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Las mejores películas de 2017

Aunque con la demora de rigor, este ranking quiere ser un acto de gratitud con el mercado pirata, las plataformas digitales (básicamente, Netflix) y hasta ciertas salas de cine que nos ofrecieron algunas de las mejores cintas del pasado año. No son tantas como en otros años, tampoco son todas de 2017 (aunque sí llegaron a esta ciudad en esa gestión), revelan una arbitrariedad incluso mayor que antaño, no son bolivianas; pero, aun así, son cintas que se robaron varias de las horas más intensas que tuvieron los autores de estas breves reseñas.
Las mejores películas de 2017



1. El otro lado de la esperanza

Aki Kaurismäki (Finlandia)

La película cuenta la historia de Wilkström, un vendedor de camisas de hombre que abandona a su esposa, vende su negocio y se juega todo al póquer. Aburrido, parece que quiere la ruina. Gana en el póquer y se compra un restaurante pequeño que está en la ruina como la que parece que quiere. En el restaurante se sirven sardinas en lata, pero, con sus tres garzones, personajes únicos, inventa nuevas formas de atraer clientela. El restaurante va cambiando de cara, de clientela, de música –muy a lo Aki- y de vestimenta de sus garzones, como en la vida comercial real en la que nos venden la ilusión de que nuestro apetito tiene también un fondo cultural, que eso nos hace diferentes, más internacionales. Cambian las vestimentas, las nacionalidades, las promesas de estar en otros países, pero uno siempre es uno en el país en que esté y en eso consiste la magia de viajar y la tragedia de emigrar como cuenta la historia, en paralelo de Khaled, un joven sirio que llega como refugiado a Helsinki y termina trabajando en el restaurante de Wilkström, el lugar donde hay esperanza. (Alba Balderrama)

2. Sola en la playa de noche

Hong Sang-soo (Corea del Sur)

Música de Schubert, el frío helado de Hamburgo, una playa solitaria en Corea, soju para emborracharse parecen ser la clave para atravesar el doloroso final de una relación imposible, intensa y complicada. El gran director surcoreano Hong Sang-soo llegó, este año, en estado de gracia con tres películas muy a su estilo, autobiográficas, francas y emocionales. En Sola en la playa de noche cuenta la historia de una actriz, Younghee (Kim Min-hee), que espera la llegada de su amante, un director de cine casado, quien no llega nunca. En adelante, la película es una reflexión autobiográfica y literaria sobre el amor y el ansia. (AB)

Paterson

Jim Jarmusch (Estados Unidos)

El director estadounidense Jim Jarmusch, piedra fundamental del cine indie surgido en los años 80, sigue siendo una de las voces más interesantes del panorama fílmico mundial. En algunas de sus primeras obras, como Down by law, Night on Earth o Coffee and cigarrettes, parecía que se impondría como un maestro del diálogo absurdo, pero inteligente (lo que Tarantino jamás podrá ser). Pero, su registro resultó ser mucho más amplio, como Samuel Beckett, este realizador es un maestro de los silencios, lo demostró de sobra en Broken flowers. Pero tal vez es en Paterson (2016) donde esta cualidad alcanza proporciones descomunales. En ella seguimos a un chofer de bus, que escribe poesía y que tiene una vida rutinaria al extremo. Aparentemente, no pasa nada, pero en cada detalle se nos revela la complejidad del ser y del estar. Sin atiborrar el film de diálogos innecesarios, devela la belleza de la vida cotidiana. En Dead Man, Jarmusch le rindió un enorme homenaje a William Blake. En Paterson hace un ejercicio aún más bello con William Carlos Williams. De ninguna manera, la poesía llevada al cine debería ser palabras filmadas. Debería ser algo parecido a lo que se ve en esta película. (Andrés Laguna Tapia)

4. El limonero real

Gustavo Fontán (Argentina)

