Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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6 DE JUNIO. A TRAVÉS DE CUATRO HISTORIAS DE VIDA SE QUIERE REALIZAR UN SINCERO RECONOCIMIENTO A LA LABOR DE LOS EDUCADORES, QUE DEDICAN GRAN PARTE DE SU VIDA A LA EDUCACIÓN Y FORMACIÓN DE LAS NUEVAS GENERACIONES.

Homenaje a los educadores. Maestros, 100 por ciento vocación

Homenaje a los educadores. Maestros, 100 por ciento vocación

Muchos recuerdan la etapa escolar como la mejor de sus vidas. Un tiempo especial, en el que se fusionaron las vivencias en el hogar con las primeras experiencias sociales; un tiempo en el que se ganaron amigos a través de los juegos y nuevos conocimientos gracias a los maestros o profesores.

Hombres y mujeres que aprendieron a nutrir su alma con la risa de los niños y jóvenes, y que fueron sembrando sus conocimientos para cosechar frutos.

Hoy, a dos días de celebrar el Día del Maestro Boliviano, mediante cuatro historias de vida, se rinde homenaje a aquellos profesores jubilados, que luego de décadas de servicio, terminaron su misión y viven del recuerdo de esos viejos tiempos y del cariño que recogieron de sus alumnos, hoy adultos, que aún los detienen en la calle para saludarlos y reconocer con gratitud su entrega.

¡Feliz día a todos los profesores que trabajan y trabajaron con la esperanza y el abrigo de una labor comprometida!

Luchando por ser maestra

“Señorita Tere”, así la llamaban los niños que cursaron el ciclo básico en el escuelita “14 de Septiembre” del turno tarde. Ingresó a trabajar a los pocos años de haberse titulado de la Normal como maestra de básico y se quedó allí 42, de donde se jubiló como directora del establecimiento.

A sus 88 años, María Teresa Ángela Sánchez López camina con andar cansino, pero con una mente lúcida. Ella nació en Cochabamba, un día del mes de agosto de 1928.

A pesar de la lejanía de ese tiempo, tiene recuerdos vívidos de los años de infancia que compartió junto a su familia, de su época estudiantil y de sus travesuras en el colegio Irlandés; así como, del sacrificio de su padre para que ella pueda cumplir su mayor sueño, ser profesora. “Desde niña jugaba a ser maestra, al principio, mi papá (José) deseaba que estudie medicina. Al final... me apoyó en todo”.

Durante tres años estudió en el Hogar Catequístico Boliviano, para formarse como profesora de Religión, porque sus padres no le permitían irse a La Paz a estudiar. Mientras estudiaba, comienza a funcionar en Cochabamba la Normal Integrada Católica Boliviana, María Teresa se inscribe a escondidas y ya cuando sus padres se enteran, no les queda otra que apoyar a su hija.

Para la “Señorita Tere”, el magisterio es una profesión hermosa y de grandes desafíos, que requiere de una constante formación y actualización en las técnicas de aprendizaje.

“Los profesores tenemos vocación y amamos nuestra profesión. Nos dedicamos en cuerpo y alma a enseñar, por eso, la capacitación es clave”, sostiene.

La dedicación de esta profesora fue reconocida en dos oportunidades. La primera en 1960, cuando fue invitada por la madre Alexis Stephan, del colegio Alemán Santa María, para ser maestra de primaria, en el turno de la mañana. En esta segunda unidad escolar trabajó por más de 30 años y se jubiló como subdirectora de Primaria; la segunda invitación llegó en 1960 de la decanatura de la Normal Católica Boliviana, que en ese momento estaba a cargo de Jorge Raymundo Grigoriu, para que dé clases, solicitud que aceptó. Así, sin pensarlo pasaron más de 20 años antes de su jubilación, habiéndose convertido

en docente de maestros, algo que jamás se le pasó por su cabeza.

