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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Todas las películas que conducen a Roma

Se da casi por seguro que la película del mexicano de Alfonso Cuarón está llamada a hacer historia esta noche, en la gala de entrega de los Oscar. De llevarse la estatuilla a mejor película, sería la primera vez, en los más de 90 años entrega de los galardones de la Academia, que se lo lleva una producción rodada en un idioma ajeno al inglés. Pero, no todo está dicho. Aún quedan unas horas para especular y fabular con sorpresas. Entretanto, les dejamos una revisión crítica de las ocho candidatas al premio mayor.
Todas las películas que conducen a Roma


A Star is Born

Bradley Cooper

La cuarta versión del clásico A Star is Born significó el debut en dirección de Bradley Cooper, quien también coguioniza y protagoniza el filme. La cinta, que en un principio iba a ser dirigida por Clint Eastwood, presenta una estructura tradicional en cuanto a guion. Esto significa el proceso de enamoramiento de Jackson Maine (Cooper) con Ally (Lady Gaga), el acsenso al estrellato de esta y el descenso a los infiernos de Maine, a través de su adicción a las drogas y el alcohol.

Recibió la aprobación de la crítica y ocho nominaciones al Oscar. La faceta más destacable es la técnica, principalmente la fotografía y el sonido, aspectos que sobresalen en las escenas de concierto. El director de fotografía Matthew Libatique se luce creando una atmosfera inmersiva, produciendo la sensación de realmente estar en los recitales.

Este propósito se logra gracias al uso de lentes anamórficas que otorgan un look contaminado a los planos, además de la constante presencia de humo que des-satura los colores. A esta experiencia de los conciertos contribuye el sonido que fue grabado en directo en festivales reales haciendo destacar la ensordecedora guitarra de Maine y la talentosa voz de Ally.

Cooper hace un buen papel interpretando la caída de un músico y su ansiedad de no poder controlar su drogodependencia; sin embargo, si bien Gaga no lo hace mal, no se puede quitar la idea de que es ella haciendo de ella misma, sobre todo en la segunda parte del filme, cuando se convierte en una estrella del pop. El guion no repara mucho tiempo en el inicio y el porqué del romance, sino se enfoca en el constante apoyo de la pareja y sus fallidos intentos de salir adelante.

En resumen, A Star is Born es un drama/romance/musical de la vieja escuela de Hollywood, creíble en la mayor parte del tiempo y ejecutado de gran manera, haciéndose valer de artilugios técnicos modernos. (Caio Ruvenal)



Blackkklansman

Spike Lee

Mucho se le acusa a Spike Lee de contaminar todo lo que toca hasta convertirlo en panfleto de denuncia racial, al punto de que tanto sus productos de entretenimiento más puro como sus trabajos más serios suelen ser vistos y valorados desde el atalaya de lo políticamente correcto. Pues bien, Blackkklansman parece ser la confirmación de que el cineasta afroamericano ha terminado otorgándole al panfleto el estatuto de obra de arte cinematográfica. Basada en la historia real de un policía negro que se infiltra en el Ku Klux Klan, esta es una cinta panfletaria en el mejor sentido de la palabra, en el que no deja títere con cabeza ni se priva de indignarse ante el presente de los Estados Unidos de Trump desde sus propias imágenes de odio.

Sin embargo, su denuncia se remite también a la propia tradición cinematográfica, a la que interpela abiertamente por su complicidad para la propagación del odio racial, en la secuencia climática del filme, en la que Lee alterna, en montaje paralelo, las miradas antinómicas –de negros enojados y blancos racistas- ante El nacimiento de una nación, de Griffith, la obra capital del montaje paralelo. Se le podrá acusar de todo al director de Malcolm X, pero en ningún caso de no estar pensando/cuestionando al cine y al mundo Es poco probable que se lleve el Oscar a mejor película y/o mejor director, pero el solo hecho de haber metido su cinta en las categorías capitales es un reconocimiento justo y necesario, aunque tardío, a su obra, que, aun en su irregularidad, ha sido pionera y esencial para el cine de y sobre los afroamericanos. (Santiago Espinoza A.)



