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  • Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Mujeres de serie

Una revisión de Feud: Bette y Joan, Big Little Lies y El Cuento de la Criada, tres series televisivas que, además de tener frente y detrás de cámaras a mujeres, proponen lecturas de género que parecen trascender tiem
Mujeres de serie



En época de series televisivas hay para escoger. Este año una tendencia que ha marcado las series y miniseries es una donde las protagonistas son mujeres, las productoras y directoras son mujeres y los temas que tratan tienen que ver con las problemáticas de género. Esta revisión de tres miniseries y/o series que se estrenaron este año intenta ver cómo las luchas que las mujeres han enfrentado contra la discriminación, la violencia y el abuso continúan siendo las mismas a través del tiempo. Sirva esta revisión como una invitación a buscar y (re)visitar estas series.



Feud: Bette y Joan

Es 1962, el pasado. Dos de las divas más grandes y poderosas de Hollywood están a punto de desaparecer y un director decide ponerlas juntas a trabajar en una película de drama y suspenso. ¿Qué paso con Baby Jane? se llamó la película que hoy es todo un clásico. Protagonizada por Joan Crawford, que tenía 58 años y Bette Davis, 54, la película trata sobre la rivalidad entre dos hermanas que de niñas fueron estrellas de vodevil, siendo la más famosa, Baby Jane (Bette Davis). A medida que crecen la carrera de la otra hermana, Blanche (Joan Crawford) se hace más prolífica y famosa hasta que en un sospechoso accidente Blanche queda paralítica al cuidado de Baby Jane que disfruta atormentándola de manera cruel.

En la realización de la película ¿Qué paso con Baby Jane?, dirigida por Robert Aldrich, la rivalidad de las dos actrices se agudizó, haciendo que muchas veces el rodaje fuera un verdadero campo de batalla porque en el pasado y en Hollywood las actrices valían no solo por su talento e interpretación en la pantalla grande, sino por cómo llevaban adelante la supremacía de su vida de estrellas. Ese era el único poder que tenían las mujeres en Hollywood, forjar sus carreras en base al glamour, la belleza y estilo de vida. La industria estaba gobernada por hombres mayormente. Directores, productores, dueños de estudios, directores de fotografía eran cargos de grandes decisiones, grandes sueldos y eran de los hombres. A principios de los sesentas, poco a poco, esa “edad de oro” empezó a transformarse y fue en ese momento que la carrera de estos dos íconos, Davis y Crawford, empezaba a declinar. Nadie las contrataba, los estudios buscaban caras jóvenes y su futuro se había encogido y degradado a la pantalla de televisión y a las películas de terror clase B.

Es ese momento del pasado que la miniserie de televisión de Ryan Murphy, Feud (en español Disputa o Enemistad), toma como eje central de su trama. Estrenada en marzo de este año, la serie de ocho capítulos recrea la batalla por la supremacía de Hollywood entre Bette Davis y Joan Crawford para hablar de la intromisión masculina detrás de escena. Tanto el director como el productor alimentaron y manipularon esa rivalidad con fines tan nefastos como el de impedir que estas dos inteligentes y poderosas mujeres tejan una alianza que podría haber hecho tambalear a sus jefes.

El mayor logro de Feud: Bette y Joan ha sido, como lo fue en el rodaje de ¿Qué pasó con Baby Jane? , la selección de sus actrices. Bette Davis es interpretada por una apasionada y talentosa Susan Sarandon, 70, y Joan Crawford se materializa en el esplendor de una veterana Jessica Lange, 67. Ambas aportan a sus papeles algo que solo la experiencia o veteranía aprendida en los años puede dar. Estas dos actrices, como Davis y Crawford en el pasado, también empiezan a recibir menos papeles en Hollywood y curiosamente su futuro parece, también, destinado a la pantalla chica, solo que ahora es el presente y la televisión ya no es un lugar menor. Las series son el espacio donde mejor cine se está haciendo. Aunque las preguntas que la prensa y críticos lanza a Lange y Sarandon parecieran venir como un eco desde los sesentas: “¿Se llevan bien ustedes dos?”. Algunas cosas nunca cambian.

