Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
  • Actualizado 00:06

Días A Cielo Abierto

Tras cinco intensas jornadas de exhibiciones, talleres, coloquios y camaradería cinéfila, el tercer Festival Latinoamericano de Cine Documental A Cielo Abierto, organizado por el Centro Simón I. Patiño de Cochabamba, finaliz
Días A Cielo Abierto

Primavera de Joaquín Tapia 

Los siguientes tres textos son algunos de los que fueron producidos por los inscritos al taller laboratorio de periodismo y crítica de cine, dictado por Santiago Espinoza y organizado en el marco del Festival A Cielo Abierto.

Uno de los rasgos más distintivos de Primavera, filme del boliviano de Joaquín Tapia que se exhibió dentro de la Muestra Pantalla Radical del Festival A Cielo Abierto, es la capacidad de desarrollar una historia breve, sencilla, con diálogos casi inexistentes durante todo el cortometraje. Sin embargo, uno se pregunta si el trabajo de Tapia lograría el mismo efecto si suplantáramos los personajes niños del corto por otros de una edad adulta. En ese sentido, Primavera posee una belleza que no solo se apoya en la pulcritud de su fotografía, sino además en la inocencia de sus personajes.

Dayana es una niña del altiplano boliviano cuya vida transcurre entre la escuela y el cuidado del ganado. Las primeras escenas exhiben ese panorama pastoril que, de manera abrupta, cambia hacia el estruendo de la escuela. La ceremonia que ahí se lleva a cabo es la coronación de la reina de la Primavera.

Son contadas las apariciones de algún adulto durante todo el cortometraje (la abuela de Dayana, la voz en off del maestro de ceremonias) Sin embargo, son elementos indefinidos o deliberadamente apartados del ojo del espectador. El escaso dialogo y la brevedad de la historia hacen que la trama esté sujeta a los movimientos de la cámara, a los escenarios que van intercalándose entre la pasividad del campo y la solemnidad de la coronación.

Primavera retrata los contrastes entre la majestuosidad efímera y el retorno a la realidad. Una historia que adquiere un gusto particular al ser exclusivamente narrada mediante personajes de edad infantil. La inocencia representando las acciones de los adultos.

Cuéntame, Luciana

Erika Cavero

Cuéntame, Luciana… Cuéntame… Abre el círculo, dime cómo es ella. Íntima, cálida, auténtica y, sobre todo, feliz, feliz con su lugar en el mundo, feliz sosteniendo vidas… Cuéntame, con planos cerrados, su sonrisa, su mirada, sus colores… Cuéntame, Luciana, sin planificar, sin rigor… Muéstrame su ser, en dos momentos, en dos espacios, muéstrame su vida, sus manos, su alma.

Nana, el documental boliviana de Luciana Decker exhibido en la muestra oficial del Festival A Cielo Abierto, cuenta la historia de Hilaria Huaycho, una mujer de pollera que trabaja años como empleada doméstica en el hogar de la directora del filme. Luciana abre el círculo en su casa y nos muestra a una mujer espontánea: Hilaria en su cotidiano ser, con planos cerrados, va describiendo sus inquietudes, su vínculo con la familia.

Con mayor libertad, vemos a Hilaria en un segundo momento, en su territorio, conocemos su casa, su relación con los suyos, con planos más abiertos y descriptivos, pero igual de espontáneos. Bailamos con ella, reímos, cocinamos, nos vestimos, la respiramos.

La manera de contar de Luciana Decker es libre, sin ningún tipo de apegos narrativos tradicionales y esa es precisamente la fuerza de este documental: esa libertad de presentar una historia, un personaje también libre. La libertad de no contar con un guion técnico que le ponga límites a Hilaria. La libertad de conocer a la Nana.

Cuéntame más, Luciana, ¿dónde esta? Quiero ver su sonrisa, su baile, sus manos… Cierra el círculo, Luciana… Muéstranos de nuevo a la Nana.

Nueva Vida

Esteban Améstegui

Nueva vida, corto boliviano de Kiro Russo que se exhibió dentro de la Muestra Pantalla Radical del Festival A Cielo Abierto, narra la experiencia de una pareja joven con su recién nacido. Desde una perspectiva externa y a través de una ventana, sonido ambiente de la ciudad y diálogos difíciles de descifrar, Nueva vida cautiva al vouyerista oculto de todo cinéfilo.

Al igual que en su obra Viejo Calavera, Kiro Russo termina la historia cuando comienza a tener sentido para el público, dejándolos atónitos y con ganas de más. En shock, sin saber si entendieron o malinterpretaron, si les gustó o la odiaron. Nueva Vida exige una observación activa. Sin embargo, es una obra que debe ser más “experimentada” que comprendida.

