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  • Diario Digital | sábado, 20 de abril de 2024
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GRANDES INFIERNOS EN AULAS PEQUEÑAS

¡SOS, sálvenme del acoso!

¡SOS, sálvenme del acoso!



Suena el timbre de ingreso a la escuela y la pesadilla inicia una vez más. Esquivando la mirada intimidante del “matón” que la fastidia a diario, Andrea ingresa al aula ocultando el miedo que la obliga a callar. Las agresiones físicas y psicológicas que ella recibe son factores de intimidación comunes en cuatro de cada 10 estudiantes que son víctimas de bullying o acoso escolar en Bolivia.

Sin lugar a dudas, la realidad de los estudiantes bolivianos no es ajena a este fenómeno denominado bullying, que cada vez se extiende más registrando alarmantes casos a nivel mundial. Más allá del contexto nacional, en América Latina se conoce que el 71 por ciento de los asesinatos cometidos en centros de educación es protagonizado por jóvenes que seis meses previos al atentado sufrieron acoso en su escuela o colegio.

La consumación del bullying en el peor de los casos, es cuando el estudiante se libera del suplicio quitándose la vida. Asombrosamente en el transcurso de la vida escolar todos los componentes de una institución educativa se ven involucrados con casos de acoso, puede ser como observadores pasivos, como víctimas o como agresores.

ABUSO AQUÍ Y ALLÁ

El término inglés bullying es equivalente a la palabra en español intimidación. Es decir, son conductas malintencionadas como burlas, amenazas, golpes, insultos, provocadas por uno o varios alumnos contra un compañero indefenso. La psicóloga del Centro de Psicodiagnóstico y Psicoterapia “Renacer”, Doris Viscarra Anaya, señala que el bullying se produce sin motivación aparente; “es una simple satisfacción que el agresor siente al ver sufrir a su compañero”.

“Se ríen de mí todo el tiempo, no me salvo de ellas ni en el baño del colegio porque hasta en ese lugar escriben insultos para mí”, cuenta con tono apenado Andrea. En teoría ningún estudiante debería sufrir vejación alguna en un lugar de aprendizaje y esparcimiento como lo es la escuela, pero los hechos demuestran lo contrario. Un estudio realizado por la Asociación “Voces Vitales” confirma que en Bolivia nueve de cada 10 situaciones de acoso se producen dentro los muros de los establecimientos educativos.

La importancia de esta cifra debería promover acciones y medidas a tomar por parte de los padres de familia, los educadores, las instituciones e incluso los encubridores de tales vejámenes. Es decir, el número de víctimas no importa tanto, como la ayuda que se debería proporcionar a los escolares, cuya salud física y mental está en riesgo por las constantes intimidaciones que soportan.

Identikit del “matón” 



1. Doble personalidad: cruel y vengativo en privado, pero inocente y simpático frente a testigos neutros.

2. Contraataca con pretextos distorsionados o fabricados, y si falla, finge victimización, e incluso cae en llanto para manipular.

3. Utiliza el encanto y la imitación para convencer a otros que son “normales”, pero sus palabras y hechos son superficiales, descuidados y no sinceros.

4. Muestra una gran confianza en sí mismo y asertividad para esconder su inseguridad.

5. Exhibe una conducta controladora a nivel fanático.

6. Necesita criticar compulsivamente pero se rehusa a reconocer valores en otros.

7. Cuando es llamado a compartir y referirse a las necesidades y preocupaciones de otros, responde con impaciencia, irritabilidad y agresión.



8. Muchas veces tiene una necesidad apabullante, insana y narcisista de retratarse como una persona maravillosa, bondadosa, atenta y compasiva.

10. No es consciente de la discrepancia entre como creen ser vistos y como son vistos en realidad.

11. Tiene una confianza arrogante de sus cualidades de líder.

Fuente: Defensoría del Pueblo

TOLERANCIA CERO

El aislamiento, la timidez, la inseguridad y la impopularidad de un escolar son rasgos que originan e inducen a que éste sea escogido como víctima de un “matón”. Por lo tanto, la popularidad de las víctimas habitualmente es inferior a la de los agresores. Para explicarlo, el hecho de que un estudiante tenga sólo compañeros de curso y no amigos marca el inicio de una posible victimización.

Evidentemente los escolares están condenados a sufrir si no tienen amigos en el curso pero eso no es tan grave como el hecho de ser diferente. Si un escolar muestra aspectos físicos, actitudes o hábitos diferentes a los de su clase esto generará recriminación hacia él. “Creo que tratar de destacarme en la clase está mal”, cuenta Andrea, “aunque mi mamá dice que sienten envidia porque soy bonita”.

Una estudiante de ocho años que también es víctima de bullying en su escuela cuenta: “salgo al pizarrón y me grita tonta o que no podré resolver los ejercicios”, casi temerosa Carolina (nombre ficticio) agrega, “por eso ya no quiero salir al frente, creo que sí soy mala para Matemáticas”. La intolerancia en última instancia termina haciendo que el escolar se culpe a sí mismo por las agresiones que sufre ya que siente un estigma de inferioridad, de vergüenza y de impotencia.

La psicóloga Viscarra Anaya señala que un niño también intimida a otro “simplemente porque no le cae o no es de su clase social”. Es así que un acosador hace imposible la vida a estudiantes que no tienen las mismas condiciones o posibilidades económicas que él.

La situación se hace más dura al percibir que no sólo se intimida por actitudes sino también por apariencias físicas, es decir por rasgos que son imposibles de cambiar.