Feud: Bette y Joan se ambienta en el pasado y la serie no escatima en recursos de vestuario, escenografía, luces para hacer de ese pasado algo vívido. La miniserie tiene ese gran acierto que resalta a la vista, su diseño de arte. La recreación de la época, de casas de estrellas, de los estudios de Hollywood, de los vestuarios es absolutamente delicada y deliciosa. Voluptuosa y brillante, la vida en los estudios se nos abre con todo su esplendor y artimañas. Cuidada hasta los más mínimos detalles. Es particularmente exquisito ver cómo las antiguas estrellas de Hollywood pavimentaron sus caminos a base de especiales artilugios, como el que se escenifica con los cuidados que Crawford tenía en su rutina diaria: lavarse el rostro al despertar con cubos de hielo, frotarse los codos cada día con limones partidos a la mitad o estirarse la cara amarrándose ganchos por detrás del cabello para estirar sus facciones antes de cada toma. O la memorable escena de preparación que Crawford monta para asistir a la premiación de los Oscar, para presentar el Premio al Mejor Director, una gala a la que ella no había sido nominada, pero sí Davis, como Mejor Actriz. Son muestras todas esas, no solo de un estilo de vida y de cómo fungían sus roles de estrella, sino de toda la inseguridad que las embargaba al final de sus solitarias carreras.

Como vemos en la serie, Joan es de armas tomar, la bella, la gran diva, no se resiste a caer así no más, así que entrega el guión de ¿Qué pasó con Baby Jean? a Aldrich para que la dirija y propone a Davis como la perfecta antagonista. Lo que Davis hizo con el personaje es de una astucia e inteligencia muy propia de la actriz. A pesar de los odios y las movidas de los directores y productores para promover ese odio que vendía, ambas actrices hicieron que la película funcione porque se resistían a desaparecer sin cobrar, monetaria y simbólicamente, lo que los poderosos de Hollywood les debían. La suya era una lucha de resistencia a que se deshagan de ellas sin devolverles algo de lo que ellas sacrificaron desde jóvenes. Sin ser una serie feminista o algo por el estilo, Feud es una serie que revive el amor por el cine, por el trabajo de los que estuvieron antes, por el sacrificio que las estrellas pusieron en alimentar una industria luminosa y por las humillaciones que hombres y mujeres pasaron a manos de los poderosos de Hollywood. Algo que era tan normal entonces como ahora. La serie da pie a hacer una relectura del “precio que se debía pagar” para pertenecer a la industria. En una escena hacia la mitad de la serie, Joan reclama a los productores y ejecutivos de la Warner Brothers que ellos le deben el favor, pues ella “hizo su parte todos estos años”.

Y así uno pensaría que el pasado, pasado es. Que hoy las cosas han cambiado y mejorado, sobre todo para las actrices de Hollywood. Pero el precio no ha bajado. En 2014, el productor de cine más poderoso de Hollywood, Harvey Weinstein, invitó a una actriz que trabajó por unos días en el estudio Weinstein Company al Hotel Peninsula Beverly Hills y le hizo una oferta: si ella aceptaba sus avances sexuales, él impulsaría su carrera. Dos décadas atrás, el mismo señor Weinstein invitó al mismo hotel a Ashley Judd para lo que la joven actriz esperaba sea una reunión desayuno de negocios. En vez de eso, el productor la hizo llamar a su cuarto donde él apareció en bata de baño y le pidió un masaje o, si no, verlo tomar una ducha. Para el 8 de octubre de este año, Weinstein fue despedido de su propia compañía y enfrenta más de 20 acusaciones de acoso sexual de estrellas famosas de Hollywood y no tan famosas, así como de violaciones.

Big Little Lies

Este es el presente. Un presente hermoso, luminoso y perfecto que sucede en el pueblo californiano de Monterey, en el Big Sur soñado y habitado por Henry Miller.

