Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

César Antezana y Flavia Lima, las voces poéticas de un animal político

Con su poemario Masochistics. Tratado cotidiano, presentado recientemente, el escritor paceño fue galardonado con el Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal 2017. La RAMONA conversó con él. 
César Antezana y Flavia Lima, las voces poéticas de un animal político



Son indisolubles. Una unidad. No se puede hablar de ellos por separado. No se los puede mirar como personas distintas. Cuando lo encuentro está fumando un cigarrillo, cubierto por un gabán negro y el cuello envuelto en una bufanda colorida. Lleva las uñas pintadas de un rojo que ya comienza a descascararse. Sobre su nariz los mismos lentes que usó Flavia Lima al momento de recibir el Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal 2017.

Es amable en el trato, muy efusivo al momento de demostrar afecto y se entusiasma rápidamente con la charla. Como me aclararía al concluir la entrevista, le encanta charlar, compartir ideas.

Tiene la voz gruesa y pronuncia sus frases con gran musicalidad, atravesándolas con una interferencia entretenida de muletillas y modismos muy propios de la paceñidad. Sus movimientos son delicados y nunca se cansan de darle énfasis a cada una de sus palabras.

Es un animal político y poético con el horizonte claro, pero en constante transformación. Odia la militancia romántica y unívoca, prefiere la praxis radical y la multiplicidad de voces. Tal como sucede con el Almatroste, el paradigmático espacio cultural paceño que fundó recién comenzados los dosmiles, junto a algunos amigos, y que ahora sigue administrando.

Sobre el premio, su obra, sus luchas y rebeldías, conversamos a continuación.

-¿Cómo recibiste la noticia de ser el nuevo Premio Nacional de Poesía?

-Uno siempre quisiera ganar, para eso manda. Pero fue una sorpresa, porque hay mucha subjetividad en los concursos. Uno puede estar seguro de que su obra es más o menos buena, pero siempre es sorpresivo. Fue muy lindo.

-El jurado destacó la unidad temática y la fuerza expresiva de Masochistics. ¿Estás de acuerdo con estas apreciaciones? ¿Qué lectura tienes de tu propia obra?

-Esta obra es un conjunto alrededor de un tema principal. Es evidente, hay formas de dolor físico, masoquismo. Pero, tiene tal tratamiento (esta es mi lectura y la de algunos amigos, los que me han hecho la contraportada, por ejemplo), que puede detonar un montón de sentidos alrededor, más allá de la intención manifiesta del sujeto que escribe. Estos sentidos que detona también tienen a entenderlo como una unidad.

El habitar una memoria dolorosa que se reivindica con placer, a partir de la necesidad de nombrarlo, esa la interpretación de Edgar Soliz, pero también tiene una unidad. Incluso algunos más perspicaces han entrevisto un transcurso casi narrativo, que es más o menos lo que yo quería que tenga. A mí me gusta mucho la poesía que es como una olla hirviendo, pero lo que me está interesando últimamente en mi escritura es que tenga un transcurso. Eso quisiera que pase en lo que hago.

-Este libro, como algunos de tus anteriores escritos, tiene una voz femenina predominante. ¿Cómo surge este otro ser que te habita y habla a través tuyo?

-Flavia Lima es una voz poética que me resultó imprescindible en algún momento de mi vida. Siempre he querido pensar que mi vida es una unidad. Siento que hago un par de cosas más allá de la escritura y todo esto se refuerza. Es como si estuviera en algo que no se puede dividir, o separar, o considerar en solitario. Pero, en algún momento, como te decía, hace unos cuatro años, hay ciertos espacios que necesitan una atención especial.

El hecho de haber generado este alter ego con el que escribo todos mis fanzines, por ejemplo, y con el que normalmente me presento a leer los poemas, es la voz protagonista. Porque la voz de Masochistics es también femenina. Entonces, es algo que me ha acompañado sin mayor conflicto en mi vida. O sea, sin provocar grandes crisis. Sí hay conflictos, pero no una crisis de mierda.

Creo que poco a poco esa voz ha ido ganando cuerpo y está siendo cada vez más importante. Creo que es uno de los motivos por los que la voz en este último libro es femenina, porque ya tiene tal presencia en mi vida que ha necesitado de alguna manera expresarse en ese texto.

-¿Cuándo surge esta necesidad de Flavia Lima de salir a la superficie? ¿En qué momento de tu vida?

-Yo reivindico el discurso de que esta multipresencia está acompañándonos siempre. A partir de este punto, depende de cada uno si darle cabida o no. Creo que en algún momento mi apuesta ha sido más radical por liberar este lado para poder generar equilibrio y bienestar. Siento que muchos de nosotros, muchas de nosotras, estamos con ansiedades o frustraciones muy complicadas, porque le damos muchas vueltas, le dedicamos mucho esfuerzo a reprimir algunas cosas que tenemos. Algunas veces está bien. Por ahí tienes ganas de golpear a alguien, está bien que te reprimas. Pero me refiero a cosas más intensas, pulsiones.