Hoy, a más de 15 años de haberse jubilado, la “señorita Tere” aún demuestra que se preocupa por las nuevas generaciones y el rol de deben realizar los maestros en el sistema educacional, “los profesores de ahora no se percatan de los problemas de aprendizaje que tiene un niño y han perdido la paciencia; ya no velan por la búsqueda de novedosos estilos de educación”, reflexiona.

La multifacética maestra  

Aidé Terán Becerra es una de las profesoras más recordadas de Educación Física en Cochabamba, primero por su espíritu competitivo en los deportes y segundo, por su creatividad para la innovación de danzas.

Su pasión y entrega por la juventud la llevó a entrenar en equipos de voleibol, básquet y atletismo para competencias locales e interdepartamentales, donde casi siempre solía desarrollar un buen papel. Asimismo, su pasión por la danza la llevó a despertar su faceta creativa y creó singulares coreografías que se vieron en presentaciones deportivas multitudinarias en Cochabamba.

Esta maestra, que actualmente tiene 86 años, nació en Potosí en 1930, en el seno de una familia de hacendados; pero, desde los cinco años se vino a radicar a Cochabamba.

Tras culminar la primaria, ingresó al liceo de señoritas Adela Zamudio, pero por la crisis económica que atravesaba su familia, producto de la Reforma Agraria, a los 16 años se vio obligada a irse a La Paz para ingresar al Instituto Normal de Educación Física; tan pronto finalizó sus estudios volvió a la Llajta.

En 1953, el destino la acomodó en su antiguo colegio, el “Zamudio”, esta vez como profesora, ahí fue que comenzó a forjar su vocación y dedicarse a las niñas, a las que se entregó con toda pasión. Aun con su título en La Paz, Aidé deseaba una titulación profesional, por ello retomó sus estudios en la “Normal Superior Unzaga de la Vega”, egresando como profesora de Educación Física e Higiene Escolar.

“Me sentía plena, me gustaba enseñar jugando, y eso les gustaba a mis alumnas y aunque era muy estricta también sabía cómo ganármelas”, afirma Terán.

También desde joven, Aidé, se dedicaba a organizar las horas cívicas y los bailes, por eso aprendió a crear bailes folclóricos nacionales, en base a lo que ella había vivido en el norte potosino, y uno de esos cuadros fue presentado

en el estadio Félix Capriles durante los juegos Sudamericanos, titulado la Siembra, por el cual recogió muchos elogios.

Por otro lado, trabajó en la Escuelita Uruguay, el Liceo de señoritas Francisco G. Prada y el colegio Santa Ana. La profesora Aidé se jubiló al cumplir 40 años de servicio y asegura que durante ese tiempo aprendió más de lo que enseñó.

“Los jóvenes necesitan ser comprendidos. Es importante hablar con ellos y apoyarlos en sus miedos y debilidades. No solo hay que trabajar, sino hay que entenderlos”, señala la maestra.

SUMANDO CONOCIMIENTOS

Muchos, niños y adultos, creen que la matemática es una de las materias más complicadas y difíciles de entender, incluso, así pensaba Guillermo Zubieta Villegas, hoy reconocido profesor y catedrático de ciencias exactas. No obstante, otros maestros supieron guiarlo hacia la magia de las matemáticas, por lo que decidió dedicarse a la docencia.

Don Guillermo nació en Oruro en 1940. A sus dos años su familia se vino a radicar a Cochabamba.

Estudió en el colegio Nacional Sucre, donde comenzó a tener problemas con la materia de matemáticas.

“Me pusieron un profesor particular, que me ayudó a entender mis fallas y luego mi hermano mayor me enseñó cuan bellos eran los números. Entonces quise ser profesor, para que los demás gusten de esa materia”, señala.

Fue así como al egresar del colegio Sucre, junto a la promoción 1961, se matriculó en la Normal Superior Católica en Cochabamba, para formarse como profesor y además con la meta de especializarse en ciencias exactas, meta que culminó en 1968.