Black Phanter

Ryan Coogler

Es imposible no hablar de los estrenos comerciales de 2018 sin hacer referencia a la grandísima Black Panther, que compite en siete categorías a los premios de la Academia, entre las que se incluyen mejor película y mejor canción original –otro gran trabajo del rapero estadounidense Kendrick Lamar–. Con un elenco afroamericano de lujo, a la cabeza del director Ryan Cogler, los personajes de la nación africana ficticia de Wakanda se convirtieron en la resistencia simbólica a lo que a Estados Unidos le cuesta tanto admitir, que es una nación abrumada por su propio racismo. Un superhéroe negro se convirtió en un fenómeno político capaz de movilizar a la comunidad afroamericana y lograr un poquito más de empatía en el resto del mundo hacia la diversidad y la necesidad de generar aún más representación en la pantalla grande. Es solo el tercer largometraje de Coogler, dirigida y escrita de manera emocionante y pensativa. Da un ambicioso salto desde su impresionante debut en Fruitvale Station (2013) y su aclamado aporte en la franquicia de Rocky, Creed (2015), solo que su más reciente trabajo es ejecutado con la confianza de un cineasta mucho más experimentado. La película ilumina la pantalla con un estallido de acción y diversión. Eso es de esperarse. No hay muchas películas de superhéroes que te dejen sin aliento con efectos impresionantes y que también aborden los problemas étnicos y de género, aplasten los estereotipos raciales, celebren a las mujeres y condenen las nociones de exclusión en tiempos de Trump. Es más fácil y mucho más comercial ser inconsciente. Pero ese no es el estilo de Coogler. ¡Wakanda por siempre! (Andrés Rodríguez)



Bohemian Rhapsody

¿Bryan Singer?

Tanto o incluso más que Black Panther, Bohemian Rhapsody es una película muy hija de su tiempo. Y no por las mejores razones. Es un biopic –ese género tan vulgarizado por Hollywood- sobre una figura icónica de la cultura popular (Freddie Mercury, vocalista de Queen), al que no le interesa construir una imagen compleja de su biografiado, sino solo perfilar sus cualidades más atractivas en términos de audiencia. A saber: el camino al éxito de un joven humilde, pero talentoso; una sexualidad (en este caso homo) conflictiva, pero tanto o más reprimida en la pantalla que en la vida real; una radiografía de los excesos (sexuales, alcohólicos y de otras drogas) y de sus consecuencias (el sida) con un afán más aleccionador que reflexivo; un protagonista (Rami Malek, casi seguro ganador del Oscar a mejor actor) que parece más real que el original; números musicales larguísimos y con mejor sonido y efectos que las canciones y videos que les inspiran. No es gratuito que haya tenido un rendimiento de taquilla extraordinario, convirtiéndose en el filme biográfico con mayor recaudación de la historia. Por si fuera poco, se trata de una cinta sin autor o, más cabalmente, sin director. Bryan Singer fue apartado del proyecto casi al final de su producción, por las denuncias de acoso sexual que estallaron en su contra, así que su nombre fue retirado de los créditos. O sea, es una película que acabó siendo dirigida –aun por defecto- por el #MeToo, probablemente la primera dirigida por este movimiento que, a ratos, parece beber más de la Inquisición que de las reivindicaciones proderechos humanos. En resumen, Bohemian Rhapsody es un biopic bien filmado y protagonizado, pacato, políticamente correcto, complaciente con los públicos conservadores (lo que explica su éxito de taquilla), generoso en caramelos musicales para melómanos de ayer y hoy, y firmado por el activismo en boga. Una farsa mejor que la realidad. De buen cine, poco o nada. No debería sorprender a nadie que se haya colado en los Oscar. (SEA)



Green Book

Peter Farelly

Peter Farrelly realiza Green Book, que parte de la premisa de una guía publicada por Víctor Hugo Green (y está basada en una historia real). Un italoamericano corpulento (protagonizado por Viggo Mortensen), que trabaja de seguridad en cabarés, conoce a un pianista afroamericano (protagonizado por Mahershala Ali; quien no lo ubique puede ver la excelente Moonlight o la tercera temporada de True Detective). 