Big Little Lies podría bien tratarse solamente del perfecto presente que viven tres mujeres, Madeline (Reese Witherspoon), Celeste (Nicole Kidman) y Jane (Shailene Woodley), hermosas mujeres, madres obsesivas y dedicadas a sus hijos en la costa del Pacífico. Con las olas que rompen contra las rocas y cruzando diariamente esa hermosura de puente que es el Bixby Creek Bridge nada parece que pudiera salir mal. Uno puede ver esta miniserie casi sin pensar en la trama y sin culpa solo para soñar que en un lugar así no importa tener más de cuarenta, no importa ser madre obsesiva y posesiva, no importa ser madre soltera, no importa ser madre golpeada mientras puedas tener una amplia ventana en la cocina o dormitorio desde donde quedarte horas mirando el oleaje del mar. Un mar que guarda tus secretos, un mar que se lleva tus mentiras.

Pero en la miniserie de HBO Big Little Lies, creada por David E. Kelley, basada en el libro escrito por Liane Moriarty con del mismo nombre, nada es tan puro ni tan hermoso como se ve. Las tres madres de Monterey establecen una relación de amistad muy fuerte. Pero hay un cuerpo, una muerte que las incrimina. Hay unas vidas aparentemente perfectas. Detrás del lujo y el paisaje, los cuerpos de estas tres mujeres han sufrido una herida y en su amistad y fraternidad buscan cerrarla.

La serie habla de la feminidad y de los miedos y riesgos que conlleva vivirla en su máxima expresión. La serie comienza con la investigación policial sobre una extraña muerte en una fiesta de caridad a la que asisten todos los padres del colegio. Jane acaba de mudarse escapando de una aterradora experiencia, es madre soltera y llega con su pequeño hijo. Madeline es una de las mujeres más populares del pueblo, tiene sus dos hijas, es rica y está casada por segunda vez. Celeste es una mujer hermosa, “debería ser ilegal que mujeres con más de 40 sean tan lindas”, dice la gente de ella, tiene dos hijos perfectos, un marido más joven y exitoso que ha encontrado en la violencia el camino para tener mejor sexo. Casi ninguna sabe las cosas más oscuras de sus vidas sobre las otras, pero se respaldan y acompañan.

Construida como un drama de suspenso, termina siendo un poco de telenovela para millonarios. Pero detrás ostenta una lucha, como en la serie Feud, la de la revalorización del trabajo de las mujeres (Celeste se lamenta haber dejado su carrera para ser solo “madre), la realización personal y el cuestionamiento a la “fecha de caducidad” del cuerpo femenino y más aún la de las actrices de cine y la representación de ese cuerpo en las pantallas. Nicole Kidman, Reese Witherspoon, Laura Dern incursionan en la televisión porque cada vez hay menos roles en el cine para ellas.

El cuento de la criada

Ahora el saludo ya no es hola o buen día, ahora es “Bajo Su ojo” (under his eye) y “chau” o “hasta luego” es “bendito sea el fruto” (blessed be the fruit). Ahora, si eres hombre, eres Comandante y te encargas de los asuntos varios del Estado o un “Ojo” que vigilarás y acabarás con cualquier intento de subversión y libre albedrío en la colonia. Ahora, si eres mujer tienes más opciones, puedes ser, de acuerdo a tu situación y suerte: esposa y vestirás de azul; Martha y vestirás de verde y limpiarás y cocinaras; Tía y vestirás de café discreto y largo y entrenarás a las criadas; Handmaid o criada vestirás enteramente de rojo con un capuchón blanco como en las colonias holandesas de hace dos siglos, una vez al mes serás violada elegantemente por tu Comandante, junto a su esposa, para, si tienes un buen óvulo y tu Comandante no es estéril, procrear un hijo para él y su azulina esposa. Puedes ser también, pero no quieres ni querrás serlo, una “no mujer” castigada en la zona de desechos tóxicos hasta que mueras o una “traidora al género”, o lesbiana, colgada del cuello en una grúa o pared. Y finalmente, como no podría ser de otra manera ni dejar de existir en ninguna época de la historia de la humanidad, puedes ser una Jezebel, una prostituta.

Ahora ya no hay Estados Unidos, ahora hay Gilead, y las cosas son así en Gilead. Grotescas, cerradas, ordenadas, violentas y absurdas con el único fin de evitar la desaparición de la raza humana porque luego de la crisis ambiental y tóxica que arrasó gran parte del mundo es muy difícil concebir niños. Todo ha llegado con un golpe de estado, se quitan a las mujeres sus derechos, sobre todo los de adquisición monetaria y los de su cuerpo.

