Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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OBRAS DE ARTE PARA LA HUMANIDAD

Mosaico “El encuentro”

Mosaico “El encuentro”



Trabajo en equipo. Ocho jóvenes artistas deslumbraron a la población cochabambina con la entrega de un mural, estilo mosaico, que tiene una larga historia de producción.

Con solo ver la foto sobre el escritorio parecería observar una especie de rompecabezas, de más de mil piezas, cuya imagen estaría promocionando el turismo al país, por sus características tan singulares, en sus dos lados.

En una de ellas se observa un paisaje que mágicamente nos transporta al occidente del país, donde al mirar la estampa podríamos llegar a sentir hasta una brisa helada, debido a que la cadena montañosa que se encuentra en el fondo de la foto está completamente nevada. Mientras, en un primer plano un grupo de bailarines de Waca Tocori y Surisicuri derrocha elegancia y distinción; cada uno de los personajes está ataviado con sus mejores galas demostrando un paso de baile.

El segundo retrato nos lleva hacia el otro lado del país, precisamente a la zona oriental, donde el escenario principal son edificios tradicionales de la región con una iglesia que se parece a la de Cotoca. En esta fotografía destacan los colores cálidos y la simpleza de los trajes típicos y las danzas de los Macheteros y Tobas.

Pero lejos de ser un simple juego de mesa, estas imágenes son fotos reales de un mural mosaico que se presentó hace pocos días y que está ubicado en la zona sureste de la ciudad, precisamente en el frontis de las unidades educativas “Liborio Cadima” y “Martín Cárdenas”, en el barrio minero Alalay.

Este es uno de los trabajos más representativos e importantes de la zona y fue trabajado por ocho artistas locales, los que aceptaron y se embarcaron en el sueño.

Alga Marina Barriga, Rommy Barriga, Evelin Butrón, Ruth Caballero, Gustavo Guzmán, Orlando Jaldín, Gimber Rojas y Edgar Viraca trabajaron bajo la dirección del connotado artista plástico Remy Daza Rojas y con el apoyo constante de Palmira Cano, directora del Centro Educativo Cultural Semilla.

Este equipo estuvo orientado a crear un trabajo artístico que embellezca a la región; pero, jamás pensaron en consolidar un mural como el que hoy está expuesto.

primeras piezas ensambladas

La idea para realizar un trabajo artístico surgió ya hace muchos años, en el 2009, cuando el artista plástico Remy Daza acudió al Centro Educativo Cultural Semilla como docente invitado para dictar cursos y módulos de formación.

“Fui contratado para colaborar en la formación de los artistas, en clarificar algunas dudas que tenían en las técnicas de óleo, acrílico y acuarela. Es así como los chicos llegaron a perfeccionar su trabajo, a crear su estilo propio y tener su propia visión”, señala Daza.



PROCESO DE LA ILUSIÓN

Es así que al final del trabajo fueron los mismos artistas del taller quienes propusieron la idea de crear una obra de características particulares; pero el proyecto tenía que esperar.

La invitación del Centro Educativo Cultural Semilla llegaría el 2014, cuando Palmira Cano de Barriga invitó al ex profesor Remy Daza Rojas para hacerse cargo del proyecto, donde se convertiría en el autor del diseño y director artístico de la obra.

“Me encargué de crear un diseño especial, precisamente con el objetivo de crear un mosaico, pero durante el proceso algunas cosas cambiaron”, asegura Daza.

Esta misma invitación se cursó a todos los artistas del grupo que se capacitaron con Daza. Muchos accedieron a embarcarse en este sueño, aunque existían algunos factores de desventaja como ser la carencia de pagos económicos, aun así abrazaron este propósito.

“Se pensaba realizar el trabajo en tres meses, pero al final demoró alrededor de 10 meses. Ya con el paso del tiempo algunos artistas tuvieron que dejar el proyecto y al final concluyeron ocho: Alga Marina, Rommy, Evelín, Ruth, Gustavo, Orlando, Gimber y Edgar”, señala Remy Daza.