Se rema con lo que no se ve

Sebastián Morales

El festival A Cielo Abierto abrió con dos películas que son casi una declaración de principios cinéfilos. Se trata de proponer películas en donde se ponga en el centro de la imagen el gesto de filmar lo cotidiano, como si de un diario se tratara. Y en este filmar el cotidiano, también aparece el gesto del intento, del ensayar con la imagen y finalmente construir, por el mero gesto diario, una película (o por lo menos algo parecido).

Diario de un corto, de la argentina Flavia de la Fuente, primer filme mostrado en la inauguración, hace explicito esta declaración de principios. A la directora se le pide que haga un cortometraje para un festival. La película solicitada debería ser “frágil y alegre. Pero eres libre de hacer lo que quieras”. Instrucciones extrañas, confusas e incluso contradictorias.

De la Fuente confiesa que no sabe lo que debe hacer y entra en una situación de pánico (después de aceptar la curiosa invitación del festival). La directora entonces decide hacer algo que es muy común en sus películas: caminar, registrar, ensayar, para ver si puede lograr lo que se le ha pedido. De a poco la película se va construyendo, evidentemente frágil, evidentemente alegre. Y sin embargo, para la directora todavía queda una pregunta abierta antes de finalizar el trabajo. Lo que está haciendo: ¿es un corto? Es que las imágenes que nos presenta son fotografías de la cotidianidad del pueblo en donde vive de la Fuente, complementadas por una explicación de donde han sido tomadas. Es decir, se trata de un diario fílmico. Se encuentra pues en esa frágil frontera que separa el cine de la vida. No es un corto, es una vida. ¿O es un corto que se hace vida? Así, la premisa inicial de la película, filmar algo frágil y alegre, se convierte en una especie de premisa para la vida. No por nada, Flavia de la Fuente confiesa ver películas de Jonas Mekas antes de salir a filmar, para darle fuerza, para darle ánimos.

Flavia de la Fuente filma momentos efímeros. A veces, aprovecha simplemente una situación azarosa, una condición climática pasajera, un instinto y hasta una inspiración provocada por el visionado de una película de algún amigo suyo. Filma lo que deviene y lo hace permanecer. Un poco como el río Heraclitiano. Este río es el que aparece en la otra película proyectada en la inauguración del festival: El día nuevo, de Gustavo Fontán.

El tiempo y el río

Fontán sigue a Maldonado, un barquero que vive en la selva argentina. Habita solo, con sus animales. Su vida pasa entre caminar entre los árboles y remar en el río. Pero como la fábula Heraclitiana insiste, ese río es el mismo y es diferentes cada vez que se entra en él. El gesto de remar del personaje se repite, el gesto de pescar se repite, el gesto de volver a su casa se repite. Y sin embargo, el tiempo hace su efecto, desde una exterioridad que el personaje no puede controlar.

Esta exterioridad se hace patente formalmente en una voz en off de una mujer que habla de otro tiempo en la vida de Maldonado. Habla de otro tiempo en el que el pescador no estaba solo, sino que estaba acompañado por su esposa y lo que suponemos, una hija pequeña. Al igual que la propia narración visual, la voz en off de la esposa de Maldonado es circular. Repite, vuelve a ciertas situaciones, aclara, avanza, retrocede, como si no estuviera del todo segura en que capa del tiempo situarse. O como si necesitara volver insistentemente a los mismos momentos para convencerse sobre la realidad de los mismos o para encontrar algunos detalles que le ayuden a comprender una nebulosa situación pasada.

Y sin embargo, ella no está en ese espacio que habita ahora Maldonado. Y sin embargo, Maldonado sí está. Y el  río sigue ahí (aunque cada momento sea diferente). La voz en off parece habitar en otro espacio, en uno intemporal, en uno ocupado por la memoria. Maldonado vive en el río, en el tiempo que pasa silenciosamente. Y es que, como la propia voz en off afirma, “se rema con lo que no se ve”. 

El limonero real: de la contemplación a la abstracción

Santiago Espinoza A.

El limonero real (Argentina, 2016) de Gustavo Fontán, exhibida en el Festival A Cielo Abierto como parte del foco y homenaje al cineasta argentino, es una película que lleva la pesada carga de presentarse como una adaptación de la novela homónima de Juan José Saer (Santa Fe, 1937-París, 2005), una de las voces más celebradas de la literatura argentina y latinoamericana de los últimos años. De ella toma su trama mínima: una familia que vive en la ribera del río Paraná se apresta a celebrar el último día del año, bajo la pesada sombra de dos ausencias, la de una de las hermanas que permanece de luto y la de su hijo muerto hace ya seis años.

