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FERIA LIBRE

Conrad habla a los autores

Conrad habla a los autores

Gracias a un azar favorable recupero mi colección de libros de Joseph Conrad (1857-1924), polaco de nacimiento, maestro de la prosa inglesa, de quien puedo decir que lo he leído todo. O casi. Novelas, cuentos, ensayos y libros de memorias, incluidas un par de biografías suyas. Los he buscado por años, vaya. Bueno, al rescatar mis libros, hojeo un volumen que contiene tres de sus novelas, separadas entre sí por 20 años. Lo interesante de la edición es que lleva los prólogos originales del autor a cada obra, práctica que gustaba a Conrad, siempre en conflicto con los críticos. En esos prólogos explicita detalles acerca de la génesis de cada libro y los conceptos que subyacen en ellos. No se dirige tanto a los lectores corrientes, sino más bien a los potenciales escritores. Algo de eso quiero ilustrar sin mayores abundamientos.

En el prefacio de El negro del Narcissus (1897), Conrad escribe: “Una obra que aspire, aunque sea humildemente, a la condición de arte, debería llevar consigo su justificación en cada línea”. Agrega: “Es un intento por hallar en las formas, los colores, las luces y las sombras, en los aspectos de la materia y en los hechos de la vida, lo que es fundamental de cada cual, lo que es perdurable y esencial –su cualidad iluminadora y convincente–, la verdad profunda de su existencia”.

El escritor serio según Conrad “se dirige raramente a nuestros prejuicios, a veces a nuestros temores y con frecuencia a nuestro egoísmo –pero siempre a nuestra credulidad”. En otras palabras: “Su llamado (del escritor) está hecho para nuestras capacidades menos obvias: esa porción de nuestra naturaleza que, debido las condiciones beligerantes de la vida, se guardan necesariamente fuera de visión… Es un llamado menos ruidoso, más profundo, menos perceptible y más estimulante; aunque olvidado más rápido. Sin embargo sus efectos duran para siempre”.

Cabe la pregunta: ¿no será que lo que el escritor polaco plantea vale sólo para la literatura realista? Bueno, era lo suyo. En la nota preliminar de La línea de sombra (1917) plantea, coherentemente con esa devoción al realismo: “Esta historia, de la cual reconozco que a pesar de su brevedad es con justicia una pieza de gran complejidad, nunca pretendió entrar en el terreno de lo sobrenatural...” Al justificar su punto de vista, añade: “El mundo de los vivos contiene suficientes maravillas y misterios que actúan sobre nuestras emociones y nuestra inteligencia de manera no siempre explicable, lo que casi justificaría la idea de la vida como un estado de encantamiento o hechizo”. Lanza un parecer adicional: “Tengo la firma convicción de que… lo sobrenatural es un articulo fabricado”. Supongo que quiere decir falso, manipulado.

En la nota que precede Tifón (1902), Conrad señala que el libro nació de una historia que le contaron sobre un grupo de marineros en los mares de Indochina. Dice: “Son hombres que se ganan su pan y, como en cualquier ocupación especializada, hablan de su trabajo. No sólo porque es lo que más les interesa en sus vidas sino también porque tienen poco conocimiento de otras cosas. Nunca han tenido tiempo para familiarizarse con algo diferente. La vida, para muchos de nosotros, no es mucho más dura que soportar a un capataz exigente”. Hay pues una tripulación y un capitán, hay una confrontación. Dice Conrad que necesitaba: “Un motivo directriz que armonizara todos esos ruidos violentos y un punto de vista que pusiera toda esa furia elemental en su lugar... Ellos tuvieron su oportunidad y yo tuve la mía... Aquí están las páginas para que hablen por sí mismas”.

Escritor chileno - [email protected]