El limonero real, de Gustavo Fontán (Banfield, Buenos Aires, 1960), es una película que lleva la pesada carga de presentarse como una adaptación de la novela homónima de Juan José Saer (Santa Fe, 1937-París, 2005), una de las voces más celebradas de la literatura argentina y latinoamericana de los últimos años. De ella toma su trama mínima: una familia que vive en la ribera del río Paraná se apresta a celebrar el último día del año, bajo la pesada sombra de dos ausencias, la de una de las hermanas que permanece de luto y la de su hijo muerto hace ya seis años. Este hilo argumental le sirve al realizador argentino para montar un relato que podría pasar por contemplativo, por sus tomas largas y cuidadas del paisaje. Sin embargo, contemplativo es un adjetivo que no le cabe del todo a este filme, que tiende, más bien, a la abstracción. La cámara y el diseño sonoro no persiguen la contemplación del paisaje y de sus seres, sino que, en el afán de acompañarlos y observarlos, se pierden deliberadamente en sus propias mutaciones y abstraen los sentidos del que mira y oye. El curso del río y el fragor del monte imponen el tempo del relato, con reminiscencias al cine de Alonso (Los muertos) y de Martel (La ciénaga), hasta configurar una atmósfera entre evocadora y ominosa, en la que la celebración de lo real sucumbe ante la memoria de las ausencias. Planteada como la adaptación de una obra de ficción, El limonero real es, a su manera, un documental sobre las variaciones de la luz en su encuentro con el río y el monte que le circundan. Un estudio sobre las mutaciones de la luz natural que esculpe las distintas edades del día, de la naturaleza, del hombre y de su memoria. (Santiago Espinoza A.)

5. Personal Shopper

Olivier Assayas (Francia)

Una inquietante mezcla de géneros: suspenso existencial (solo por ponerle un nombre), con tintes fantásticos e incluso intriga policial. Todos solapados encuentran forma final en el cuerpo de Kristen Stewart, quien interpreta a Maureen, una joven en cuya cotidianidad e intimidad se evidencia la intención de Olivier Assayas, director de la película, por entrelazar universos que no suelen superponerse tan fácilmente: Maureen es una especie de compradora personal de una celebridad que prefiere evitar la exposición de ir a un shopping. Al mismo tiempo, el personaje de Stewart es una médium que intenta, ya por muchos meses y sin éxito, contactarse con el fantasma de su hermano. Assayas encuentra a través del frívolo mundo de la moda y las redes sociales (fíjense la extensa secuencia en la que Maureen chatea por WhastApp con un ser, desconocido, sin rostro, presumiblemente muerto) la sustancia que irá dando forma a una especie de búsqueda existencial, que no termina nunca y que solo se va revelando a través de los deseos frustrados y la inmaterialidad de lo paranormal. Como todo en la película es sobrio y lánguido como su protagonista, agónica y finalmente desoladora posmodernidad, empezamos a dudar si los fantasmas son esos ectoplasmas generados por ordenador o, tal vez, son los seres de carne y hueso que deambulan en cada escena. Assayas logra sorprendernos nuevamente. (Luis Brun)

6. A Ghost Story

David Lowery (Estados Unidos)

A Ghost Story narra la historia de C (Casey Affleck), un músico que muere en un accidente y se convierte en un fantasma. En esta forma C presencia el duelo de M (Rooney Mara, su pareja), siempre marcado por la obstinación de no abandonar su casa, ese espacio de un amor que existió y que ahora es solo un fantasma. Esta película, de secuencias largas y contemplativas hasta la exasperación, se plantea como una metáfora de la ruptura amorosa. Dicen que el fin de una relación es muy parecido al duelo. M atraviesa ese estado, sufre el duelo, extraña y termina de enterrar al fantasma. En cambio, C es un ser que se resiste a los cambios, a dejar cosas. Tras la muerte, C no quiere abandonar ese amor y regresa a su casa en busca de M, a ser testigo de cómo ella logra dejar ese espacio que él se resiste a abandonar y que ve modificarse hasta la decadencia y la edificación de algo completamente ajeno a él. Le toma siglos, de manera circular, entender que lo mejor que puede hacer es aceptar su muerte y, con ella, la de ese amor ideal, y dejarse ir. (Luis Carlos Sanabria)

