Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Juntos, separados

Sobre la participación del elenco HURyCAN (España), en el Festival Internacional de Danza Contemporánea recientemente celebrado en el Centro Patiño.
Juntos, separados



—En un rato van a salir —dice un señor con credencial del evento: la figura de una bailarina contorsionándose frente a un número 7.

Es el tercer día del Festival Internacional de Danza Contemporánea. Se presentarán nueve compañías, entre bolivianas e internacionales. Hoy se presenta HURyCAN, compañía española conformada por el francés ArtHUR y la argentina CANdelaria. El juego con las primeras letras también tiene como intención sonar parecido a huracán. Eso último de relevancia más discutible.

Los técnicos comienzan a bajar las luces y, solo después de cinco minutos, cuando se ha vuelto aparente que es peligroso para la gente que está debajo, deciden bajarlos a todos del escenario. Ahí abajo esperan dos grupos de estudiantes: uno es de universitarios con celulares en mano, listos para grabar; y otro de colegiales, listos para preguntar. El segundo grupo se apresura y llega primero con Arthur.

—¿De dónde son? —pregunta Arthur.

—Del Laredo —responden casi en coro.

Entonces empiezan a explicar, o más bien, a mostrar su fascinación por la danza. Él escucha, muy interesado. Tiene una larga barba rubia y le saca al menos 15 centímetros de altura al espectador cochabambino promedio, así que, cuando se forma un pequeño semicírculo de personas a su alrededor, parece más bien un maestro con sus pupilos. De todas formas, se les han agotado relativamente rápido las cosas para decir. Después de 5 minutos de charla ya están todos junto a Candelaria y Arthur, listos para tomarse la foto.

Ahora el grupo de colegiales se despide y se dispersa, se acercan los universitarios. Cubren estratégicamente a Candelaria, a Arthur y a cualquier otro que pueda darles una grabación distinta.

—Primero me gustaría saber quiénes son ustedes, de dónde son… —le preguntan a Candelaria

Al otro lado están entrevistando a Arthur.

— ¿Cuál es tu nombre?

—Arthur

—Arturo, ¿y siempre te has dedicado a la danza contemporánea?

Él comienza a hacer una descripción de sus motivaciones, sus intereses, su proceso creativo. Entonces uno puede imaginarse al joven trepándose a los árboles, bailando a su música favorita, encontrando su vocación y decidiendo un día, a sus 20 años, irse a vivir a Madrid para meterse de lleno al mundo artístico.

A su derecha, a unos seis metros, está Candelaria respondiendo coincidentemente una pregunta similar. Ella había decidido ya tarde que quería dedicarse a la danza, a los 15 años. Eso es considerado tardío en el mundo de la danza, pues la mayoría de danzarines practica regularmente ya a sus siete u ocho años. Ella también decidió un día irse a vivir a Madrid y, al igual que Arthur, llegó en 2007.

— ¿Y cuánto tiempo ya llevas?

—Pues ahí como… intensivamente… —dice Arthur sopesando las palabras, haciendo memoria— como 11 años.

Es un dato que admira al menos a los entrevistadores. Quizá no sea un número importante para el que da la respuesta como si se tratara tan solo de una etapa de su vida. Es tiempo suficiente para sacar un bachillerato, dos licenciaturas, o más funestamente es un sexto de la vida de un boliviano; pero por lo que cuenta él apenas hace la diferenciación entre su pasión por la quinésica, que fue toda su vida, y el momento en que decide dedicarse “intensivamente” a ello.

Candelaria conoció a Arthur el año 2010 y juntos decidieron investigar al mismo tiempo que se dedicaban a otras actividades. Los resultados se ven en “Discordio”, más tarde en “Te Odiero” y luego en la obra que presentaron hoy: “Je Te Haime”, que vendría a ser una traducción al francés de “Te Odiero”. En realidad, “Je Te Haime” es una pieza extendida de “Te Odiero”, la cual tomaron como base. Pasaron de 10 a poco menos de 40 minutos, pero tal y como indican los nombres, la temática es la misma. Una pareja empieza a bailar, siente el cariño que los une, lo emotivo, casi visceral de la danza al tiempo que los cuerpos se mueven con la música, la abrazan y se sueltan, se empujan y se jalan, se aman, y también se detestan; a ratos, y a ratos no. Fue como su noviazgo y sus prácticas, fue como ellos piensan que todos nos hemos sentido alguna vez con una persona. Y en un instante algo tan pequeño, así como en la obra cuando Arthur deja caer a Candelaria, empieza un tira y afloja.

—Es un espacio que mucha gente ha pasado por ello. Creo que es como que cada uno… no sé… pero casi todos hemos tenido…

—Son los golpes de la vida —lo interrumpe una señora mayor.

Y al final los lleva ahí, a presentar su obra en Bolivia, aunque ya no sean novios, y cada uno esté contando la misma historia distintas personas. Igual más tarde irán, cada uno acompañado de otra persona a un restaurante no muy lejos de ahí. A una cuadra apenas, cruzando la avenida América.

Estudiante de Comunicacón de la UCB