De acuerdo a Palmira Cano la primera tarea era modificar una de las paredes laterales del colegio “Liborio Cadima” y “Martín Cárdenas”, ambientes en los que también funciona el Centro Educativo Cultural Semilla, para que así ambos murales puedan tener 18 metros cuadrados de superficie de trabajo.

“Lo primero que se realizó fue transferir el diseño a escala a los muros blancos; después se realizó el proceso de armado, pieza por pieza” afirma Daza.

Presupuesto y cálculos 

Palmira Cano asegura que como directora del Centro Semilla se habían planteado la posibilidad de realizar un proyecto cultural que denominarían “Dejando Huella” y para este proyecto es que la Alcaldía desembolsó diez mil bolivianos.

Ya desde ese momento Remy Daza se percató que el capital era insuficiente para culminar la obra.

“Nos pusimos en campaña y empezamos a buscar colaboradores o auspiciadores y por suerte muchas personas respondieron y es así como proseguimos con el trabajo”, dice Daza.

Por su parte, Gustavo Samuel Guzmán Gutiérrez, artista invitado para la ejecución de la obra, asegura que si bien el proyecto estaba conceptualizado para ser llevado adelante con material reciclable, las condiciones, la ilusión y el deseo por dejar un trabajo artístico de calidad hizo que el equipo de trabajo analice la posibilidad de “no correr ni hacerlo a la rápida”, es así como se trabajo con esmero durante 10 meses.

MORDIENDO POLVO

Es así como estos ocho artistas comenzaron a dedicar largas jornadas de trabajo. En un pequeño taller, con poca ventilación e iluminación, se inició el trabajo.

“Comenzamos a darnos cuenta que con ayuda de maquinaria y equipos podíamos crear con mayor detalle y además dar formas singulares. Así con el paso de los meses y las constantes pruebas, los ensayos y también fracasos comenzamos a jugar con las formas y los tonos de los materiales empleados, para crear un efecto tridimensional en el mosaico, donde incluso los sombreados son creados pieza a pieza”, asegura Guzmán.

La técnica que al final se aplicó, luego de muchas pruebas, es una muy similar al trabajo que se realiza con la del vitral, donde las pastinas multicolores del mural perdurarán en el tiempo.

Pieza a pieza

Luego de tener el diseño dibujado en la pared, se calcaron los dibujos sobre grandes pedazos de plástico transparente y es sobre estos que recién se comenzó a armar las piezas. “Nos dividimos los personajes y cada uno debía velar por dar vida a su diseño, es así como en varias ocasiones tuvimos que conseguir, por nuestra parte, material de trabajo en diferentes tonos”, afirma Guzmán.

Cada una de las piezas fue trabajada individualmente, tanto el cortado con amoladora como el pulido, y cuando este fragmento de mosaico encajaba en el diseño final, los autores de ese diseño lo sellaban por encima, de manera que al dar la vuelta se pueda observar la imagen que daría hacia la calle en el muro.

“Lamentablemente los muchachos debieron ‘morder el polvo’ porque no tenían equipos de seguridad, -como ser lentes, audífonos y máscaras-, ya con el tiempo se pudo contar con ellos, gracias a que algunas empresas les donaron el material”, menciona Daza.

Una vez que se tenía la figura seca y además sellada, se procedía al colocado en la pared. Y nuevamente los artistas tuvieron que crear y analizar la forma más segura y rápida de fijar las piezas sin que se arruine el diseño.

Poco a poco, al igual que un rompecabezas, los diseños fueron colocados en el muro periférico y la población comenzó a disfrutar del espectáculo que se creaba frente a sus ojos.

Luego de 10 meses de intenso trabajo coordinado y además sin hacer distinciones de género en cuanto al uso de los equipos y maquinarias, se logró culminar el trabajo. Es así como se hizo realidad aquel sueño que años atrás había sido formulado al terminar un taller. “Estamos dejando un gran aporte a la cultura regional, que revoluciona nuestra identidad cultural y aporta a la belleza del barrio y a la ciudad”, aseveró Palmira Cano.

Por su parte Remy Daza finaliza su participación en este proyecto con la certeza de haber aportado a la formación de nuevos artistas que son dignos de reconocimiento y admiración.