ASOMBROSAMENTE CRUELES

Los agresores hallan excitante la sensación de poder que experimentan cuando subyugan física y emocionalmente a sus víctimas. Tanto así, que se relacionan pegando e insultando incluso a sus propios amigos.

“Es impresionante ver cómo un niño de 8 años disfruta haciendo daño a una niña de su misma edad” expresa el hermano de Carolina, quien considera que el niño agresor abusa de su fuerza. Los bravucones no tienen capacidad de comprensión moral ni entendimiento acerca de la empatía. Su conducta al interactuar refuerza un estilo bastante violento y esto representa un grave problema para su desarrollo.

Viscarra Anaya señala que son conductas que vienen desde el entorno familiar, donde podría ser que “la madre del niño acosador es débil y el padre es violento” o viceversa; por tal motivo, para los niños abusones maltratar a un compañero o expresarse violentamente hacia él, es algo totalmente normal. “Árbol que crece torcido nunca endereza su tronco”, la familia es el principal modelo de valores que los niños siguen y ponen en práctica al momento de relacionarse socialmente.

Una circunstancia que también estimula conductas violentas en los “matones” es “la desestructuración familiar o la salida de la mujer a trabajar al exterior, ya que esto genera la ausencia de una cabeza en el hogar”, argumenta la psicóloga Viscarra. Por tanto, torcer la conducta de los niños depende en última instancia de la calidad de relaciones comunicativas que tengan los padres.

Cabe resaltar que en la mayor parte de los casos los varones “matones” tienden a utilizar agresiones físicas y verbales hacia sus víctimas. En cambio las chicas “abusonas”, recurren a la marginación y a los rumores o chismes en contra de la víctima.

INTERMINABLES PESADILLAS

La clase cada mañana es una combinación cruel de miedo e indefensión. Incluso los días en los que hay horas cívicas o festejos en el establecimiento se hacen tormentosos, según Andrea. Cada vez que un niño o joven busca explicaciones y trata de entender la situación que vive termina atormentándose más, porque no encuentra una salida.

“Basta de molestarme”. Según Viscarra, estas tres palabras pueden acabar con la pesadilla del acoso. Si el agresor goza al ver sufrir a la víctima, el niño oprimido tiene que demostrar que las intimidaciones no lo hacen sufrir y que él tiene todas las condiciones para defenderse, remarca la psicóloga. Enfrentar al “matón” es la solución primera para terminar con las intimidaciones y este paso lo tiene que dar el niño oprimido.

VERDUGOS VS. VÍCTIMAS

El hermano de Carolina vio conveniente solucionar la situación de intimidación hablando con los padres del “pequeño agresor” pero éstos no creyeron nada de lo que les contó e ignoraron la situación.

“Los padres siempre santifican a sus hijos” señala la psicóloga Viscarra, quien plantea como solución viable filmar las agresiones del niño abusivo hacia la víctima, para mostrársela a sus progenitores.

De qué sirve llegar a instancias que reglamenten la conducta del niño “matón” si son sus padres quienes en primera instancia deben reprenderlo y sólo se puede reprender a un niño si se reconoce y acepta que éste actúa violentamente con sus compañeros.

HUMANIZAR A OPRESORES

“Los padres dan sólo amor no piden respeto, se olvidan de poner límites e imponer disciplina”, asevera la psicóloga Viscarra. Las primeras reglas que se establecen para un niño o adolescente son las de la casa, aunque estas no revisten tanta importancia como el hecho de hacerlas cumplir y respetar.

Asimismo es necesario proteger a los niños de la violencia a la que con frecuencia están expuestos a través de la televisión. Emplear oportunamente la tecnología con fines educativos y para prevenir la violencia generará una cultura de respeto en los niños y adolescentes.

Las víctimas de acoso escolar son condenadas cada vez que un testigo calla. Los espectadores del bullying por miedo a ser víctima de una agresión similar contribuyen a que aumente su falta de sensibilidad e insolidaridad respecto a los problemas de los demás. En lo futuro incluso podrían ser protagonistas directos de actos violentos similares.

Ningún padre o madre debería preocuparse porque su hijo sufra acoso escolar, pero la sociedad actual preserva cada vez menos valores mientras consiente más las transgresiones. El derecho a ser diferente debería motivar a que en establecimientos e instituciones relacionados con la educación se establezcan normas, regulaciones y sanciones contra el bullying. Dejemos de ser espectadores y empecemos a ser actores sociales.

¿Quién es víctima?

1. No tiene ni un solo amigo entre sus compañeros de curso.

2. En el recreo no elige o no tiene con quién llevar a cabo una actividad.

3. Tiene escasa asertividad y dificultades al comunicarse.

4. Tiene baja popularidad.

5. Es tímido, introvertido y, sobre todo, vulnerable.

6. Tiene aspectos físicos, actitudes o hábitos distintos a los de la mayoría de su clase.

7. Tiene autoestima bajo. 

8. Sufre depresión.

9. Tiene fobia al colegio.

10. Tienen pesadillas constantes.

¿CÓMO PREVENIR EL BULLYING?

1. Adoptar un estilo no violento para expresar las tensiones y resolver los conflictos que puedan surgir.

2. Desarrollar una cultura de la no violencia, rechazando explícitamente cualquier comportamiento que provoque la intimidación y la victimización.

3. Romper la "conspiración del silencio" y denunciar situaciones violentas.