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  • Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
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LITERATURA

De la región prohibida al día de todos tus santos

La editorial Nuevo Milenio aprovechó la visita de la escritora boliviana Fabiola Morales al país y presentó su novela El día de todos tus santos en Santa Cruz y Cochabamba. El título ya se encuentra disponible en las librerías locales.
De la región prohibida al día de todos tus santos



Para escribir sobre la novela El día de todos tus santos, me es imposible no empezar hablando por el libro de cuentos La región prohibida. Ambos publicados en la editorial Nuevo Milenio, pero con la diferencia de cinco años entre los cuentos y la novela. ¿Por qué es importante iniciar desde otro libro para hablar de este que estamos presentando?

En La región prohibida, uno de los ocho cuentos se llama: “Me harás un calaca”. Cuento que, evidentemente, es el inicio del proyecto de novela que termina con el nombre El día de todos tus santos. Como lector, este tipo de “raras” coincidencias me provocan una excitación mayor. La posibilidad del salto de una historia que, por obvias razones de género, termina en un punto, para poder expandirse en algo que imaginaba, en el momento de la primera e inconclusa lectura de la historia, pero que, a través del trabajo concreto de la novela, me genera una vinculación diferente con la autora; compartimos un secreto, sabemos de los personajes aunque ellos no de nosotros. Somos cómplices de la historia; pero nos separamos en cuanto a mis preferencias por relatar una cosa y las preferencias que Fabiola ha preferido para la novela.

En un punto, concuerdo con el universo que se va formando de estos seres que ya conozco y en otros no tanto, y esto se debe a que por el primer movimiento de La región prohibida me siento comprometido con los sucesos. La experiencia es más rica por la forma en la que se convierte el libro. No leemos una novela, ni un libro de cuentos, leemos un proyecto literario de un universo más complejo que simplemente la particularidad de un solo libro.

Es como que, si has leído previamente el cuento, la lectura de la novela inicia con un secreto que el lector sabe y que el autor también. La historia se vuelve más vertiginosa, la novedad del relato que surge después de donde quedó el cuento, hace que sea más grato, más íntimo. La historia me conmueve, porque sé de lo que se está hablando, un poco antes que se comience hablar.

La novela se forma y se desarrolla desde el chisme o desde la confesión. La novela circula para adelante desde el retorno a lo que cada personaje tiene que decir, para ampliar de a poco el relato. No se trata de un relato lineal de un principio a un final, sino de una especie de espiral. Lo que hace que a medida en la que te acercas al final, surge una sensación de precipitación a los deseos imposibles de querer cambiar algo que, por obvias razones del tiempo, ya no es posible.

Todo gira en torno a la figura enigmática, fascinante, delirante, quebrada, aunque en algún punto irritante, de Manuel Díaz. A la vez que la novela, a través de ese acercamiento, desarrolla algo más poderoso que la ficción de lo imposible en el arquetipo de un personaje dañado. La novela nos acerca a eso que podemos llamar complicidad. La complicidad del haber vivido algo al lado de ese alguien, que se va perdiendo de a poco y que hace que las asociaciones del presente se conecten con memorias entrañables.

El día de todos tus santos es una novela que trata de un día materializado en los segundos perpetuos al lado de alguien que perdemos. En esa pérdida está la hermosa posibilidad de encontrarse con uno mismo, pero a partir de la convivencia con los otros. Todos tus santos, apela a esas versiones confeccionadas en el vértigo de una experiencia volátil destinada a vivir un momento. Mejor dicho un momentito. No importa la situación, sino el haber estado ahí con esos rostros que hemos perdido por la sutil cortina del tiempo. En esa dimensión solo vale la complicidad: de un beso, de un buenas noches, de una mano, del haber dicho te quiero las suficientes veces.

Manuel Diaz dice: “la gente vive haciendo propósitos endebles todo el tiempo. La gente está traicionándose a sí misma constantemente con tonterías como dejar de fumar o ir al gimnasio. Los buenos propósitos son eso, Mariela, pérdidas de tiempo, trampas que nos ponemos a nosotros mismos como si necesitásemos demostrarnos una y otra vez que estamos hechos para fallar”.

Tal vez el personaje no se refiere a otra cosa más que a la búsqueda de la permanencia en esa complicidad de los buenos tiempos, cuando nuestros socios y amores no han crecido y tienen el espíritu infantil de sorprenderse de las geografías ajenas. Cuando la mano amiga calienta y cobija. Pero están destinadas absolutamente a enfriarse. Entonces, no será que por eso, necesitamos saber o inventar que podemos dejar de fumar o ir al gimnasio. El tiempo se encarga en hacernos olvido. Y esto último se vuelve un padecimiento.

Ulises, el héroe viajero, aparece en la Odisea siendo nombrado por Atenea, la diosa madre que hace las diligencias, para que vuelva a la cuna, llamándolo el hombre sufrido de entrañas. Y durante el proceso se refiere en distintas ocasiones de esa forma al Ulises viajero, que padece el estar lejos de los suyos. Cuando pienso en entrañas pienso en vientre, en una vorágine de carne revuelta, en un relleno sin forma, pero altamente necesario. Me incomoda pensar en la imagen de unas entrañas, porque, por alguna extraña razón, me incita a sumergir mi mano para tocarlas, apretarlas.

Manuel Díaz se refiere a nuestras dolencias de entrañas, a nuestros buenos propósitos a pesar de la pérdida, a pesar de saber que el destino de repente nos tienen configurados en una falla, o en una lejanía. Manuel Díaz enferma y a la vez enferma a todo su círculo.

“Despierto, estoy nuevamente en el hospital. Llama Mariela. Benavidez o Roberto, ya no sé cuál de los dos es, me pasa el celular. Escucho su voz entrecortada, hay ruido detrás de ella, como de cosas que se caen, tengo ganas de llorar, pero me las como, hablo sin darle chance a platicarme nada, le digo que tengo ganas de un mango bañado en chile piquín, un mango le repito, y de verdad salivo pensando en el fruto pinchado en un palo naranja”.

De repente cuando me refiero a complicidad, el mismo personaje me apoya, solo cambiando un poco el término, ya que se refiere a la relación con su padre, diciendo que solo necesitaba empatía, algún tipo de interacción que no sea un reclamo (de repente un buen propósito). Pero este nunca se dio.

Pienso que El día de todos tus santos, se refiere a la atención de los seres que se nos han ido. Cuando padecemos del sufrimiento de entrañas. Cuando el tiempo sacrifica al más herido. En ese sentido es una historia de la pérdida, de lo que falla. Por ese motivo resulta siendo una historia que atrapa. Porque, como Borges dice, hay una dignidad en la derrota, que a duras penas le corresponde a la victoria.

Lo único que puedo decirles de la novela es que la disfruten.

Escritor - [email protected]