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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Volver a aprender a ver cine

El libro Notas críticas de cine en La esquina (Ed. 3600), del crítico y gestor cultural Claudio Sánchez, se presentará el miércoles 20 de septiembre, a las 19.00 horas, en la Cinemateca Boliviana de La Paz. Publicamos
Volver a aprender a ver cine



Básicos y llamativos sistemas de puntuación de cero a cinco estrellas, elaborados métodos aritméticos, grandilocuentes ensayos cinematográficos, breves valoraciones superficiales o concisas y honestas opiniones, son algunas de las formas en las que la crítica de cine en Bolivia se ha ido desarrollando a lo largo de su muy particular vida.

Se debe retroceder alrededor de 50 años en las hemerotecas locales para encontrar los primeros vestigios de la práctica de la crítica cinematográfica, con Luis Espinal como su pionero, quien junto a otros varios ilustres apellidos (Mesa, Gumucio, Susz) llenó las ahora amarillas páginas de periódicos con sus reflexiones y apuntes analíticos sobre las carteleras locales, en lo que debería haber sido el cimiento para las siguientes generaciones de críticos, espectadores y lectores. Pero no.

Claudio Sánchez (cuya labor historiográfica del cine no solo se ve reflejada en la presente publicación, sino en numerosos escritos diseminados en ámbitos impresos, virtuales y radiales) recuerda que el gran quiebre en esta historia ocurre en 1980, con el cruento asesinato de Espinal durante la dictadura de Luis García Meza, provocando un desasosiego dentro del ámbito cinematográfico boliviano, que se arrastraría por casi 20 años, a raíz de la inestabilidad social y política reinante, además de otros factores que de cierta manera truncaron la evolución del arte de la crítica. A este panorama también habría que sumar el consiguiente surgimiento de paradigmas globales socioeconómicos, asentados sobre el consumo, la fugacidad, la inmediatez, lo novedoso y lo atractivo, donde se superpuso la forma del mensaje al contenido, y que en el plano estricto de la crítica cinematográfica generó que el espíritu analítico pase a segundo plano, dando el protagonismo solo a lo publicitario e informativo.

Pero fueron justamente esas condiciones las que propiciaron años después (por no decir “el siguiente siglo”) el surgimiento de una renovada necesidad de formación de públicos, tal como ya se había suscitado en aquella inquieta década del 70 con los ya citados Mesa, Gumucio, Susz, entre otros (muy valorados también, pero cuyo trabajo se vio afectado por la inconsistencia generada por la poca existencia de soportes y espacios para su difusión), y se visibilizó un inesperado, pero siempre necesario, salto generacional, en el que los jóvenes propiciaron un renovado empuje a la crítica cinematográfica boliviana, a través de las ya bien apropiadas nuevas tecnologías.

Los paradigmas postmodernos habían iniciado su implosión, y era necesario volver a aprender a ver cine. Pero esto no fue tan sencillo. El modo de producción cinematográfico evoluciona constantemente, así como su forma de consumo, construyendo dinámicas económicas y sociales insospechadas, las que arrastran consigo a todos los partícipes y afines al sector, y los críticos no son la excepción.

Sin embargo, son estos contextos donde la función analítica adquiere una importancia mayor. El crítico cinematográfico es pieza fundamental en el proceso de formación de públicos, no solo valorando lo que se produce hoy en día, sino rescatando lo que se produjo y, por qué no, visionando lo que llegará o debería llegar a las pantallas. Su labor está muy por encima del “reseñador” (ejemplar común en salas de redacción y webs cinéfilas), ya que, más allá de sus conocimientos sobre cine, debe apelar no solo al fondo, sino a la forma, recurriendo a la estética de las figuras literarias y otras herramientas para producir escritos llamativos e impactantes (además, lógicamente, de creíbles). Como pocos, tiene la oportunidad de generar la dinámica del “leer para ver” o de “leer para creer”, aunque no es el único reto que encara.

