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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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“¿Hay personas más legitimas que otras ¿Amores legítimos e ilegítimos?”

El director chileno Sebastián Lelio habla de su filme Una mujer fantástica, reciente ganadora del Oscar a Mejor Película de Habla No Inglesa y que se proyecta en el cine Astor (C. Sucre y 25 de Mayo), a las 21.00 horas.
“¿Hay personas más legitimas que otras ¿Amores legítimos e ilegítimos?”


Desde La sagrada familia (2006), su primer largometraje, el chileno Sebastián Lelio se ha metido siempre entre “las patas de los caballos”, como él dice. Ha tocado conflictos, prejuicios e hipocresías de nuestras sociedades contemporáneas que llevan al espectador a “pensarlo todo de nuevo” o, lo que es lo mismo, a formularse preguntas tan esenciales como las que dan título a esta entrevista. Pero nunca lo ha hecho desde la postura del provocador o del denunciante, que en el fondo es la más convencional, y “aburrida”, añadiría él. Si en su multipremiada Gloria (2013) encontró el adecuado tono pop para contar las peripecias vitales, amorosas y sexuales de una mujer solitaria a punto de entrar “en el otoño de la vida”, en Una mujer fantástica (2017) presenta un brillante melodrama sobre la historia de amor de una mujer transexual. “Un tema que de alguna manera sintetiza muchas cosas por las que estamos pasando como sociedad en Chile, pero también como sociedad humana”, le dice a Antonella Estévez en esta entrevista publicada en CineChile antes del estreno de la película en su país. Una mujer fantástica recibió ayuda de Ibermedia en la Convocatoria 2015, se alzó con el Oso de Oro al Mejor Guión en el Festival de Berlín y en marzo ganó el premio Mejor Película de Habla No Inglesa en los Oscar 2018. (El filme se proyecta desde el jueves en Cochabamba en el cine Astor).

-Después de Gloria que fue una película súper exitosa —donde hiciste un tránsito muy interesante entre el cine de autor y uno más enfocado en la audiencia—, ahora te lanzaste con una película también con una protagonista femenina, aunque no se trata de cualquier mujer. ¿Por qué contar esta historia? ¿Qué te pareció interesante en la historia de Marina?

Me pareció muy desafiante todo, eso lo más entretenido. Lo más excitante era meterse en la pata de los caballos y este era un tema tan exigente que obligaba a pensarlo todo de nuevo. De alguna forma el tema y el hecho de que Daniela, la actriz, de verdad es una mujer transexual que está interpretando a Marina que es un personaje transexual, empujó la película hacia delante por decirlo así, temáticamente, estilísticamente. Y eso fue muy provocador para mí. Me gustó mucho el desafío. Eso por un lado, y por otro lado también sentía que era un tema que de alguna manera sintetiza y resuena con muchas cosas por las que estamos pasando como sociedad en Chile, pero también como sociedad humana, digamos. El tema de cuáles son los límites de nuestra empatía, de lo que estamos dispuestos a permitir; el considerar que hay personas más legitimas que otras y amores legítimos e ilegítimos; y que existan personas que creen que pueden declarar esa legitimidad. ¿Con qué autoridad se roban ese derecho? Todo eso me parecía muy desafiante, muy interesante de explorar.

-Con tu primera película, La sagrada familia (2006), tú entraste con temas polémicos, te metiste con la doble moral de las familias chilenas y nuestra relación con la religión. Recuerdo mi impacto cuando vi esa película en el Festival de Cine de Valdivia, porque no recuerdo haber visto una escena de besos y luego de sexo homosexual en el cine chileno, por lo menos hasta ese momento. ¿Sientes que de alguna manera sigues fiel a esta idea de visualizar aquellas cosas que no queremos mirar de frente?

Parece (risas). No sé, la verdad, es que es difícil; o sea, mirando hacia atrás, uno puede explicar las cosas, pero eso es desde el ahora. En realidad, para mí, el primer gran motor es aquello que a uno le emociona, que te produce una emoción grande el solo hecho de pensar lo que puede llegar pasar; lo que por ejemplo una película como Una mujer fantástica podría hacerle a Chile, de verla en la plaza pública. Y siempre me pasa lo mismo, la misma motivación, creo que he andado persiguiendo algo parecido. Pero claro, entiendo tu pregunta y no sé como responderla (risas).

-He tenido el privilegio de entrevistarte con cada una de tus películas y me acuerdo de que con Gloria comentamos que pasó algo muy interesante: el que sin salir del circuito de festivales y del reconocimiento de la crítica en que tus películas anteriores habían estado, Gloria además se acercó a un público mucho más amplio, un público que en general no veía cine chileno hasta ese momento y que además no había visto un personaje como Gloria representado en el cine. ¿Cuánto de esa experiencia te influyó para hacer Una mujer fantástica?

Muchísimo, muchísimo. Al hacer Gloria llegué a ese lugar de querer conectar una manera muy natural, digamos; fue un proceso muy orgánico y, después de tres películas —y sobre todo después de haber hecho una película bastante oscura y dura como fue El año del tigre, una película casi de emergencia—, yo sentía que estaba listo para el siguiente paso un poco, que es justamente intentar tocar a los espectadores y a audiencias más transversales. Ése era el anhelo al momento de hacer Gloria. Yo le decía a la gente que estaba involucrada en el proyecto, en los albores del proyecto, que iba a hacer mi primera película pop, y me miraban con cara de “éste se volvió loco” (risas).

-Claro: “Lo perdimos…”.

Claro. ¿Cómo una película sobre una señora que se va de fiesta puede ser pop? Pero bueno, yo así lo sentía y creo que la maravilla fue haber visto cómo esa película resonó y tanta gente la vio y tanta gente se reconoció y tanta gente fue tocada por la película en tantos lugares y tantos países. Evidentemente, es una experiencia que marca, que te deja en un lugar desafiante. Entonces, la gran pregunta era cómo hacer de la historia de Una mujer fantástica —que es una historia de amor y de muerte que tiene el pequeño detalle de que su centro es una mujer transexual— fuera una película suficientemente atractiva y potente como para ojalá llegar a un público amplio, un público transversal.

-Desde su estreno en Berlín, la película ha sido muy bien criticada y una de las palabras que se han usado es “luminosa”, y ahí hay una cosa que me llama la atención, porque en general, cuando hablamos de representación de la transexualidad en el cine, eso está bastante ligado al drama y la denuncia. Tu película también tiene eso, pero, ¿cómo hiciste para que no se quedara en este drama que vive el personaje de Marina, que es rechazada por el mundo frente a la muerte de su novio, sino transformarla en un canto a la identidad, a la valentía?

Buena pregunta. Yo creo que el gran problema es el tono, el tono es el secreto. Y lo otro es la estética, porque, bueno, “la estética es la ética”. Entonces, uno puede pensar que una película sobre una mujer transexual en el Santiago de Chile contemporáneo que se ve enfrentada a la muerte de su novio y que tiene que enfrentar a la familia y al mundo, debería ser una película cruda, filmada en cámara en mano y así como “mal iluminada”, porque ése es el tipo de estética a la que esa narración pertenecía hasta ahora. Pero a mí me parecía que uno de los desafíos era sacar a la película de ese mundo ocre y tosco y llevarlo a un lugar de casi flamboyante, a un lugar de éxtasis, de exceso estético. Es tomar un personaje que la sociedad rechaza y pone al margen, y la película lo que hace es ponerlo al centro, le hace una carta de amor y la filma como si fuera Sofía Loren (risas), y ése es el juego de la película. En el fondo es una especie de acto de amor cinematográfico hacer ese personaje (…).

Periodista