El pianista le ofrece trabajo de chofer para una gira que realizará durante dos meses por el sur de los Estados Unidos. El italoamericano llamado Tony Vallelonga, AKA Tony Lip (que es racista) debe aceptar el trabajo para mantener a su familia.

Green Book es una road movie con base en Cervantes. Me explico: Tony Lip es inculto, racista, poco inteligente (sin embargo, en muchos tramos de la película dice verdades universales como Sancho Panza). En cambio, el pianista es inteligente, un prodigio, amanerado (y en muchos tramos de la película enseña y aprende de Tony Lip y tiene una misión quijotesca: adentrarse al sur de los Estado Unidos para mostrar su arte, a pesar de los obstáculos del racismo, llámese molinos para el Quijote de la Mancha). 

Quijote y Sancho recorren los estados del sur; en fin: una película altamente recomendable. (Mauricio Rodríguez Medrano)



La favorita

Yorgos Lanthimos

Yorgos Lanthimos no es un director fácil, aunque muchos de sus detractores intenten relativizar su propuesta. Esta extrañeza o animadversión solo demuestra que es un director poco conocido (no poco publicitado, sino tal vez poco explorado), siendo su supuesto cinismo o pretensión artística suficiente argumento para subvalorar su cine. Hoy en día, cuando buscar lo “correcto” es un exceso que raya en la enajenación, algo de esa estridencia o procacidad no vienen nada mal, aunque esta, la de Lanthimos, se articule con matices y recursos nuevos en su más reciente película La Favorita.

En La Favorita, Lanthimos rompe algunos márgenes, propios y ajenos. Algunas sutiles osadías, otros, lances más importantes. Quienes han seguido a este director griego desde su primer largometraje Canino (2009), saben lo importante que es el estilo actoral e interpretativo en sus películas. Parco, esterilizado, depurado de histrionismo al máximo, no solo es un alumno más del maestro Bresson, sino que provoca una ruptura con el espectador que, en el objetivo, más que en la forma, lo acerca a Brecht. Sin embargo, en la Favorita, su director decide inclinar la balanza del peso narrativo hacia sus tres actrices principales, dejando que las tres interpretaciones intensifiquen y direccionen las pulsiones del ritmo y dramatismo de la historia a la par de la puesta en escena, que también se hace más profusa de lo habitual. Esta aparente accesibilidad que tienen los personajes o el énfasis inusitado que les da Lanthimos para que desnuden sus miserias ante el público, modifica muy poco el objetivo subyacente que ya vimos en sus otras películas: la aridez y el desapego, el desmoronamiento y la incomunicación en lo social sigue presente, es, si vamos ahondando en la propuesta, el lenguaje, (en sus diversas acepciones y espacios), este entramado simbólico de la cotidianidad, lo que siempre entra en crisis, develando que por detrás de cada signo hay una ruptura, para luego descender a lo básico, a la corporalidad como otro lenguaje.

Tanto en Canino, como Langosta (2015) o El sacrificio del siervo sagrado (2017), es la violencia explícita lo que impacta en primera instancia. Pero, así como Lars Von Trier o los mejores momentos de Gaspar Noé, Lanthimos es consiente que la violencia es una consecuencia, tan solo un vehículo o un síntoma, más no el fin. Es el uso del poder y el instinto (el primero, entramado sofisticado y el otro rústico) que prevalecen finalmente retratados. En La favorita, estos elementos narrativos están intactos, y en algunos casos, estilizados o camuflados en potentes metáforas, como la que encierra todo el amoblado del cuarto de la Reyna.

Por otro lado, Lanthimos aporta al género que le toca narrar, si bien renovar o interpretar la mirada al pasado no es nuevo (Jauja o Zama, o incluso la menor, María Antonieta, son prueba de ello), es destacable la aproximación al mundo post-victoriano con lente distinto, simbólica y literalmente, esos angulares que rompen la simetría abrumadora de la realeza, es en sí, una declaración de intenciones. Nos dice, que a Lanthimos le importa más que vivamos la interioridad compleja de sus personajes, sus nimiedades y miserias (que paradójicamente definirán el destino de varios países) antes que ponerse en la tarea de recrear una época o simplemente ilustrarla.

