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  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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El peso de un hombre y de la Historia

La película del británico Joe Wright ha obtenido seis nominaciones a los Premios Oscar 2018 y se exhibe en las salas de cine locales. 
El peso de un hombre y de la Historia



El 23 de junio de 2016 se celebró en el Reino Unido el referéndum sobre el Brexit, pronunciándose una ligera mayoría a favor de la salida de la Unión Europea. Con ello se quebraba un largo proceso de integración que, desde los años 50, buscaba superar las ancestrales divisiones de nuestro continente. En concreto se trataba de recuperar la unidad política y la estructura económica arrumbadas durante la Segunda Guerra Mundial, y así uno de sus protagonistas, Winston Churchill, fue el primero en defender la creación progresiva de unos Estados unidos de Europa, en un discurso pronunciado en Zúrich en septiembre de 1946. No deja entonces de ser paradójico que sea en el país natal de este líder donde más se han desenvuelto las corrientes euroescépticas, desembocando en esa desafortunada consulta popular, y por ello resulta oportuno que el cine reivindique ahora más que nunca su figura. Este año se han estrenado así varias películas que directa o indirectamente abordan su mandato, sin olvidar la primera temporada de The Crown que nos llegó ya en noviembre de 2016, con un memorable John Lithgow en la piel del político. Ciñéndonos a la gran pantalla, hemos podido ver durante los últimos meses recolecciones de su historia parcial, así en Churchill (Jonathan Teplitzky), gracias a la interpretación de Brian Cox; o en Dunkerque (Dunkirk, Christopher Nolan), donde el mandatario no hacía acto de presencia pero a él se remitía su famoso discurso sobre la evacuación costera, que servía para unificar y darle sentido al acontecimiento.

En tales hechos y oratoria se centra ahora El instante más oscuro (Darkest Hour), dejando en manos de Gary Oldman la reencarnación de turno. El reputado actor británico no se parece demasiado físicamente a Churchill, pero su interpretación plena de matices y generosas dosis de maquillaje han obrado el milagro de tener la sensación auténtica de estar viendo deambular y gesticular a este icónico personaje, entre los pasillos del palacio de Buckingham, las salas de Downing Street, los encuentros del gabinete de guerra o los corredores de Westminster, y en particular el salón de la Cámara de los Comunes, donde el momento para la retórica da pie a su mayor lucimiento. Si en la cinta de Nolan las palabras del primer ministro eran referidas a distancia con más admiración que entusiasmo, aquí Wright y su guionista Anthony McCarten se recrean en su verbosidad y elocuencia, realzando su capacidad emotiva, alentadora y didáctica con la envolvente música de Dario Marianelli, colaborador habitual de Wright. Este componente estilístico y la fotografía del experimentado Bruno Delbonnel logran esquivar la teatralidad de una propuesta que parecía condenada a tal derivación, teniendo en cuenta no solo el protagonismo que se concede a la natural tendencia a la sobreactuación de Oldman (en este caso de afortunada correspondencia con el personaje que interpreta), sino las limitadas coordenadas espaciotemporales en que se desarrolla la acción, circunscrita a los apuntados escenarios y a las semanas previas decisivas al enfrentamiento directo con Alemania.

En concreto el metraje se enmarca entre la dimisión de Chamberlain impuesta por la oposición y la decisión de su sucesor de renunciar a las negociaciones de paz con el enemigo, mediando entre ambos hitos la mentada evacuación en Dunkerque. Pero como hemos adelantado ésta y otras localizaciones bélicas apenas se esbozan en breves paréntesis, los cuales no rompen con el discurrir narrativo al enfocarse con semejante planificación, montada a partir del curioso recurso a grandes planos generales cenitales. Estos no solo se utilizan por tanto para los encuadres más poblados en referentes y atrezo, ya sea en el frente o en el Parlamento, sino también para otros más desnudos y aislados, estableciendo así una armonización visual sin más acepción que la importancia histórica, de la cual entendemos que sus artífices son simples peones. Al mismo tiempo, este tipo de plano ocasional quiebra en parte la homogeneidad del encuadre, en su mayoría caracterizada por reglas más ortodoxas. Wright y Delbonnel apenas se contentan con el plano/contraplano, prefiriendo arriesgarse con diversos tamaños y ángulos aunque sin casos aberrantes, transitando por la fina línea que separa el tratamiento puramente académico del más rompedor.

Estos son los principales alicientes que ofrece El instante más oscuro desde los puntos de vista dramático y técnico. A menor escala, pues quedan oscurecidos por la magnitud de los componentes anteriores, a la primera dimensión se suma la labor de un convincente elenco. Este incluye a Kristin Scott Thomas como Clemmie, esposa de Churchill, Ben Mendelsohn como el rey Jorge VI o Stephen Dillane como el vizconde Halifax, aunque todos ellos quedan un tanto desdibujados en su desarrollo. En otras palabras, el libreto de McCarten intenta darles una cierta relevancia, acorde a la preeminencia de sus nombres, pero quedan siempre a la sombra del primer ministro, manifestándose más como instrumentos de su visión omnicomprensiva. En cuanto a la segunda dimensión, procede alabar el trabajo de los restantes departamentos, referidos a la dirección artística o el vestuario, ya que, de nuevo, el alcance limitado de la película (a nivel material que no simbólico) se contrarresta con el afán de detalle y elegancia en su ambientación. En suma, estamos ante un esfuerzo meritorio, sin ser realmente innovador, en todos estos campos estéticos. Pero detenerse en estas consideraciones es ilustrativo de que las cualidades de este filme residen antes en sus distintas aportaciones que en un verdadero éxito de conjunto, ya que la sensación definitiva es la de haber presenciado una sucesión de hitos narrados con oficio antes que haber seguido una historia única en cuya trascendencia tanto se insiste. Y es que esta última se da por supuesta a través de diversas extrapolaciones, en lugar de extraerse de un meollo dramático revelador.

Crítico