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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Piraí Vaca: “Mi gratitud se transformó en compromiso”

Piraí Vaca: “Mi gratitud se transformó en compromiso”



El consagrado guitarrista cruceño da hoy en Cochabamba el último concierto de su gira nacional 2017, a las 20.00 en el Achá.

Aunque suene a paradoja, es la rutina lo siempre “nuevo” que trae Piraí Vaca. La rutina del virtuosismo, de la excelencia, de la entrega y de tocar las fibras más íntimas a través de la música.

El destacado guitarrista cruceño, uno de los artistas bolivianos más consagrados dentro y fuera de nuestras fronteras, regresó ayer a Cochabamba, como parte de su gira nacional que incluye 14 ciudades y localidades. Hoy, domingo, el público local podrá asistir al último de sus dos conciertos, que tendrá lugar en el Teatro Achá (C. España casi Heroínas), a las 20.00 horas.

Con un repertorio de variadas obras latinoamericanas y españolas, Vaca retorna además prometiendo la singularidad de convertir a la guitarra en un instrumento de percusión. Retorna también tras otra exitosa gira por Europa y Asia, luego de aprender a vivir en pareja, de perder a su madre y de grabar un disco con canciones de los Beatles. De todo ello y más dialogó con la RAMONA el asimismo cultor de artes marciales, padre de una hermosa niña y ejemplo de artista comprometido con la gente de todos los rincones del país.

-Hace no mucho efectuó una larga gira por Europa y fue parte de uno de los festivales más grandes de Asia, en la India. ¿Qué le sumaron a su experiencia estos viajes?

Esa gira de cuatro meses en 2015 se convirtió en algo totalmente inesperado. Partamos de que el lugar donde más quiero estar y el que más amo ahora es mi casa, al lado de mi amada y mi rutina, que se ha convertido en algo muy importante para mí. Tengo mi rutina de kung fu por la mañana. Soy un artista marcial frustrado, porque no le puedo dedicar todo el tiempo que quisiera a las artes marciales, que son mi pasión. Está también la rutina de estudiar constantemente la guitarra, dos o tres horas al día, en mi casa. Entonces, cuando tengo que viajar, voy toco y regreso. No tengo mayor interés en conocer otros lugares. Además, cuando viajo generalmente voy a lugares en los que he estado varias veces. Explico esto porque la gira del 2015 surgió más bien como un algo pendiente con mi amada, como era nuestra luna de miel. Entonces, se organizó la gira con espacios para visitar lugares y para estar como turistas. Lo máximo que quiero estar fuera de mi casa es un mes. Pero, como en esta oportunidad iba a ir acompañado también por lo que significa mi casa, que es mi amada, nos fuimos cuatro meses. Hice este viaje impulsado por eso y, en el fondo, no muy entusiasmado de estar fuera de mi casa una vez más (…). A nivel profesional, la gira fue fantástica. En primera instancia, me despertó nuevamente el gusto por tocar fuera del país, lo que en los últimos años no era algo que me interesara, aunque por supuesto me invitan, voy, toco y regreso (…). A raíz de esta gira, que tuvo una gran repercusión, surgió en mí una nueva fase. Todo lo que se retrae, en algún momento tiene que expandirse. Esta nueva fase se definió así, con el gusto de viajar de nuevo y de tocar fuera de Bolivia. Los conciertos tuvieron una repercusión muy buena. Fue el caso de la India un excelente ejemplo. Fui allá a dar dos conciertos y un curso. Me enrolaron así para que me quede un mes y sea parte del Indian Guitar Federation, festival que se realiza en cuatro ciudades y que congrega a guitarristas de las nacionalidades más disímiles de Asia. Eso fue un gran honor, que me dieran una de las cinco noches estelares para que yo tocara y que me colocaran como maestro durante dos días. Además, nos encantó la idea de quedarnos más y viajar por el país (…). En la parte emocional, la gira fue un viaje hacia mí mismo y hacia la vida de pareja, que creo que finalmente entendí. Esos cuatro meses fueron como cuatro años de vida normal. Hubo una concentración de emociones, de ver maneras para que las cosas funcionen, porque amo a mi esposa y no me voy a separar de ella. El viaje me enseñó a buscar soluciones, a construir, en vez de destruir. Fue un curso intensivo de pareja. Estar 24 horas al día durante cuatro meses con tu pareja no es algo a lo que uno esté acostumbrado. Tuvimos que aprender las maneras para que todo funcione, para que ambos tengamos nuestro espacio, pero a la vez estemos juntos. Eso me dejó profundamente emocionado y feliz. El viaje del 2015 fue un gran impulso para comprender varias cosas acerca de mí y de mi vida, a nivel emocional, profesional y espiritual (…).

