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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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La revolución del cine desde la Villa

El joven realizador y poeta argentino César González mostrará sus películas en La Paz gracias a las gestiones de Kinetoscopio Monstruo, colectivo que difunde trabajos que no circulan en el medio comercial y cuestionan &ndas
La revolución del cine desde la Villa
Cesar González tiene 28 años y es la primera vez que llegará a La Paz para conocer el lugar donde, según cuenta, nació su abuela materna. Conocido por el seudónimo Camilo Blajaquis, y bajo la chapa de “El Poeta de la Gardel”, se ancló en la construcción de la identidad desde los márgenes, desde el barrio en donde vive y vivió: Villa Carlos Gardel, donde nace su cine, su poesía y desde donde puso las trincheras para su revolución cinematográfica.

“Queríamos mostrar películas que no circulan en el medio comercial, pero también que cuestionan desde su forma y contenido el papel del cine dentro de la sociedad”, señala María Domínguez, que junto a Carolina Cappa conforman Kinetoscopio Monstruo, quienes nuevamente apoyan al Festival Radical, esta vez con la gestión de la llegada de González.

En el pasado, el colectivo Kinetoscopio Monstruo también gestionó la llegada al país de una retrospectiva de Raymundo Gleyzer, cineasta argentino de fuerte convicción política e interpelador del quehacer cinematográfico convencional.

De igual manera, González maneja conceptos que al colectivo le interesa mostrar.

“Su cine habla sobre marginalidad, sobre los mecanismos de poder que estigmatizan a los jóvenes de las conocidas “villas miseria”. César trabaja estos temas, los deconstruye y los analiza desde lo más profundo, con mucha pasión por su trabajo, por su gente en su barrio, su hogar. Me parece importante traer a este cineasta que sale de los cánones. “Él no solo es cineasta y poeta, es un artista completo”, explica Domínguez.

González hará una exhibición retrospectiva de su trabajo en La Paz, donde dialogará con el público, dentro del marco del Festival de Cine Radical.

La muestra inicia el 7 de septiembre en Casa Espejo con Corte Rancho (2013), una serie documental que realizó en varias villas. En el mismo lugar, pero el día 8, se mostrará su opera prima Diagnostico Esperanza (2013). El 9 en la Radio Wayna Tambo, desde las 17:00, se verá ¿Qué puede un cuerpo (2015). El 10, 11, 12, 13, 14 y 15 de septiembre la Cinemateca y la Casa Espejo exhibirán Atenas (2017), además de los cortometrajes Guachines (2014) y Truco (2014).

El sábado 10 González tendrá una lectura de su poesía desde las 21.00 en el bar Bocaisapo.

“Cesar es un gran filósofo y escritor, tenemos la oportunidad de tenerlo en La Paz y escuchar desde su propia voz, la voz de miles de jóvenes de la villa que tienen su propia filosofía, su propia sabiduría”, indica Domínguez, que prosigue diciendo: “Es un cine de muy alto vuelo, él conoce mucho de cine, literatura y filosofía. Ama leer, se puede compartir mucho, espero que la gente venga a sus proyecciones, a conocerlo y escucharlo”.

La sinopsis poética de la última pelicula de Gonzales dice: “Aventureros sociológicos/ construyeron una nave inmobiliaria/una antropología de los decorados (...) una escalera horizontal de interrogatorios/ ofertas excitacionales/enrolamientos arteriales/máscaras editoriales (...) el movimiento de los artilugios hidráulicos/al servicio de un inmueble hechizado/la obsesión por la higiene moral/el orgasmo de la humillación”, indica el autor que creció siendo el menor de una familia pobre de ocho hijos en la Villa.

Ingresó a los 16 años a un reformatorio de menores y al cumplir la mayoría de edad pasó a una cárcel de adultos, cumplió una condena de cinco años.

“Allí adentro terminé los estudios secundarios y comencé a leer compulsivamente todo lo que se me cruzaba en el camino, en ese sentido fue fundamental el aporte de Patricio, que fue una persona que daba talleres de magia en las cárceles y que al entablar amistad con él, comenzó a traerme distintos libros de historia y literatura latinoamericana, de filosofía, poesía, etc”, explica el cineasta.

Fue después de esta experiencia que González empezó a escribir sus propios poemas, sus primeros cuentos y armó una revista donde escribían algunos presos .

González retoma a Nietzsche –entre otros filósofos– para explicarse:

“No creo en los talentos o dones innatos (…) si debo buscar algo racional para explicar ese amor tan grande que siento por este arte, puedo mencionar que cuando era un niño, con un grupo de vecinos, logramos robarles la señal del cable a la gente que vive afuera de la villa y así fue como descubrí todo un universo nuevo a través de los canales de cable, donde trataba de ver todas las películas que pudiese, programas de detrás de cámara, entrevistas al elenco y al director”, recuerda.

Para González hacer cine es tratar de encontrar una visión del mundo coherente con el estado de cosas que suceden. A su vez, para él, el cine es una herramienta fantástica –“en todo sentido”- capaz de hacer emocionar y despertar “fibras que en la propia realidad están dormidas”.

“Lo considero una gran forma de pensamiento o de ayuda a pensar, más allá de su natural carácter didáctico y pedagógico, ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos y por ende al mundo que habitamos, a poder soñar un mundo nuevo, el cine es una forma hermosa de representar ese sueño. El cine no puede hacer la revolución pero si transmitirnos sentimientos revolucionarios”, señala.

En la obra de González participa mucha gente de su entorno, no solo en la actuación, sino también en todo el proceso creativo. Sobre esto, señala que la mayoría de sus protagonistas son “los pibes” que fueron sus compañeros en su etapa más marginal. La mayoría están muertos y los pocos que están vivos están en la cárcel.

“Miro a mi alrededor y lo que veo es un desierto, como decía Francis Bacon. Por lo tanto, siento el deber de proponerle al sector más perseguido y reprimido de mi comunidad villera, esos pibes que hoy, como yo ayer, no tienen ninguna esperanza de futuro y están resignados a morir baleados por la policía, que en el arte del cine (o en cualquier arte), donde pueden encontrar un consuelo, un aliado para poder desahogar la rabia, la bronca y el odio hacia las injusticias, sin necesidad de violentar ni lastimar a nadie”, relata González.

“El cine como sabemos es un arte obscenamente burgués, los cineastas consciente o inconscientemente defienden en sus películas el modelo de vida de la clase a la que pertenecen, dice Umberto Bárbaro, y yo adhiero. Tanto los medios de producción como los productos finales están en manos de pequeños y grandes burgueses. El solo hecho que un pobre tome la cámara en sus manos es un acontecimiento gigante, que equilibra un poco la balanza histórica del arte. Pero si bien es un paso fundamental siempre aclaro que el fin absoluto no puede ser tan solo aspirar a tomar la cámara, sino que hay que ver que mensaje se va a dar y, sobre todo, si se va a mostrar a la propia comunidad, tratar de no caer en esos clichés perversos y morbosos tan habituales en las imágenes que genera la sociedad sobre las poblaciones villeras”, remata el argentino.

Periodista - [email protected]