas por hombres hacia mujeres.

Estos crímenes anotician de un momento de enorme tensión entre las posiciones sexuadas que han caracterizado la subjetividad en

el último milenio. Posiciones que experimentan, en la actualidad, un período crítico en su devenir.

En la perspectiva del Psicoanálisis, la posición sexuada es resultado de una elección inconsciente que recae sobre una modalidad de goce, una forma de gozar del cuerpo.

Esta conlleva el consentimiento a un orden dis- tinto del natural: el orden simbólico, que regula ese goce introduciendo en su funcionamiento una pérdida, que en psicoanálisis llamamos castración. Así afirmamos que un hombre funciona como tal en la medida en que ha subjetivado la castración.

Históricamente su sujeción a esta ley encontró lugar en la relación con el padre.

En el padre hallamos, en este sentido, dos

dimensiones: una en la que funciona como agente de una operación normalizadora; y otra en la que funciona como soporte identificatorio del sujeto.

Es así que hasta no hace muchas décadas “lo masculino” era resultado de la gravitación de la figura paterna.

Y es con este andamiaje que un hombre podía sostenerse como tal ante lo hétero, lo femenino.

Eso Otro ha sido históricamente significado con la misma clave que sostenía la posición masculina: como un partenaire habitado por una falta que el hombre, el macho, puede colmar. Los prototipos de lo masculino y de lo femenino se han sostenido durante siglos en esta lógica “fálica”.

Ahora bien. El siglo 21 es testigo de la pérdida

de incidencia del orden simbólico que regulaba la relación entre los sexos. Ese orden (falocén-trico y patriarcal) es denunciado como mera convención.

Esto conlleva una caída de la incidencia del padre que arrasa con las certezas en las que la posición masculina se sostenía.

Es por eso que hoy se verifica la existencia de sujetos que no logran estabilizar una modalidad de goce satisfactoria ni consolidar una relación con modelos identificatorios masculinos y que, en consecuencia, no pueden sostenerse en una escena concreta de deseo, con un partenaire. Real.

No es de asombrarse, entonces, que incluso con pastillas que aseguran una erección se padezca de anorgasmia.

La “relación” entre los sexos no hace más que empeorar desde el momento en que las mujeres tampoco se sujetan a los roles que el anterior orden les tenía destinados. Y se afirman deseantes, y desestiman al macho y su goce como rector del suyo propio.

Y el macho, desubicado, angustiado (sobre todo angustiado) busca una salida a este desencuentro afirmándose en la violencia de un acto criminal cuyo propósito es el dominio de eso otro que

lo angustia.

El feminicidio no es un acto de violencia ciego o irracional. Obedece, en trazos gene- rales, a una lógica y entraña, cada vez, una

responsabilidad que los sujetos de las nuevas masculinidades deben asumir de una manera indeclinable.



NOTA: Para cualquier consulta o comentario, contactarse con Claudia Méndez Del Carpio, responsable de la columna, al correo electrónico [email protected]

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