El avance tecnológico a todo nivel (en particular en los sistemas de comunicación) descentralizó hace mucho el rol privilegiado de la difusión de información y contenidos, que ostentaban los medios de comunicación tradicionales, permitiendo que cualquier persona con acceso a internet sea capaz de reseñar y opinar libremente sobre cuestiones cinematográficas. Si bien esta facilidad permite el surgimiento de nuevas voces, interrogantes y respuestas, también ha creado un mercado de dudosa calidad, donde la reiteración y el plagio cunden por sobre la rigurosidad y la asertividad.

Dentro de este gran panorama, loables son los emprendimientos que, con continuidad y persistencia, buscan formar un corpus crítico, y más aún levantarlo a través de un medio tradicional, como es el periódico, apostando por las secciones culturales y rindiéndose ante las exigencias de editores y jefaturas de edición, como lo tuvo que hacer Sánchez para construir los contenidos que hacen a este libro, y como seguramente lo seguirá haciendo en los años venideros, ojalá, desde la trinchera de papel.

Nunca está demás recordar la situación que viven varios medios impresos actuales frente a las nuevas tecnologías. El terreno que estos van cediendo es acaparado cada vez más raudamente por la perennidad e inmediatez digital, frente a olvido en el que cae el papel; pero tampoco se puede pasar por alto que el soporte impreso tiene un estatus primordial por sobre otros soportes (digitales o no). Una publicación carga consigo una herencia histórica de siglos, en la que volúmenes de papiros, pergaminos y papel han contenido y transmitido todos los conocimientos de la humanidad hasta nuestros días. Y lo seguirán haciendo, pese a que su acta de sentencia de muerte haya sido firmada mucho tiempo atrás.

La recopilación de piezas críticas, originalmente distribuidas semanalmente en las ediciones de un suplemento cultural (salvando la tiranía editorial) y reunidas en un solo volumen, representa más que la biografía de una columna o sección. Es la reconstrucción de una serie de pautas y punteos sobre la historia del cine, su impacto y entendimiento. Son ventanas de atalayas que tienen en sus horizontes paisajes donde las distintas artes se entrelazan, juntan y separan, a veces intencionalmente, otras por antojo, y otras tantas, por mera casualidad, y que en algunos casos solo a los ojos del agudo crítico podemos comprender.

Bolivia encara una reconstrucción de su historia en general, y eso incluye a la historia de las artes, entre ellas, el cine. Pero es una reconstrucción forjada gracias al interés de no pocos entusiastas (afortunadamente, muchos de ellos jóvenes aún). Se ha emprendido el rescate del vasto bagaje cultural olvidado, fugaz (¿o fugitivo?), incluso desapercibido en su tiempo, y que en cierta temporalidad ejerció alguna influencia en el contexto nacional, y por ende dejó su marca, y quizás su influjo, en posteriores creaciones y contextos. Prueba de ello son algunos de estos textos, donde se desentrañan historias poco conocidas, algunas de ellas ajenas a los libros por ser pertenecientes solo al celuloide, y ante el carácter frágil y efímero de este, historias en peligro de desaparecer, pero que vuelven a la vida mediante el puño y letra de ojos que supieron mirar un poco más allá de encuadres, forma y contornos, y que apelaron tanto a la razón como al corazón para ver lo que otros no pudieron.

El crítico no es un intelectual, es un amante apasionado de la pantalla y lo que esta representa, es un romántico tenaz en busca de desentrañar las muchas verdades que encierra cada fotograma y cada set de filmación, y a su vez, la verdad de cada persona involucrada dentro de ese maravilloso conglomerado que es el cine.

A su vez, la crítica cinematográfica es alimento del cine mismo. Cada palabra escrita sobre el séptimo arte es capaz de volver a tejer una historia sobre sí misma, y generar nuevas visiones, creaciones y deconstrucciones. Puede ser el génesis de algo más grandioso de lo cual escribir. La crítica debe ser cultivada. Su florecimiento será a su vez semilla de lo que está por venir.

Su existencia se debe al cine, pero es gracias a esta que el cine puede ser mejor.