Opinión Bolivia

  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Humo

Sobre la elogiada novela de la escritora ecuatoriana Gabriela Alemán, recientemente editada en Bolivia por El Cuervo.<BR>



Gabriela Alemán escribió Humo durante 12 años. Pero sabe que una novela nunca termina de escribirse: es como la vida, retrocede sus pasos, los adelanta, tacha palabras, aumenta, disminuye, y sigue para adelante. Como toda historia se escribe de la única forma posible: con valor.

Humo es eso y mucho más: es una novela total.

En la presentación del libro, Gabriela Alemán contó más o menos la historia de la novela. Desde que le llegó la noticia del incendio en un centro comercial de Paraguay, hasta que se dio cuenta que la columna vertebral de la novela era el dictador Alfredo Stroessner Matiauda. Pero no quería hacer una novela sobre un dictador. Tampoco quería hacer una novela bélica.

Humo es una novela de fragmentos. Es el retorno de Gabriela (el personaje) a Paraguay para recoger unos papeles. Allí recuerda que conoció a un alemán que presenció la Guerra del Chaco y que conoció a Stroessner.

Gabriela Alemán también dijo que para contar el presente de Paraguay había que ir hacia el pasado, inevitablemente hacia la Guerra del Chaco, cuando Stroessner apenas era un teniente y no el presidente de facto que acumuló tanto poder, que fue responsable, en cierta medida, del incendio de aquel centro comercial.

El poder tiene muchos tentáculos. El poder es una suerte de mar negro que lo inunda todo.

Gabriela regresa a Paraguay y se encuentra con el hijo del alemán. En la biblioteca empieza a leer los papeles. Descubre que el alemán conoció a Biró, el creador de los bolígrafos. Con él llega a Argentina y de Argentina se va a Paraguay.

Conoce a una muchacha con quien fue feliz, pero la mató la fiebre. El amor deja heridas que, a veces, nunca cierran.

Gabriela Alemán también dijo que por casualidad encontró un libro sobre la Guerra del Chaco. Luego de leerlo, descubrió que la única forma de narrar una guerra es a través de fragmentos. El horror, el verdadero horror, solo puede verse a través de un espejo (la literatura) o las pesadillas.

El horror es la nada. El horror es la soledad.

Gabriela descubrió que el alemán se enamoró y sufrió ese desamor escapando hacia la frontera. El alemán buscó avestruces y allí conoció, en los hospitales, a leprosos y a un exiliado que tenía un hijo con fiebre amarilla.

Lo ayudó. Se hicieron amigos.

Allí conoció a Stroessner cuando todavía no era el horror. Cuando aún no había desaparecidos ni muertos. Ni el poder que absorbió a Paraguay.

Y el viento se lo llevaría todo: los papeles y los recuerdos.

Periodista – [email protected]