Finalmente, y no menos importante, Lanthimos, Deborah Davis y Tony McNamara, estos últimos los guionistas del film, retratan a tres mujeres diferentes en la dimensión que mejor puede reflejar su esencia, el cálculo, el subtexto, la sugerencia, los gestos, el sutil hilo que teje el ardid, las palabras que tejen la trampa, el pragmatismo de la supervivencia en el que la prepotencia del mundo masculino parece escatológica y torpe. Este retrato no reivindica ni apologiza, puedes amar y odiar al mismo tiempo a la reina Ana de Estuardo y su encarnación de la decadencia, a Sarah Churchill, manipuladora y manipulable, o a Abigail, tal vez el personaje con más obviedades, un animal herido que está dispuesta a emboscar a quien tenga en frente, literalmente, ella sube de los infiernos de la cocina del palacio a otro infierno en el que habitan 17 conejos, un cuarto lleno de pequeñas jaulas en el que cada día puede ser el último. (Luis Brun)



Roma

Alfonso Cuarón

Roma es un ejercicio de memoria en que los acontecimientos, por íntimos que sean, son grandes hazañas. Cleo, en el medio de las escenas, instalada como una gladiadora del circo romano, venciendo a las bestias gigantes para salvarlos y tenerlos seguros bajo su regazo. Bestias como los temblores tan típicos de ciudad de México, o las olas gigantes y furiosas del mar que quiere tragarse a los niños, el divorcio y caída de la familia, el impresionante incendio que se desata en la noche en los campos que rodean la lujosa casa/hacienda de familiares de la madre –una de las tomas más bellas del film junto con la del mar-, la Masacre de Corpus Cristi de 1971, la cantidad de excremento del perro que tiene que levantar y lavar cada día. Cleo marca el movimiento que es el movimiento interno de la memoria de Cuarón y la historia de su barrio y de México en esos años. Y lo marca con su propio movimiento corporal, nunca para, Cleo está siempre haciendo algo, lavando, planchando, fregando, tapando con una tela la jaula de los pájaros, respondiendo el teléfono, llevando refrescos a la familia que ve la televisión, siempre de un lado a otro, hablando poco, pero estando presente. El único momento que la vemos quieta y serena es cuando, dejando de lado la ropa que está lavando en la lavandería del techo de la casa, se bota de espaldas junto a Pepe y ambos juegan a hacerse los muertos. Ese movimiento de Cleo es el que está en el centro mismo de las elecciones de movimientos de los planos que pasan ante nosotros como algo que nunca se detiene, como la historia, como los recuerdos. (Alba Balderrama)



Vice

Adam McKay

Los mejores chistes son tales porque son verdad. Algo similar se puede decir de la brillante Vice (Adam McKay, 2018). Precisamente en tono de comedia, la película cuenta una historia que sin embargo es de miedo, la de Dick Cheney, quien fue vicepresidente del republicano George W. Bush y uno de los principales gestores de la guerra de Irak, sangriento conflicto suscitado por intereses de las petroleras (¿les suena?).

Un soberbio Christian Bale (ojalá hoy ganador del Oscar a Mejor Actor, una de las ocho nominaciones) encarna al oscuro político, subrayando la personalidad de un mediocre burócrata (valga la redundancia) que no obstante supo dónde estar y de quiénes ser amigo. Otro acierto más que alto es el performance de Sam Rockwell, quien interpreta al hilo al ramplón exmandatario estadounidense, precursor, entre otros, del actual, al que se le hace constantes guiños al señalar, por ejemplo, lo antiguo de la manida proclama “Make America great again”.

El filme alcanza ribetes tragicómicos, pues narra con un humor punzante situaciones abominables, como la ya señalada conflagración o los movimientos de los más poderosos del mundo que pueden decidir la suerte de millones, ya sea de su propio suelo o de pueblos a miles de kilómetros. Así, ilustra con simpleza efectiva lo central de aspectos como la ambición de las corporaciones, el espionaje masivo y los engaños de las grandes cadenas mediáticas.

Vice nos recuerda mucho la exitosa serie House of Cards, con un ritmo igual de trepidante a la hora de escenificar las intrigas que en este caso son casi documentales por su veracidad al escenificar la historia contemporánea de Estados Unidos. (Sergio de la Zerda)