Ahora es el futuro. Y el futuro siempre se imagina superior que el pasado.

Este es el mundo apocalíptico, grotesco y terrorífico que la escritora canadiense Margaret Atwood (1939) inventó el año 1985 en su novela The Handsmaid’s Tale (El cuento de la criada) y que este año fue adaptado en la serie con el mismo nombre por la productora norteamericana Hulu. La serie, como en el libro, tiene como protagonista a June (Elizabeth Moss, ganadora del Emmy 2017 a mejor actriz por su papel en El cuento de la criada) que en Gilead se llama Offred (Of-fred, De Fred, su comandante). En la serie Offred pasa sus días como criada en una especie de desconcierto, miedo y aburrimiento constantes, intentando en su mundo interior y mental tratar de mantenerse cuerda. Escapar está visto que no podrá, cuando lo intenta, las Tías la amarran boca abajo y le pegan en sus pies dejándola sin poder caminar varios días, así que opta por huir a sus monólogos interiores cargados de un humor negro, de insultos y palabras prohibidas. Unas semanas antes, a una de sus compañeras, Janine, que no puede creer lo que está pasando y se burla del entrenamiento al que están siendo sometidas, le sacan un ojo. Offred no es una heroína que actúa, pero escapa en su mente, es el punto de vista de una testigo de la barbarie. Más adelante encuentra pequeños momentos de liberación como cuando se acuesta con el chofer, Ojo, de la casa o cuando es invitada a jugar scrabble en el despacho de su Comandante. La lectura y el sexo como escape al horror y aburrimiento. Su inteligencia y furia como salidas a la cordura.

Algo parecido al desconcierto y la incredulidad de lo que se está siendo testigo en El cuento de la criada aparece estremecedoramente descrito en el libro del argentino Pedro Mairal, El año del desierto: “Yo, que unos meses atrás atendía teléfonos en una oficina con piso de moquette, que traducía cartas al inglés vestida con mi tailleur azul y mis sandalias, ahora hundía las manos en la sangre caliente, separaba vísceras, abría al medio los animales, despellejaba, buscaba coyunturas con el filo.”

El énfasis visual de la serie está en mostrar la violencia tan bellamente como si fuera un sueño, un mal sueño en este caso, como les sucede a las criadas recién secuestradas y llevadas a entrenamiento. June, que cuando sucede el golpe, está con su esposo y su amiga discutiendo de cómo harán para escapar, pues a todas las mujeres se les ha cerrado sus cuentas bancarias, y traspasado sus fondos a sus maridos, las que no tienen maridos, han quedado sin nada. El cerebro de cualquier persona tarda en procesar toda esta violencia y, por un buen tiempo, varios capítulos del principio de la serie, se cree que se está soñando, que lo que está pasando no es real. La fotografía con énfasis en el rojo, el azul, el blanco retrata a Offred y Gilead como cuadros o tableaus vivants del renacimiento, hermosas pinturas que no parecen reales. Con lo que el desconcierto de que una pesadilla como esa pueda estar sucediendo se acentúa.

Más adelante, la serie empieza a abrirse a otras historias y momentos pasados de la vida de la protagonista y es cuando pierde un tanto de densidad y abstracción y casi que se convierte en una lucha feminista del “ejercito” uniformado de rojo. La ambigüedad entre pesadilla y realidad, cordura y locura, esclavitud y libertad, el ahora y el pasado se va diluyendo en un impulso por alargar la serie, acomodarse a tiempos que no le corresponden. La violencia explícita de torturas a mujeres y hombres filmadas con la misma belleza y rectitud que los agobiantes días de las criadas menoscaban la fortaleza de una historia íntima y cerrada en el cuarto de una criada, una historia que reconoce lo inútil que es tratar de separar lo personal de lo político.

En Gilead el “lenguaje” y los códigos de vestimenta son armas del Estado, como lo han sido a lo largo de los tiempos en tiempos de totalitarismo militar, religioso y fanático. Si Gilead es el futuro… Si ahora es el futuro, solo se confirma que el futuro apesta.

Productora y gestora cultural - [email protected]