Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 19 de marzo de 2024
  • Actualizado 00:37

UN HÁBITO PERJUDICIAL. CON EL INCREMENTO DEL USO DE LA TECNOLOGÍA EN LA VIDA COTIDIANA, LAS PERSONAS CELOSAS COMIENZAN EL ACOSO Y LAS DUDAS SOBRE LA FIDELIDAD DE SU PAREJA.

Espionaje conyugal: 2.0 Una obsesión por el control

Espionaje conyugal: 2.0 Una obsesión por el control



UN MAL MODERNO

PAREJAS AFECTADAS

“Mi pareja ha copiado mi disco duro en su ordenador y lo he sorprendido viendo mis fotos”. ¿Les suena? Quizá sea una práctica menos habitual que mirar obsesivamente la última hora de conexión en el WhatsApp, pero se trata igualmente de espionaje conyugal 2.0. Un fenómeno en auge potenciado por las tecnologías de comunicación digital. Nuestro smartphone nos delata y muchas parejas desconfiadas no se resisten a la tentación de servirse de su información para seguir sus pasos y, peor aún, tratar de controlar a la otra persona.

Sin necesidad de detectives privados ni de confidentes, el GPS, las aplicaciones de rastreo y registro de llamadas, los programas informáticos para suplantar identidades en redes sociales o servicios de mensajería son solo algunos de los sofisticados instrumentos de vigilancia que pueden llevarse al terreno amoroso.

Nunca antes había sido tan difícil esconder una infidelidad, pero también es cierto que los malentendidos se han multiplicado y el afán de control ha traspasado los límites, tanto éticos como morales.

De ahí la aparición de fenómenos de acoso a las exparejas como el sexting o la pornovenganza.

Para la terapeuta y experta en psicología de la Gestalt María José de Aguiar estamos ante el fin de la intimidad. “El terreno privado ha dejado de existir como tal”, según afirma en un artículo publicado en Psychologies.

Las personas tendentes a ejercer este tipo de control responden a un perfil heterogéneo, que incluye tanto a los celosos y desconfiados, con propensión a la ansiedad y a la paranoia, así como a los que tienen la autoestima baja y temen que su pareja los deje por no estar a la altura.

Sin embargo, como advierte Aguiar, pocos son los que están libres de caer en esta tentación que, con el tiempo, acaba siendo adictiva.

CUANDO SE VIGILA “POR AMOR”

Uno de los principales peligros que acarrea este hábito de vigilancia constante es que deteriora la relación de pareja, que deja de estar basada en la confianza mutua.

Al mismo tiempo, según añade la psicóloga, potencian el narcisismo, la paranoia y la falta de confianza en uno mismo.

Un extremo al que no es difícil llegar debido a la facilidad de acceso y manejo de las tecnologías de vigilancia electrónica.

La comunicación y la transparencia, la base de una relación saludable, son las mejores alternativas al fenómeno del espionaje 2.0.

Poner sobre la mesa lo que nos inquieta, expresar los temores y tratar de buscarles una solución dialogada es la única forma de evitar que una frase mal interpretada o que una foto sacada de contexto amplifique nuestras paranoias.

Diferentes investigaciones psicológicas han demostrado que casi todo el mundo oculta numerosos secretos a sus parejas.

La conclusión es que “refuerzan la estabilidad conyugal”, pues alimentan la autonomía, la libertad e, incluso, la atracción y el deseo por la otra persona.

“Amar a alguien significa aceptarlo como es, con sus sombras y sus luces”, apunta Aguiar, por lo que critica con dureza a las personas que aceptan que sus parejas las vigilen “por amor” o para evitar problemas mayores.

Una actitud sumisa que suele afectar más a las mujeres que a los hombres. Más que aprobar que controlen nuestra libertad, es renunciar a ella.

RELACIONES PATOLÓGICAS

“Si a través de WhatsApp te pregunta todo el tiempo dónde estás y con quién, si se enfada cuando no contestas inmediatamente a sus mensajes, si en sus mensajes a veces hay insultos, si te pide que le mandes una foto para controlar cómo vas vestida, si dice sentir celos y te acusa de provocárselos… No creas que te quiere, lo que quiere es controlar tu vida, son síntomas de un machismo que puede ser peligroso, sal de ahí o busca ayuda”, rezaba una advertencia de la vicesecretaría general del PSOE de España dirigida a las jóvenes en el pasado Día Internacional contra la Violencia de Género.

La violencia de género suele comenzar en el plano psicológico, y es aquí donde la hipervigilancia consustancial a las redes se convierte en un terreno abonado para ejercerla.

WhatsApp es quizá una de las herramientas que más visible hace esta perniciosa tendencia entre las parejas, pues se puede saber con exactitud cuándo se está online, cuál es la hora y minuto a la que se recibe un mensaje y cuándo se deja de estar conectado.

Este tipo de intromisión en la esfera íntima de la otra pareja tiene diferentes grados, según apunta Aguiar, que van desde la violación de la privacidad hasta el acoso, pero todos ellos “son inaceptables”.

Como añade, “no nos corresponde a nosotros decidir qué es lo que queremos saber o no de nuestra pareja. Es una decisión personal del otro”. En definitiva, el ciberespionaje es una fuente constante de malentendidos y desconfianza mutua que solo podrá acabar de-sembocando en una relación patológica.

Un estudio revelador

ACTUALIDAD.RT

Más del 33 por ciento de los estadounidenses confesaron haber abierto en secreto alguna vez el correo electrónico y los registros de llamadas telefónicas de su pareja. Así lo reveló el blog del sitio Retrevo, que cuenta con un sistema de búsqueda de diferentes productos electrónicos. En la encuesta participaron más de mil personas.

Según muestra el estudio, últimamente cada vez más cónyuges espían a sus parejas. Lo confesaron el 37 por ciento de los encuestados. Además, el 39 por ciento de las madres y el 36 por ciento de los padres confesaron que espían a sus hijos. La mayoría, aproximadamente el 59 por ciento , informó de que suelen controlar a sus hijos por medio del teléfono móvil.