Está pulsión femenina yo la tengo desde changuito, pero he podido sobrellevarla bastante bien con el tiempo. Sin embargo, el tiempo hace que sientas desequilibrios, que sientas vacíos, suena muy tonto, pero realmente se siente así. Entonces, hay requerimientos vitales. A mí el transformismo, el travestismo en general, lo que hago cuando leo poesía o escribo, me libera y permitirme poder dar rienda suelta a esa energía, me ha hecho detonarme creativamente. Es como lanzarte a hacer algo que no has hecho antes y eso, por supuesto, te da posibilidades infinitas. Eso es lo que he sentido.

-Más allá de lo creativo y lo vital, leyendo alguno de tus textos es fácil identificar una sensibilidad, un armazón intelectual e ideológico muy femenino, sin impostaciones ni postureos. ¿Cómo has ido construyendo ese imaginario y esa postura política?

-Es una búsqueda larga. Por lo menos serán unos once años que con mi compañera (Beatriz Palacios) hemos comenzado un transcurso intelectual, acercándonos cada vez más a dos vertientes que son muy importantes en nuestras vidas: el feminismo y el anarquismo. A ambas nos hemos acercado con fruición.

Teníamos algunas intuiciones antes, pero nada comparado con lo que hemos ido descubriendo estos años. En una suerte casi enfermiza de radicalizarnos, hemos ido asumiendo ciertas consecuencias con respecto al discurso feminista, por sobre todo. Los cuestionamientos a los que llegamos, que solo podrían darse en una relación de pareja, estas lecturas, estos posicionamientos se nos han hecho muy fuertes, muy vitales, parten de una cierta ética que hemos ido construyendo esta época.

Hay ciertas prácticas cotidianas fundamentales que generan posiciones. Lo femenino o lo masculino se genera a partir de prácticas. No creo tanto en esencias, así como esta onda de algunas compañeras más ligadas a lo esotérico: “la sangre de la menstruación y el poder de la creación”, o ese eterno femenino. Creo menos en eso que en este sedimento material de lo que habitas en el cotidiano, las cosas que tienes que decir, las cosas que tienes que hacer, las cosas que representas en un lugar; materialmente, físicamente, hablando. Eso me parece más relevante que el hecho de parir o no parir. Igual es solo mi percepción nomás y algún rato la comparto con mi compañera.

-Al momento de hablar de “prácticas cotidianas” escucho a Judith Butler y una construcción performativa del género. ¿Estás de acuerdo? ¿Cómo percibes la cuestión de género desde la teoría?

-Las esencias nos incomodan: eres varón y eres un pelotudo, eres mujer y eres una diosa, o a la inversa. Absurdo. Por eso agradezco que hayamos podido acercarnos a la teoría queer, que lo que hace es relativizar los cuerpos, porque son susceptibles a ser performados todo el tiempo, de ser actuados, de ser situados, de ser transgredidos.

Eso me parece genial, pero en la medida en la que habitamos esta base material que te digo. Qué se yo, el cuidado de los hijos, por ejemplo. Eso genera otra predisposición vital. Por eso, la Bea, mi compañera, decíamos “vamos a turnarnos esto realmente, radicalmente”. Siempre hemos sido personas que hemos valorado la praxis a la par que la teoría. Si estamos leyendo estas cosas, nos estamos convenciendo y estamos siendo capaces de comprender y estamos de acuerdo, hay que hacerlo carne. Entonces comenzamos a rotar un montón de cosas de las que normalmente se hacen, hemos comenzado a transgredir los roles de género y hemos podido experimentar otras actitudes, tanto de ella, como de mí.

-¿Esta “praxis” tan radical y sui generis te ha generado conflictos con vertientes que son más “conservadoras” dentro las mismas movidas feminista o TGLB?

-Es complicado. No sé si hay conflictos frontalmente. Tengo muchos amigos y amigas del ambiente y también tengo muchas amigas feministas. Sin embargo, no hemos podido, aunque no sé si lo hayamos intentado (creo que sí, hace algunos años), no estamos militar en ningún grupo. Porque realmente es complicado, la militancia implica una única opción política, que no es para nada deleznable.

Nosotros somos seres políticos en el Almatroste, en lo que decimos públicamente o no, en cómo educamos nuestros hijos. Políticamente estamos muy claros. Todas estas cochinadas del capitalismo y el patriarcado no nos gustan. Eso está claro. Pero, cuando generas una movida política lo que haces es reivindicar un sujeto político y al hacerlo invisibilizas las diferencias que están cobijadas en él, como dándole cuerpo a ese sujeto político.

Entonces, a nosotros, en algún momento esto nos es insuficiente, porque ni siquiera podemos nombrarnos en todo este afán, ni siquiera no es fácil nombrarnos. “Esto somos”.

Transgénero podría ser algún rato, pansexual otro, bisexual también. Nos hemos orillado por ahí. Pero ninguna de esas contiene lo que somos. Creo que a la mayoría de las personas les pasa eso.

Por eso, cuando nos orillamos hacía cosas “muy claras”, para hacer algún tipo de activismo, por ejemplo, no saben qué hacer con nosotros. Más allá de que siempre estamos con onda y apoyando donde se pueda, en nuestros carácteres somos bien ariscos, no nos gustan que nos mande la gente. Eso es complicado. Y sentimos que las decisiones de una mayoría también son jodidas para algunas otras pocas personas, eso nos conflictúa.

Periodista - @mijail_kbx