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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Lecturas sutiles Marilyn Monroe y el psicoanálisis

Lecturas sutiles Marilyn Monroe y el psicoanálisis
(PARTE II)

Después del fallecimiento de Marilyn en EEUU se hizo una crítica negativa hacia el psicoanálisis.

Al revuelo periodístico que se produjo tras el trágico desenlace, contribuyó el hecho de que su analista, Ralph Greenson, fue una de las últimas personas que la vio con vida y uno de los primeros en encontrarla muerta. Por supuesto el psicoanálisis recibió un duro revés publicitario. Tejiéndose conjeturas con la CIA, la mafia, Frank Sinatra, los Kennedy y el psicoanálisis.

Pero, ¿se puede hablar de psicoanálisis, lo que se practicó con ella, o en nombre del psicoanálisis se llevaron a cabo tratamientos que hoy llamaríamos con otro nombre? Acaso psicoterapias.

El caso de Marilyn se inscribe precisamente en una bisagra dentro de la historia de la clínica psicoanalítica, un antes y después de Jacques Lacan, pues en esa época se desconocía de la vertiente “Real” en un análisis, lo real es un agujero negro en el discurso del paciente, algo irreductible, “lo imposible” donde lo que se propone es la “invención” o el “saber hacer” con aquello que nunca desaparecerá de la existencia. La muerte y la sexualidad han sido formas de encontrarnos con ese real, que tiene que ver mucho con lo traumático.

Marilyn llega a su primer análisis a partir de su encuentro con su maestro de teatro, Lee Strasberg. Él le recomienda analizarse con Margaret Hohenberg, aquí comenzó a suceder algo que se repetiría con posteriores analistas. Además del pago de las sesiones, Hohenberg comenzó a asociarse comercialmente con Marilyn y a darle consejos financieros e intervino sobre la parte cinematográfica. Fue Hohenberg quien decidió al poco tiempo internarla en un psiquiátrico, dejando en Marilyn una huella traumática.

Anna Freud recibió a Marilyn en Londres para convertirse en su segunda analista. Análisis breve, de un mes y coincidente con el momento en que Marilyn padeció un aborto espontáneo de un bebé que hubiera sido recibido. No se encuentran datos sobre alguna articulación simbólica de esta pérdida durante su tratamiento con Anna Freud.

Toda la técnica terapéutica de Greenson, su último analista, consistía en proporcionar a Marilyn aquello que le faltó en su infancia: el calor de hogar, el amor de una familia, en definitiva lo que imaginaba que le haría bien a su paciente, y en cierto sentido lo logró, Marilyn se tragó todo eso junto, pero para decir: basta.

En definitiva, la clínica hoy día no es la misma que en la época de Freud. Marilyn pagó de alguna manera el precio por anticiparse con su demanda a una oferta inconsistente y por supuesto no se trata de hacer “leña del árbol caído” en relación a su último análisis, sino de extraer aprendizajes a partir del procedimiento tan propio de la clínica freudiana. Pero, tampoco se trata de hacer silencio “corporativo”. Pues Marilyn tenía transferencia (amor) hacia el psicoanálisis. Y en ese punto nos podemos sentir autorizados para decir algo. El recuerdo de Marilyn merece una rectificación de su relación con el psicoanálisis y los tratamientos que recibió. Por la memoria de ella, y en definitiva por las miles de Marilyns que puedan estar pensando en buscar ayuda en un analista.

NOTA: Para cualquier consulta o comentario sobre la columna, contactarse con Claudia Méndez Del Carpio al correo [email protected]