-Para este concierto, adelantó que la guitarra se convertirá en un instrumento de percusión. ¿Cómo es esto posible?

Percusión se puede hacer con las propias manos o con cualquier objeto que uno tenga al frente, simplemente dándole un golpe. Sucede un poco lo mismo con la guitarra. Lo que pasa es que estamos acostumbrados a que en la guitarra se pulse una cuerda, esta entre en vibración y se produzca el sonido. Sin embargo, toda la guitarra en sí es un cuerpo sólido en el que puedes golpear y producir distintos sonidos, distintas alturas de ruidos. Si golpeas en la tapa, van a ser más profundos, si lo haces en el aro, van a ser más agudos. Si tocas las cuerdas detrás de la cejilla, ahí donde se meten las cuerdas para afinarlas, va a ser otro sonido. La guitarra tiene muchas posibilidades de producir muchos sonidos, algunos más agudos, graves, medianos, según dónde y con qué golpees, si con las uñas, la mano o las yemas de los dedos. Este programa tiene una serie de piezas que van más allá de pulsar la cuerda. Hay música en la que estos golpes pasan a ser parte de la obra, invitándonos a otro mundo sonoro de la guitarra que nos sorprende y admira. Algunas cosas sí las tuve que estudiar un montón, tenía hasta makurka en los hombros al tener que realizar ciertos movimientos inusuales. En esto consiste este nuevo programa. Siempre me ha gustado mucho incluir extremos en mis programas. Creo que, de verdad, solamente se puede apreciar el día si tienes la noche. La única manera de aprender lo sublime es después de lo rudo. Esos extremos son importantes porque son opuestos, pero se complementan. Y es importante siempre presentar ambos, para que cada uno adquiera su individualidad, pero que a la vez se complementen. Mis programas siempre han tenido este tipo de cosas que revelan un espectro más amplio. En este caso, el programa se ve además enriquecido por este otro aspecto que está acentuado, que es el de los efectos, si quieres llamarle así, aunque eso suena un poco superficial. Pero tenemos también profundidad.

-Se ha propuesto también un repertorio “que llegue directamente al corazón”. ¿Cómo eligió las canciones?

A mí me da risa y miro con desconfianza cada vez que aparece un producto y como título le ponen “nuevo”. Eso refleja un poco la sociedad en que vivimos y los patrones que tomamos como naturales, a los que la sociedad nos obliga para ser un engranaje más. Como que todo tiene que ser nuevo para que se pueda vender, aunque sea lo mismo. Eso me parece una falacia. Mis programas no los pienso en el sentido de que siempre tienen que tener algo nuevo. Más bien, a mí me gusta definirlos como una rutina. Es siempre una misma rutina llegar al corazón. Es una rutina que se renueva, pero la esencia sigue ahí, y es mover un corazón a través de la música. A través de ella podemos comprender que esta vida no se limita a la tridimensionalidad aprendida por nuestros cinco limitadísimos sentidos. Mover el corazón significa apreciar la vida en otra belleza y magnitud; significa aprender lo invisible para completarse (…). No creo que haya que ser místicos para darnos cuenta de que hay cosas que están más allá de nuestros cinco limitadísimos sentidos. De hecho, algunos animales tienen sentidos más desarrollados que los nuestros y perciben cosas que nosotros no. Aquí no estamos hablando de algo místico, sino de algo obvio, de un mundo visible y de otro invisible, que también puede ser comprendido mejor a través de la física cuántica, en el que la cosa es muy sencilla. Por ejemplo, esta grabadora que yo tengo en mis manos es para mí una cosa sólida, aunque, en una realidad más profunda, no lo es. Es un mar de energía que mis sentidos hacen aparecer como sólido, siendo que los átomos que lo componen tienen un 99.9 por ciento de vacío. Pero a mí me parece que es sólida. Hay toda una realidad más allá que yo creo que se puede aprender y percibir a través de la música. La música es un puente hacia lo invisible, hacia otro tipo de conocimiento. Elegí las canciones basado en esto y en lo que dije de los extremos, pero sobre todo basado en lo que a mí me emociona. Si es que yo quiero entusiasmar a los demás, primero me tiene que entusiasmar lo de mí.

-Se anunció que se aprovechará el concierto para presentar un disco grabado en 2013 con canciones de Los Beatles. ¿Qué representa la banda inglesa para Piraí Vaca?

