Opinión Bolivia

  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 16:15

Rius, una vida entre el amor y el humor

Despedida al gran caricaturista y escritor mexicano Eduardo del Río, fallecido en su país el pasado martes, una pérdida sentida por generaciones de latinoamericanos que fueron educados por sus libros.
Rius, una vida entre el amor y el humor



Considerado uno de los máximos exponentes de la caricatura mexicana, maestro informal de muchos mexicanos —y latinoamericanos— y formador de conciencias, el caricaturista y escritor Eduardo del Río, Rius, falleció la madrugada de este martes, a la edad de 83 años, en su casa de Tepoztlán, Morelos.

La causa del deceso del autor de Los Agachados y Los Supermachos fue insuficiencia renal, informaron familiares y amigos que se encontraban en la funeraria Gayosso de Cuernavaca, donde se preparó el cuerpo para ser trasladado a la Ciudad de México.

Citlali, hija de Rius, dijo que perdieron a su padre de manera física, ella y su madre, Micaela, pero todo el trabajo del dibujante se queda con ellas y con todos los que se rieron con sus caricaturas y han leído sus libros.

A la funeraria acudieron integrantes de los frentes en defensa de Tepoztlán, quienes lamentaron el deceso del artista y aseguraron que ‘‘se les fue un compañero de sus luchas’’, como cuando se opusieron al club de golf y ahora a la ampliación de la autopista Siglo XXI La Pera-Cuautla.

El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad recuerda que Rius participó en la campaña No más sangre, que impulsan desde 2011 contra la violencia e inseguridad en Morelos y el país.

El caricaturista, cuya salud estaba muy deteriorada, en el homenaje que se le rindió el año pasado en el Museo del Estanquillo (La Jornada, 9/12/16) explicó que hacía dos meses lo habían diagnosticado ‘‘enfermo terminal’’ de cáncer, y con el humor que lo caracterizaba dijo: ‘‘Es alguien que se va a morir, así que todos éramos enfermos terminales. Ahorita el cuerpo médico se hace cargo de mí y me está garantizando que voy a morir en perfecto estado de salud”.

Despedida particular

Rius, en su autobiografía Mis confusiones: memorias desmemoriadas, escribió que hizo ‘‘toda la lucha que le tocaba para tratar de que las cosas mejoren en México y que no iba a parar de hacerlo, pues se consideraba un marxista-masoquista que no tiraba la toalla.

‘‘Mejor la agarro y me limpio las manos como Herodes (¿o Pilatos?, ya estoy confundido), y me concreto a despedirme deseándoles lo mejor para sus apreciables y distinguidas familias, madrecitas incluidas. Ahí les encargo mi México Particular esperando se mejore con la ayuda de todos ustedes. (Atentamente Eduardo del Río García)”.

Entre el amor y el humor, así transcurrió la larga y prolífica vida del caricaturista nacido el 20 de junio de 1934, en Zamora, Michoacán, ícono y referente de la caricatura política y la literatura didáctica del México del siglo XX, que se mantuvo activo hasta el último momento.

Postulaba que ‘‘uno es viejo cuando se siente viejo, y todavía no me siento así. Será porque sigo trabajando; a lo mejor si dejo de hacerlo sí me cae el viejazo y ni cuenta me voy a dar”.

Autor de historietas clásicas, como Los Supermachos y Los Agachados, con las cuales revolucionó esa expresión en México, siempre sostuvo que el humor es, en parte, como el amor, y reconocía a ambas expresiones como el motor principal de su existencia. Es autor de unos 110 títulos, que tratan de religión hasta historia, de economía hasta nutrición, de educación hasta marxismo, de sexo hasta filosofía.

La SEP, Televisa y Rius

Incluso, el fallecido escritor Carlos Monsiváis decía que en México había tres instituciones educativas: la Secretaría de Educación Pública (SEP), Televisa… y Rius.

‘‘He dedicado mi trabajo de toda la vida a tratar no de educar, sino de crear un poco de conciencia en las personas. Los resultados cada quien los puede definir”, decía el dibujante. ‘‘Hago mis libros como una manera de aprender. Nada más tengo como diploma de estudios hasta quinto de primaria. Entonces, al mismo tiempo que estoy haciendo un libro para que la gente se ilustre sobre cierto tema, yo también lo estoy aprendiendo”.

La biografía del caricaturista, quien comenzó su carrera en 1954, en la revista Ja-Já, lo describe como una persona inquieta y trabajadora; un hombre polifacético que incursionó en diferentes disciplinas y quehaceres. Lo mismo fue burócrata que embotellador, profesor sin título que seminarista, office boy (mensajero), vendedor de jabón que enterrador de una reconocida funeraria, así como cajista.

Cuba para principiantes, de 1966, es su primer libro. En este aborda temas de importancia a partir del humor y la caricatura con un lenguaje accesible y ameno. Esa fórmula la aplicó en sus historietas Los Agachados y Los Supermachos, publicadas a finales de los años 60 del siglo pasado.

Rius colaboró en las revistas más importantes de México y en periódicos de circulación nacional, entre ellos La Jornada. Fue creador de revistas de humor político, como La Garrapata y El Chahuistle, así como El Chamuco y los Hijos del Averno.

Severo crítico del sistema político, el imperialismo, el consumismo y la religión, Rius gustaba decir con sorna que tenía ‘‘un pacto con el diablo”, el cual le permitió dibujar durante más de seis décadas y ‘‘volver ateos” a todos los que pudiera. De posición progresista, tenía la convicción de que era necesario ‘‘resucitar a la izquierda” otra vez, aunque matizaba diciendo que ya no contaran con él, que cambiar al país era algo que corresponde a las nuevas generaciones.

El humor, único desquite

Reconocido con el Premio Nacional de Periodismo de México en caricatura en 1987 y en 2010 por trayectoria, Rius estaba convencido de que el humorismo es una rama menospreciada de la filosofía. El caricaturista veía al humor como una manera de hacer más ligera ‘‘la jodida realidad” de los mexicanos. ‘‘Sin humor, no sé adónde iría este pueblo. El único desquite que tenemos los mexicanos es reírnos de los poderosos que nos están jodiendo, y sin ello este pueblo ya hubiera desaparecido, ya seríamos otra estrella más en la gloriosa bandera gringa”.

Y afirmaba que lo cábula del humor nacional proviene de herencia genética, desde que surgieron los primeros mexicanos, que eran los hijos de la chingada, como los llamó adecuadamente Octavio Paz. ‘‘Eran hijos de la violación, y pues buscaron alguna forma de revancha y se volvieron unos cábulas. La única forma que tenían de defenderse de los gachupines era el choteo, la burla”, dijo en otra entrevista con este diario. ‘‘Y eso persiste hasta la fecha, pero ahora hacia los gobernantes. Es una especie de desquite que tiene el mexicano luego de que esos señores le están dando en la madre”.

El maestro jamás asumió su trabajo dentro de la caricatura como una especie de revancha contra los poderosos. Más bien lo veía como una defensa de los que no tienen voz. ‘‘Me he preocupado por dirigirme al lector. Sé que mentarle la madre al gobernante no sirve para nada. A lo mejor lo agarra uno de malas y se desquitan con uno, como me pasó con Gustavo Díaz Ordaz”, dijo. ‘‘He procurado que en mi trabajo haya más el deseo o la intención de politizar, de concientizar a los lectores. Que tomen conciencia de lo que es este país, de lo mal que estamos y de lo que podemos hacer para cambiarlo”.

Periodistas