7. Historia de una pasión

Terence Davies (Reino Unido)

No deja de ser una grata noticia que, en un año o menos, se hayan estrenado dos películas de Terence Davies, un cineasta al que suele costarle años levantar sus proyectos. Tras Sunset Song lanzó A quiet passion (Historia de una pasión), su personal biografía de la poeta estadounidense Emily Dickinson. Echando mano de su patentada parsimonia para llevar la cámara, el realizador inglés confecciona un relato que cifra en imágenes y sonido la melancolía vital de la escritora, que a la vez que lleva una vida atormentada por privaciones y contenciones sentimentales, se vuelca sobre el papel con una disciplina y potencia que abruman por la verdad y belleza que desbordan. Se trata de una película ruda y cursi, en el mejor sentido de estos adjetivos. (SEA)

8. Lady Bird

Greta Gerwig (Estados Unidos)

La sinceridad y la melancolía abundan en esta película, sutil e intensa al mismo tiempo. Evidentemente femenina, recorre los caminos comunes de las historias de adolescentes incomprendidos, pero sin temor y con mucha inteligencia los rompe y redefine para conmovernos y decir algo más importante: eso llamado hogar puede ser la familia, o el lugar donde crecimos, es el inevitable espejo donde finalmente nos definimos, donde volvemos incluso sin querer, aunque sea metafóricamente. Por eso el tono melancólico en Lady Bird, no solo porque el personaje Christine McPherson (Saoirse Ronan) sea una especie de alter ego de Greta Gerwig, la directora, sino porque, en sí mismo, el mundo que construye la película nos habla de un quiebre, de cosas que se van perdiendo y no se podrán recuperar, y también de otras de las que es difícil escapar. De ahí que es clave el nombre, el nombre con el que ella se “rebautiza” y el nombre que le dieron sus padres, una inevitable analogía religiosa. Lady Bird se desarrolla en un Estados Unidos post 11 de septiembre y en los inicios de una dura crisis económica, algo que se relaciona muy bien con la crisis que tiene la familia de Christine. Es en este marco que Gerwig construye personajes entrañables y complejos, que no comulgan con el estereotipo en ningún momento, prueba de ello es la diversa y en el fondo desacomplejada mirada que tiene de la religión y también de la sexualidad masculina. Ningún interés romántico aparece para solucionar las cosas; de hecho, aunque con menos estridencia, el final es igual de sorprendente y contundente que la genial secuencia inicial. (LB)

9. Yourself and yours

Hong Sang-soo (Corea del Sur)

Confusión, laguna mental, ansias, desorientación, inestabilidad, mareos, olvidos, miedo, euforia, tristeza y alegría, todos estos son los síntomas del alcoholismo, pero podrían ser también los síntomas de un enamoramiento extremo. Con esta confusión y caos juega Hong Sang-soo en su película Yourself and you (Lo tuyo y tú, en español), tanto en el tema, el alcoholismo, como en la misma estructura narrativa. 

Hong Sang-soo nos habla de lo que siempre habla: de las relaciones afectivas, de sus propias relaciones afectivas, de la imposibilidad de sus protagonistas para lidiar con ellas si no están borrachos en bares, o curando sus cabezas en playas vacías o haciendo cine en alguna ciudad perdida de Corea. Ordenando su corazón, en resumidas cuentas.  (AB)

10. Get out

Jordan Peele (Estados Unidos)

