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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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El espacio social de la pintura

Comentario sobre los resultados de uno de los objetivos de la tesis de licenciatura en Comunicación Social del autor, titulada “Procesos de consumo cultural en el espacio social de la pintura”.
El espacio social de la pintura



Siempre he tratado de abarcar un conocimiento de todas las artes, por lo menos uno básico que permita contextualizarme en una discusión sobre corrientes, autores u obras imprescindibles. Claro que, llegada una etapa de madurez, nos inclinamos a una específica por motivos varios, pero tener un panorama, general y global, ayuda al disfrute de las máximas expresiones del espíritu. Esa tal vez sea una de las principales razones por las que escogí el tema de la pintura, un proceso de descubrimiento sobre uno de los pilares fundamentales de lo que ha significado el arte en la conciencia colectiva.

No existe libro sobre historia del arte que no otorgue un apartado especial a la pintura. El mismo concepto de “arte” se suele relacionar con imágenes de “La Gioconda”, Da Vinci, Picasso o Dalí. No es para menos, la primera evidencia que se tiene sobre nuestra existencia son los “murales”, pintados con pigmentos naturales en los muros de la cueva de Altamira (España), se cree por fines mágicos/religiosos; el poder de la imagen sobre el objeto. Lo cierto es que, más allá de nuestro instinto de supervivencia o necesidades sexuales, era menester representar a jabalíes, ciervos y mamuts heridos con flechas.

Otro punto que ayudó a la selección del tema de tesis fue la percepción sobre la falta de una crítica especializada en la pintura. Es cierto que han existido y existen grandes teóricos en el área, como Pedro Querejazu, José Bedoya, Rigoberto Villarroel, Cecilia Bayá y, obviamente, Carlos Mesa y Teresa Gisbert, pero no se publican libros anualmente sobre artes plásticas, como sí pasa en el campo del cine o la literatura. En Cochabamba la ausencia es más notoria. Existen libros dedicados a la obra íntegra de Enrique Arnal (Potosí), Raúl Lara (Potosí), Arturo Borda (La Paz) y María Luisa Pacheco (La Paz), pero, a día de hoy, no existe uno sobre Gíldaro Antezana, o por lo menos no hay uno difundido. Cochabamba ha aportado grandes artistas a la historia de la pintura boliviana, como José García Meza, Raúl G. Prada, Mario Unzueta, el ya mencionado Gíldaro o Gonzalo Ribero. Además, es sinónimo de la técnica de la acuarela; es la primera ciudad en tener una escuela (ahora instituto) dedicado a las artes plásticas.

Me aventuré entonces en esta travesía del proceso de investigación. Yvonne Rojas, en su “Diagnóstico general de áreas artísticas” para el Observatorio Cultural, identifica a un grupo de pintores que buscan seguir el legado de los mencionados en el párrafo anterior. A ellos me referí como conservadores, y hay otros que buscan experimentar técnicas “nuevas” en respuesta a los conservadores, estos son los contemporáneos. Bajo criterios de selección que exige cualquier investigación científica (no me detendré ahora en ello), escogí del primer grupo a José Rodríguez (representante de Bolivia para la Sociedad Internacional de la Acuarela), Jorge Velasco (perteneciente al círculo de los 70) y Remy Daza (primero incursionado en el paisajismo, ahora gran pintor de desnudos). En cuanto a los contemporáneos, los seleccionados fueron Donald Moreira (enmarcado entre el hiperrealismo y el neobarroco), Emil Gumiel (con especialidad en el dibujo; se define como expresionista) y Gualberto Condori (surrealista con mucha presencia de símbolos patrios en sus pinturas). Cabe mencionar que son categorías muy amplias, y lamento no incluir en el grupo de conservadores a artistas consagrados como Zenón Sansuste, Ruperto Salvatierra o el mismo Gonzalo Ribero; o en el de contemporáneos a propuestas interesantes como las de Leonardo Aliaga. Sin embargo, respondía más que todo a encasillamiento que ellos mismos se daban.

Para justificar esta lucha simbólica que se da entre conservadores y contemporáneos, decidí utilizar la teoría del espacio social propuesta por el sociólogo francés Pierre Bourdieu. Para él, la sociedad está dividida en varias dimensiones o espacios (política, artes, medicina, filosofía), donde se forman diversos grupos que luchan por lo que es legítimo en su campo. Al mismo tiempo, buscan acumular capital en sus tres estados (económico, social y cultural).

El levantamiento de datos consistió prácticamente en sesiones hasta de dos horas, en las que los pintores me contaban sus visiones, ideologías y maneras de encarar el arte pictórico. Fueron acercamientos íntimos a sus obras y a los autores detrás de ellas. Más allá de los resultados, rescato las preguntas que se me fueron planteadas: ¿es la pintura un oficio o una búsqueda de estilo sin sometimientos al academicismo?; ¿se deben reflejar en los lienzos la belleza de nuestro entorno o vale más la interpretación personal de la realidad?; la voz propia, la identidad del pintor, ¿se consigue a través del dominio total de la técnica o la práctica constante del trazo?; ¿es más válido el paisajismo que ha sobrevivido desde el siglo XVI o las aún vigentes vanguardias del siglo XX? Preguntas que me ayudan a adentrarme cada vez más al intricado y complejo espacio social de la pintura.

Si hay un punto donde ambos grupos coinciden, es en la predominancia e importancia del capital social, traducido en reconocimiento. A mayor reconocimiento, mayor oferta de espacios de exposición, más oportunidades de exponer en el extranjero. Al final del día, lo que busca el artista es reconocimiento. Los salones 14 de Septiembre y el Municipal de Verano se presentan como detentores de este capital; las obras ganadoras son reconocidas por los mismos artistas, por su misma asociación y personalidades del medio. Cada año se desata más polémica por la elección de jurados y obras ganadoras, a las que se da difusión de los medios y son inscritas como patrimonio museístico, al fin y al cabo.

En fin, son muchos temas que en los que se puede ahondar, pero sobre todo muchas puertas abiertas por (re)descubrir. Hay muchas interrogantes por responder y aún hacerse, un largo camino que espera, y la fascinante ansiedad de querer abarcarlo todo.

Periodista - [email protected]