Opinión Bolivia

  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Sobre algunos planteamientos del trotskismo sobre la educación

El sistema educativo boliviano parece vivir una crisis permanente. A propósito, un texto que reúne un par de perspectivas sobre él, desde una óptica crítica.
Sobre algunos planteamientos del trotskismo sobre la educación

La Federación Departamental de Trabajadores de Educación Urbana de La Paz, por muchas gestiones, está a la cabeza de los militantes del frente Unión Revolucionaria de Maestros de tendencia trotskista. Los dirigentes del mencionado frente lideran ese ente sindical gracias al voto mayoritario que obtienen en las distintas elecciones, ya que muchos profesores y el personal administrativo votan por ellos, no porque sean condescendientes con su ideología, sino porque para ellos son personas capaces de defender sus reivindicaciones sociales y de enfrentarse a cualquier gobierno sin claudicar en sus principios.

Los más representativos e influyentes del trotskismo paceño son el profesor José Luis Álvarez y la profesora Wilma Plata, quienes en el pasado han sido los principales cuestionadores de la Reforma Educativa del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada. En la actualidad, la Ley Educativa 070 “Avelino Siñani-Elizardo Pérez” tampoco está al margen de sus críticas y acciones.


Por otra parte, la dirigencia trotskista no sólo se ha quedado en las críticas acérrimas como han pretendido hacer ver los funcionarios del
Ministerio de Educación en el pasado y en el presente. Para constatar si ellos tienen alguna propuesta educativa, basta ver el “Documento de Trabajo” presentado al Congreso Departamental Pedagógico Especializado que se ha llevado a cabo del 10 al 12 de agosto de 2017, en la ciudad de La Paz.

En el mencionado documento se puede encontrar algunos planteamientos de la “nueva educación” que buscan en contraposición al “Avelino Siñani-Elizardo Perez” del actual gobierno. En uno de los acápites se señala: “Escuela en la vida y para la vida, inmersa en todas la ramas de la producción social”. La frase no deja de ser un cliché repetitivo en todas las reformas educativas, no por cuestiones pedagógicas sino por simple formalismo de índole política.

El cliché mencionado en el párrafo anterior, en la Reforma Educativa se ha utilizado como una consigna política para cuestionar una educación centrada, según sus ideólogos, en el verbalismo y memorismo, que son subjetivos en el quehacer educativo. A partir de esa arremetida con ese tipo de argucias, los profesores han sido estigmatizados y fueron perdiendo su rol protagónico en la enseñanza, su función se redujo al de un simple facilitador de fotocopias para que los alumnos puedan construir sus propios conocimientos.

Con la Ley “Avelino Siñani-Elizardo Pérez” se está utilizando, aunque no se quiera aceptar, para reproducir en las unidades educativas lo que pasa en la comunidad o en la zona; por eso algunos condescendientes con el modelo educativo vigente afirman: “Si la comunidad es ganadera, la escuela también tiene que tener esa característica; si la comunidad se dedica a la pesca, la escuela también tienen que dedicarse a la pesca”.
Para el trotskismo la “escuela en la vida y para la vida”, está más relacionada con el aprendizaje fuera de las aulas. Los ambientes de las unidades educativas no son, según ellos, los únicos espacios para efectivizar el proceso de la enseñanza. El aprendizaje fuera de las aulas debe estar ligado a todas las ramas de la producción, para que los alumnos puedan estar por un tiempo en una fábrica, en una granja, en una mina o en otros espacios de producción.

En el planteamiento, no se toma en cuenta los riesgos a lo que podrían estar expuestos los alumnos en un taller o en una fábrica, por ejemplo: en un taller de carpintería, si uno no tiene el cuidado necesario, por más de que sea un “maestro” con experiencia, en un cerrar de ojos puede ser cercenado la mano o los dedos por una máquina. A razón de que la educación se debe dar fuera de las aulas, no se puede pretender que las pocas fábricas, talleres u otros espacios de trabajo se vuelvan una especie de museos para ir a observar o aprender. Los trotskistas, sin duda, lo que buscan con ese tipo de educación es tener proletarios salidos de los colegios para poder implantar su tan añorada “dictadura del proletariado”, en una sociedad atestada de cuentapropistas o de comerciantes informales.

Con esa forma de educación, quiérase o no, hay una animadversión hacia las aulas. Más que una propuesta pedagógica parece que fuera, por la rotación que se menciona, una especie de “tour” para que los alumnos en los distintos espacios de trabajo se familiaricen y aprendan. No es una capacitación exclusiva en algún oficio; porque si fuera así, no hubieran manifestado que los alumnos estarán “un tiempo en la fábrica, otro tiempo en granja, otro en las minas”. Una capacitación de acuerdo al plan de estudios de cualquier carrera dedicada a profesionalizar, implica -necesariamente- permanencia de algunos años.

Otro de los aspectos que llama la atención es lo referido al “alumno crítico”, que es otra aspiración presente en todas las reformas educativas del país. Más que un hecho realizable es un anhelo efusivo de los que manejan dicha consigna; además no deja de ser una frase decorativa para la educación, porque si realmente se trabajara para tal finalidad en las aulas, se tendría cualquier cantidad de críticos, pero no ocurre así. Los críticos en el pasado y en el presente, nunca fueron del agrado de los que, circunstancialmente, detentan el poder del Estado. El que uno sea crítico, no depende de manera exclusiva de las acciones del profesor, más bien es algo innato que puede ser fortalecido en los centros educativos.

Con relación al maestro, el trotskismo plantea que debe ser “investigador y creador de ciencia”; aquello también es uno de los postulados en la Ley Educativa del Movimiento Al Socialismo, también era un propósito de la Reforma Educativa del Movimiento Nacionalista Revolucionario, pero los profesores que se dedican a investigar, para desdicha de las autoridades educativas de ayer y de hoy, son contados. La mayoría no lo hace por cuestiones familiares o por otros motivos, porque al margen de ser profesores también son padres de familia, incluso algunos por el “magro salario” se ven obligados a dedicarse a otras actividades. Las personas que se dedican a la investigación son, generalmente, aquellos que no han conformado una familia. Además, las normales no se han creado para formar investigadores, para ese fin están las universidades. Por lo tanto, no se puede pedir a los profesores que sean investigadores, cuando ellos no han sido formados para ese propósito, y peor aún para que sean creadores de “ciencia”.

Para terminar, se puede decir que algunos postulados sobre la educación de los trotskistas carecen de novedad y de sentido común, al igual que algunos aspectos de la actual Ley Educativa; por otra parte, hay ciertas coincidencias con aquello que ellos cuestionan.
Educador y egresado de Sociología - [email protected]