“El maestro de antes parecía que tenía más oportunidad para preparar su materia; en cambio ahora, con tanto informe que deben llenar, -con la ley de Educación Avelino Siñani-, no tienen muchas posibilidades de ir más preparado y además parece que es más una obligación que el gusto por la enseñanza”, asegura el profesor Zubieta.

Durante sus años de magisterio supo desarrollar una amplia carrera, impartiendo clases en varios centros de enseñanza, como el colegio mixto Sipe Sipe; posteriormente, en 1974, fue requerido en el colegio Sucre.

“Era volver a mi hogar, pero esta vez con el compromiso de enseñar con amor mi materia”, recuerda. También fue parte del plantel de los colegios Paolo VI, Don Bosco, Franz Tamayo, Loyola; en este último, ocupó el cargo de Director, pero su vocación lo hizo volver a lado de sus alumnos.

Durante su recorrido por el mundo de la enseñanza, el profesor Zubieta dedicó mucho de su tiempo a la capacitación con una serie de cursillos de actualización y didáctica. Fue ese deseo de superación que también lo llevó a impartir clases en su ente matriz, la Normal Católica, donde se desempeñó como profesor de matemáticas y física.

Actualmente, con más tiempo para analizar y ver las falencias educaciona-les, el profesor Zubieta reflexiona acerca de la falta de compromiso que tiene el docente. “Ahora, con tanta ayuda tecnológica deberían aprovechar y sacarle el jugo. Es deber del profesor enseñar al alumno a investigar y analizar las cosas, no darle todo listo”, finaliza el profesor Zubieta.



La sabiduría de la exigencia

Wilma Franco de Martínez, más conocida como “Patapata” (apodo que le pusieron los bachilleres desde su primer año de trabajo), tiene una amplia historia y recorrido en el campo de la educación.

Luego de culminar sus estudios de bachillerato en 1963, en el colegio Adela Zamudio, ingresó a la Normal Católica en Cochabamba, para que luego de cuatro años finalizara su formación, con especialización en Matemáticas y Física. Como era de obligatoriedad, su primer año lo cumplió en provincia, en el colegio “Juan de Dios Balderrama” de Cliza; posteriormente, en 1968 ingresó al Instituto Americano de esta ciudad. Como era una de las docentes más dedicadas a sus alumnos, la “profe Wilma” fue invitada a ser consejera de curso, para lo cual estableció que una hora a la semana tendría entrevistas personales con los padres y sus hijos, así podía hacerles seguimiento directo.

“En aquella época los profesores teníamos la ayuda y el apoyo de los padres, ellos confiaban en la calidad de enseñanza que impartíamos y nos respaldaban en nuestras decisiones y no nos quitaban autoridad”, recuerda.

Su dominio de materia también la llevó a dictar clases en el Instituto Eduardo Laredo y en el Liceo Bolivia, por muchos años.

De acuerdo a Franco, ella era muy conocida por ser exigente, motivo por el cual muchos estudiantes le tenían demasiado respeto en el colegio.

Luego de varios años de trabajo constante, la profe “Patapata” fue invitada a cumplir las funciones de Directora Técnica del nivel Secundario. Hasta ese momento, la maestra había afianzado su método de enseñanza, donde la lógica y el razonamiento matemático se hacían mentalmente.

“Actualmente no les enseñan los procesos de razonamiento y lógica, los alumnos no saben de dónde salen las cosas y se automatizan”, asegura Franco.

En 1998, la profesora tomó la decisión de jubilarse; pero, pronto se dio cuenta que no podía estar alejada de los jóvenes y fue así como se postuló para participar como docente en la creación de un nuevo colegio, la Unidad Educativa del Ejército, donde ocupó el cargo de Directora. Un proyecto que llevó adelante desde 1998 hasta el 2007.

“El momento de dejar la docencia fue difícil; pero, me siento reconfortada cuando me encuentro con mis exalumnos, muchos de ellos ya profesionales y me regalan palabras de agradecimiento por la labor que desarrollamos”, concluye.