Chris (Daniel Kaluuya) y Rose son una pareja que van a pasar el fin de semana en la casa de los padres de ella. Ellos no conocen al novio de su hija y él está nervioso porque no saben que es negro. ¿Hay algo más aterrador que ser un hombre negro en los Estados Unidos hoy? Si tuviéramos que encajar a Get out dentro de un género tendría que ser el de terror, pero con un trasfondo social que denuncia todos los males de la reaparición del movimiento supremacista blanco. En su debut directorial, con su propio guion, Peele destaca juntando todos los elementos cinematográficos para crear tensión de inicio a fin y generar conciencia. La dirección de actores es excepcional, con una Catherine Keener y Kaluuya excelentes. El realizador estadounidense aprieta todos los botones correctos para lograr una provocativa mezcla de sustos con una narrativa inteligente. (Andrés Rodríguez)

11. The Meyerowitz stories

Noah Baumbach

Si nunca imaginaste que un filme con los nombres de Adam Sandler y Ben Stiller en la marquesina podría valer la pena, Noah Baumbach es capaz de demostrarte lo contrario. Mucho tiene que ver la descomunal presencia de Dustin Hoffman, claro, y la construcción de cada uno de los personajes y sus relaciones en escena, que claramente conservan el tacto de un buen hilandero.

Los Meyerowitz, la película, la familia, son el reflejo extremo de las disfuncionalidades que todos los hogares del mundo incuban en su vientre.

Hilarante e irónico en proporciones similares, evocando al mejor Woody Allen, en una versión rabiosa, Baumbach consigue que rías hasta las lágrimas, descubriendo que, probablemente, en tu casa las cosas estén aún más jodidas y retorcidas. (Mijail Miranda)

12 Una mujer fantástica

Sebastián Lelio (Chile)

Esta película chilena se destaca por dos revelaciones: Daniela Vega, la actriz transexual que interpreta al personaje principal de la cinta, Marina Vidal, y la fascinación por el mundo femenino que Lelio revela de maneras impensadas desde su hermosa Gloria (2013). Y no es que Lelio esté en la línea un poco forzada y oportunista del mundo del cine en contra de los hombres. La mirada sobre sus personajes femeninos es la de un hombre que intenta entender ese mundo oscuro y difícil que las mujeres poseen, a veces, como su mayor atractivo. Una mujer fantástica relata la historia de amor de una mujer transexual y de su lucha por la dignidad cuando su novio muere repentinamente. El desamparo, el odio de la sociedad, la incomprensión son el escenario que, por contraste, resalta la figura de una mujer fantástica. (AB)

13. Voyeur

Myles Kane, Josh Koury (Estados Unidos)

Este documental de Netflix cumple la premisa de una buena investigación, ofreciendo no solo la historia de un libro casi fallido, el trabajo más polémico de uno de los escritores más respetados del siglo XX, sino también un retrato demasiado crudo de él: desde su megalomanía y el culto a sí mismo, hasta sus inconcebibles pifias al momento de “domar” a la única fuente de su obra El motel del voyeur (2016).

Aunque comienza con una estructura narrativa tradicional para formatos televisivos, la cinta toma cuerpo con los minutos y aquello que parece una sucesión de anécdotas se transforma en una reflexión sobre los demonios de la fama, la necesidad de estar bajo la mirada del otro y el ejercicio vouyerista del periodismo. (MM)

14. Dunkirk

Christopher Nolan (Reino Unido)

La tensión comienza desde el minuto uno y no se detiene hasta que los créditos aparecen en Dunkirk. Es un logro monumental, un filme épico de asombroso espectáculo visual de la Segunda Guerra Mundial, que golpea como un disparo directo al corazón. Basada en eventos en la primavera de 1940, se lleva a cabo en una playa francesa donde 400.000 solados británicos y aliados en retirada quedaron varados a la intemperie, esperando ser evacuados a Gran Bretaña, a solo 46 kilómetros de distancia, cruzando el Canal de la Mancha, mientras los aviones alemanes disparan a discreción. Con diálogos minimalistas, la cinta enriquece la textura de la imagen, mientras la música de Hans Zimmer intensifica la ansiedad, con ruidos metálicos, tic-tac de relojes y zumbidos de cuerdas de violín frotando los nervios. Sin sentimentalismo o santificación, Nolan eleva el género bélico al nivel del arte. (AR)