Este hilo argumental le sirve al realizador argentino para montar un relato que podría pasar por contemplativo, por sus tomas largas y cuidadas del paisaje. Sin embargo, contemplativo es un adjetivo que no le cabe del todo a este filme, que tiende, más bien, a la abstracción. La cámara y el diseño sonoro no persiguen la contemplación del paisaje y de sus seres, sino que, en el afán se acompañarlos y observarlos, se pierden deliberadamente en sus propias mutaciones y abstraen los sentidos del que mira y oye. El curso del río y el fragor del monte imponen el tempo del relato, con reminiscencias al cine de Alonso (Los muertos) y de Martel (La ciénaga), hasta configurar una atmósfera entre evocadora y ominosa, en la que la celebración de lo real sucumbe ante la memoria de las ausencias.

Planteada como la adaptación de una obra de ficción, El limonero real es, a su manera, un documental sobre las variaciones de la luz en su encuentro con el río y el monte que le circundan. Un estudio sobre las mutaciones de la luz natural que esculpe las distintas edades del día, de la naturaleza, del hombre y de su memoria.

La siesta del tigre de Maximiliano Schonfeld

Sergio Zapata

Un grupo de hombres, adultos mayores, se internan en el bosque con insumos precarios para buscar fósiles del tigre dientes de sable, pues habitó esta región, y la incursión/excursión entraña en sí una inmersión, tanto para el público como para el realizador, pues escudriña sobre la amistad, la masculinidad y la esperanza en hallar algo que no existe.

Sortear la inevitable conclusión resumida en que un tigre dientes de sable opera como metáfora de algo más sería clausurar este registro a favor de una moraleja y su eventual envoltorio estratégico formal, la ficción. Sin embargo, La siesta del tigre (Argentina, 2016), filme del argentino Maximiliano Schonfeld que hizo parte de la muestra oficial del Festival A Cielo Abierto, nos ofrece atender otros elementos, desde la creación paisajística desde la interacción de cada personaje con este medio hasta la disolución del tiempo a favor de la continuidad y esperanza de estos hombres por encontrarse con lo anhelado.

Asimismo, Maximiliano Schonfeld interroga a sus materiales filmados, pues no ingresa en su intimidad, sino que potencia la fabulación y el terreno onírico se torna algo más palpable. Con esta operación la noción misma de documental y, por ende, de verdad quedan postergadas.

Joaquín Tapia gana tercer fondo documental A Cielo Abierto

Redacción

El joven cineasta boliviano Joaquín Tapia ganó el Fondo de Fomento a la Producción Documental A Cielo Abierto que otorga cada versión el Festival Latinoamericano de Cine Documental A Cielo Abierto a un proyecto documental boliviano que está en etapa de producción. El Fondo otorga 10 mil dólares americanos al proyecto para que pueda finalizar el rodaje y la producción del documental con el objetivo de que se garantice la producción de documentales bolivianos.

En la clausura del festival, la noche del sábado 26 de agosto, se hizo entrega del premio al futuro documental denominado Tiempos de Algidez, que Tapia proyecta filmar en los siguientes años y estrenarlo en la siguiente versión del festival, en 2020.

Tiempos de Algidez habla sobre un personaje, Sandro Laura, y los acontecimientos que se están por desatar en la barriada paceña donde vive. La sinopsis ubica a su persona así: “Qué es lo que ocurrirá en Caliri. Corren rumores de que Sandro Laura (27) ha sido suspendido por seis fechas calendario en el campeonato de fútbol de la Liga deportiva Caliri, y que como venganza piensa botar sin miramientos a los trufistas del sindicato Trans Bolognia de su taller mecánico. En las reuniones vecinales, el exmilitar Ariel Carnero (55) y don Pedro Mamani (62), consabido loteador desde los anales del barrio, mencionan su nombre con adjetivos cada vez más alarmantes”.

El jurado del fondo elogió la capacidad de asombro y de búsqueda que el proyecto presenta al “hacer una indagación sobre el mundo y que en su camino se deja sorprender por el mismo”, además de que “proyecta armar una especie de caleidoscopio, sobre la vida y el cotidiano de un barrio paceño mostrando imágenes frescas, que bien pueden tratar una belleza un tanto oblicua y rugosa o dar testimonio de los avatares en la vida de sus habitantes, reduciendo al mínimo la manipulación sobre ellos”.

El jurado internacional, conformado por Mary Carmen Molina (Bolivia), Miguel Angel Vidaurre (Chile), Sebastian Rosal (Argentina), Camilo Kunstek (Bolivia) y Elizabeth Torres (Bolivia), deliberó durante dos días en el marco del festival en base a una preselección de tres proyectos, que se hizo hace un mes. El fondo recibió un total de 11 postulaciones de todo Bolivia.

En la anterior versión del festival se entregó el fondo al realizador Miguel Hilari con su proyecto Todos Santos, que luego de tres años de trabajo se proyectó en la noche de cierre del festival, con un primer corte sobre el que seguirá trabajando un tiempo más.