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La oscura diafanidad de Antagónica Furry

La oscura diafanidad de Antagónica Furry



(Texto leído en el evento en el que la propia artista, Antagónica Furry, presentó parte de su obra en el Centro Cultural “El Mercadito” de Sucre. el jueves 01 de marzo).

-Yo no soy bella, soy peor.

Marie Dorval

Una de sus fotografías enseña la hipnotizante escisión de su rostro: la parte diáfana deslumbra por las bellas formas en que la mitad de una boca dibuja una sonrisa incompleta; la otra mitad se hunde en la penumbra, en ese oscuro espacio en que los labios contienen la risa de una palabra demasiado terrible a los oídos. Quizás no sea azaroso que la artista se nos presente en una fotografía que enseña el esencial antagonismo que mora en lo hondo de las cosas. Antagonismo que no se resuelve en una fría constatación de los opuestos, sino en otro que corre a la deriva de algo peor, estética de lo terrible, en que todos los elementos se cuecen a fuego como un envite al trastorno de las percepciones. Es la desnuda imagen del erotismo.

La obra de Antagónica Furry nos muestra que, desde ya, todo erotismo es demasiado para el cuerpo. No hay cuerpo que explore el erotismo sin consentir a la vez la disolución de las formas convencionales. Pura voluptuosidad, puro exceso. Como un viaje sin retorno. Bataille: “Llamo experiencia a un viaje al punto extremo de las posibilidades del hombre.” Visitar la obra de Antagónica es eso, la experiencia de un viaje. Y si retorno no soy yo el que ahora retorna, soy otro (a). Uno de sus cuadros muestra una habitación burguesa alumbrada apenas por una lámpara, en una esquina está sentada una vieja vestida a la manera “victoriana”, a su lado un niño porta un crucifijo en el pecho, ambos sonríen complacidos al centro de la habitación en que una mujer semidesnuda, vuelta de espaldas, tiene el cuerpo suspendido en una especie de artefacto del suplicio. Es revelador que los espectadores, la vieja y el niño, tengan las cuencas de los ojos vacíos: miran sin ojos, pero observan gozosos el tormento de la mujer. Es la voluptuosidad de la crueldad. Al otro lado de la habitación hay un espejo que refleja el espectro de un fantasma, quizás de un verdugo. La crónica literaria de la revista “Electrodependi-ente”, que presenta este y otros collages de Antagónica Furry, titula: “Cuando la sangre se traduce en erecciones…” La artista revela la fascinación de la muerte que hay en el erotismo, en la disolución de los cuerpos. En el goce que la moralidad hipócrita se niega a reconocer, y que sin embargo quiere ver, aunque con los ojos vacíos…

Un poema: …tus pechos se abren como el ataúd/ y me ríen desde el más allá; / tus dos largas caderas deliran, / tu vientre está desnudo como un estertor; / eres bella como el miedo, / estás loca como una muerta… Las imágenes de Antagónica son artefactos poéticos. Poemas visuales en el pleno sentido de la palabra, metamorfosis, transgresión, revelación. Sus collages revelan. Revelan aquello que solo puede revelarse desde los espacios oscuros. En el prólogo a su monumental texto de El erotismo, George Bataille dice: “El espíritu humano está expuesto a las más sorprendentes conminaciones. Se teme sin cesar a sí mismo. Sus movimientos eróticos le aterrorizan. La santa se aparta con horror del voluptuoso: ignora la unidad de las pasiones inconfesables de éste último y de las suyas propias.” Tal declaración encuentra su eco y contrapunto en otro de los collages de Antagónica, en las imágenes piadosas de mujeres que lloran sangre ante el cuerpo desnudo del crucificado, por todas partes se amalgaman rostros y cabezas que portan la imagen provocativa del goce fálico.

Cuerpos mutilados, órganos atravesados por clavos y púas, cuerpos y orificios sensuales. Se diría que la obra de Antagónica es la constante construcción del cuerpo, del cuerpo como collage, en un estadio anterior a la imagen especular, cuando el cuerpo es aún órgano y se hunde en los cauces primitivos del río y de las plantas, incluso en la roca y lo inorgánico. Antagónica revela y se rebela, es transgresora, es decir, arte genuino, sin fronteras. Sus construcciones visuales gozan sin embargo de la frescura del candor, tienen algo de lúdico, de la alegría en medio del terror, expresan aquello que ya insinuó Bataille: “Puede decirse del erotismo que es la aprobación de la vida hasta en la muerte…”

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