Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
  • Actualizado 00:24

INDIFERENCIA. ÉL FUE IGNORADO CUANDO ANUNCIÓ QUE HABÍA ENCONTRADO EL MAYOR YACIMIENTO DE HUELLAS DE DINOSAURIOS.

Schütt, un boliviano tras las huellas de dinosaurios

Schütt, un boliviano tras las huellas de dinosaurios



DESCUBRIMIENTO ÚNICO

LA CANTERA DE CAL ORCK’O

En octubre de 1994, el boliviano Klaus Pedro Schütt descubrió

el mayor yacimiento mundial

de huellas de dinosaurio, en el muro de Cal Orck’o, en una cantera de Sucre (Bolivia), pero él solo era un paleontólogo aficionado y su relato sonaba a disparate. Llamó al Museo de Historia Natural de La Paz, para dar la noticia y pedir que enviaran a sus expertos.

“¿Y cuántas huellas dice que ha encontrado?” le preguntaron. Él respondió que “alrededor de mil”, tras lo cual le dijeron que lo llamarían después, pero tal cosa nunca ocurrió. Schütt lo ignoraba, pero el mayor yacimiento por aquel entonces, en Alemania, reunía apenas 220 huellas. En el muro

de Cal Orck’o, hay más de 10 mil.

Este último recuento lo presentó el paleontólogo suizo Christian Meyer en Sucre, el pasado 22 de abril. Las

pisadas trazan algunas caminatas muy largas y corresponden a cientos de dinosaurios de una treintena de

especies: por aquí paseaban todas las especies conocidas de dinosaurios sudamericanos, incluso tres que no se conocían hasta ahora.

Las huellas reflejan, con un nivel

de detalle jamás alcanzado, cómo

era la vida de los dinosaurios un poco antes de su extinción. Y por eso quieren que la Unesco declare el farallón de Cal Orck’o patrimonio natural de la humanidad.

UN “SANTO GRIAL”

Schütt, de 63 años, es un boliviano de familia alemana, de modales suaves, pero visiblemente emocionado cuando habla de dinosaurios y de su descubrimiento en Cal Orck’o.

“Un geólogo, Hugo Heymann, vio las huellas en la cantera en 1985 y les sacó unas fotos, él había estudiado en el colegio Alemán de Sucre, como yo. En 1994 los antiguos alumnos organizamos una visita a la fábrica de cemento Fancesa, uno que trabajaba allí, de ingeniero, nos mostró las instalaciones. Íbamos caminando por la cantera, al pie de un corte enorme en la montaña, una muralla lisa y amplia. Entonces me fijé en las marcas: había muchísimas huellas de dinosaurio. Me quedé con la boca abierta”.

Entre ellas se distinguía el recorrido de un pequeño tiranosaurio, que llegaba al medio kilómetro: la caminata de dinosaurio más larga jamás registrada en el planeta. Schütt bautizó al saurio como “Johnny Walker”.

Después de las primeras llamadas sin respuesta, Schütt convenció al director del Museo Paleontológico

de Tarija, el ingeniero Freddy Paredes, quien acudió a Sucre y quedó asombrado con el hallazgo.

Schütt, paleontólogo por afición,

cineasta y agente de turismo por oficio, grabó un vídeo en el que Paredes explicaba las huellas, mismo que envió a distintas personalidades (incluyendo a Steven Spielberg), pero no recibió respuesta hasta 1998, cuando el vídeo llegó a las manos de un personaje clave en esta historia: el pa-

leontólogo Christian Meyer, de la Universidad de Basilea, autoridad mundial en huellas de dinosaurios.

Meyer había descubierto la caminata de dinosaurio más larga del planeta, de unos 120 metros, en el desierto del Gobi. Cuando vio las huellas del tiranosaurio Johnny Walker, que alcanzaban los 581 metros, tomó un avión y se plantó en Bolivia.

“Fui con Meyer a la cantera y no podía creérselo. Me dijo que en Sucre teníamos el Santo Grial de la paleontología. En dos meses armó una expedición para fotografiar y mapear con láser toda la pared, sacar moldes de silicona de las pisadas y recoger fósiles”, recuerda Schütt.

En la cantera de la fábrica Fancesa cortaban la montaña en láminas, como si fuera un queso, hasta que encontraron una capa que ya no les interesaba: contenía demasiado manganeso, un elemento que complica la fabricación del cemento, y la dejaron sin explotar. Así quedó a la vista el murallón liso de Cal Orck’o (“cerro de cal”, en quechua), de un kilómetro y medio de largo, 100 metros de alto, y una inclinación de 72 grados.

El primer estudio de Meyer registró más de tres mil icnitas -pisadas de dinosaurio- en esta superficie. Unos años más tarde, la cuenta ya había crecido hasta cinco mil, incluyendo 462 caminatas, pertenecientes a 293 dinosaurios de más de 25 especies. Y hace pocos días el paleontólogo suizo anunció que la cifra superaba ya las 10 mil y que incluían las huellas de tres especies desconocidas.

Schütt sostiene que el mejor aspecto del hallazgo es que las pisadas revelan comportamientos de los dinosaurios “y permiten recrear qué pasaba en Cal Orck’o hace 66 millones de años, poco antes de que se extinguieran”.

ABRUPTA DESAPARICIÓN

Según Schütt, las huellas de Cal Orck´o confirman que la extinción de los dinosaurios ocurrió de manera repentina: “todas esas huellas fueron impresas en el barro en apenas dos o tres días, lo que demuestra que allí vivían muchos animales y muy variados al mismo tiempo, poco antes de que cayera el meteorito de Yucatán”.

El impacto de aquel asteroide, hace 65 millones de años, abrió un socavón de 180 kilómetros de diámetro, produjo tsunamis, terremotos de 13 grados en la escala Richter, incendios devastadores de escala continental, nubes de cenizas y azufre que envenenaron la atmósfera, oscurecieron el planeta y alteraron el clima. En aquel invierno apocalíptico se extinguieron dos tercios de la vida terrestre. Se acabó el reinado de los dinosaurios, y quedó un hueco para la aparición de los “diminutos” humanos.

Son estos últimos los que ahora se esfuerzan por proteger este testimonio de la historia del planeta, de las inclemencias del clima y el tiempo.

“Yo he visto perderse unas quinientas huellas”, lamenta Schütt, “pero he visto aparecer otras dos mil, en las capas que quedaron a la vista”.

Elizabeth Baldivieso, directora del Parque Cretácico indica que en los últimos años se han logrado grandes avances al respecto. “Hemos impermeabilizado la pared, para que las lluvias no la gasten, hemos medido con extensómetros cómo se mueve el terreno, para conocer la evolución y los riesgos futuros (…) cuando Meyer termine sus informes, presentaremos la candidatura de Cal Orck’o para que la Unesco lo reconozca como patrimonio natural de la humanidad”, cuenta.

Klaus Pedro Schütt espera esa decisión que preserve lo que él encontró y divulgó hace más de 20 años: el escenario más valioso para entender el mundo de los dinosaurios.