Indudablemente, los Beatles fueron grandes músicos. Sin embargo, no es una banda que yo siga, no es una música que especialmente me conmueva en la versión de ellos. Sí es una música que me conmueve en otras versiones, como en esta que acabo de grabar, en la que Leo Brouwer, uno de los grandes compositores de toda la historia de la guitarra, hace un arreglo de siete canciones de los Beatles para guitarra y orquesta sinfónica. Hay también algunas versiones de los Beatles de otros músicos que me llaman también la atención. Mi incursión en esta música de los Beatles se debe en este caso a esta otra obra que ha sido creada por Brouwer, tomando siete melodías famosas. Fue un proyecto que nació como un experimento pero que, de la mano de Boris Vásquez y la Orquesta Sinfónica Juvenil, se convirtió en algo de calidad profesional. El trabajo de Boris y la Orquesta fue arduo, logramos hacer una interpretación atractiva y creo que bastante diferente de las existentes, y eso me tiene muy contento. Es una versión válida dentro del mundo de la música, de estas obras para guitarra y orquesta.

-Lamentando el reciente fallecimiento de su madre, le consultamos cómo es que ella ha influido en su arte.

En el avión de retorno de Europa, en abril, cuando estaba regresando a Santa Cruz a enterarme de que mi mamá estaba con cáncer, antes de saber esto, venía de un mes entero de vivir con mi hija, Casiopea. Fue un mes que me abrió el corazón de una manera inusitada. Siempre ha sido la música la que me ha llevado a otros planos de conciencia, a otras dimensiones, si quieres, más allá de esta en la que vivimos. Siempre ha sido la música la que me ha dado mis momentos de mayor claridad. Sin embargo, después de estar un mes con mi hija, un mes intenso, esta vez fue el amor el que por primera vez me llevó a estos otros estadios del ser. Fue algo totalmente nuevo. Estas experiencias te hacen también replantearte el orden de las cosas. Ante mi sorpresa, esta vez lo logró el amor por mi hija y de mi hija hacia mí. En el viaje de retorno, tuve una serie de experiencias bien particulares, gracias a ese amor que se pudo expresar, parece que esta vez de una manera muy especial. Fue tanto así que escribí algo que me pareció recién comprender y que marca también un orden dentro mío. Escribí: “De mi madre, el amor; de mi amada Jack, la felicidad; de Casiopea, la inmensidad”. Con eso mismo comprendí un cierto orden respecto a mis personas más cercanas. Mi madre ha significado para mí ese amor primario que luego permanece por el resto de tu vida. Mi madre era mi confidente y yo el suyo. Y creo que, aunque hubo cosas que no terminé de entender en su vida, lo más importante es esto que a la vez se puede resumir en palabras tan llanas como “De mi madre, el amor”. Solo aquel que ha sentido alguna vez de verdad en esa profundidad puede llegar a comprender la aparente trivialidad de esa frase.

-Sus giras nacionales suelen incluir conciertos gratuitos en lugares en los que buena parte del público es de escasos recursos económicos. Anteriormente, ha expresado usted su emoción por tocar para este público. ¿Qué es lo que lo hace especial?

Para entender esto, primero deberíamos revisar nuestros propios patrones, el primero quizás es que esta música que hago es para una élite. Evidentemente, yo no canto. Es algo sobre lo cual la mayoría de la población se podría sorprender: “¿Toca guitarra y no canta?”. Lo segundo es que no toco folclore. Me interesa el folclore, pero mi interpretación pasa por otros canales, no es folclore como tal. Aparentemente, entonces, lo que hago está destinado a una élite (…). Podemos revisar nuestros patrones para darnos cuenta de qué modelo tenemos en nuestra cabeza. Sin embargo, a mí la experiencia me ha demostrado lo contrario. Ya cuando mi trabajo tenía cierta difusión, en el canal 7 emitían algunas veces ciertos conciertos míos completos, eso tenía su alcance. Era tanto así que, en una o dos oportunidades, estuve en lugares muy alejados de la estructura citadina, por ejemplo en Plan 3.000 y en unas aguas termales de Potosí o de Oruro. En esos lugares, se me acercó la gente, me reconoció y me manifestó su simpatía y agradecimiento por mi trabajo que, supongo, conocieron por la televisión. Ante esa muestra de gratitud, cariño y atención, me sorprendí. Al igual que muchos de nosotros, inconscientemente yo vivo con estos patrones de los que hablaba en principio. Pero el calor de la gente me hizo ver más allá, me sorprendió y me hizo a la vez sentir una gratitud hacia ella, ya que me estaba regalando algo. Mi gratitud, de pronto, cuando comprendí, se transformó en compromiso. Esas personas jamás iban a ir a la ciudad y mucho menos a pagar 100 pesos, que es lo que cuesta la entrada a mis conciertos en Santa Cruz, o 130 en La Paz. De ahí nace el compromiso de ver cómo hacía para llegar hasta esos pueblos, pues ellos no iban a poder ir a la ciudad. De ahí nace este cambio de paradigma, cuando me di cuenta de que la sensibilidad humana no tiene clase social, religión ni edad. Es ahí cuando empiezo a ver cómo puedo hacer para llegar a otros lugares. Es en esa época cuando se dan mis primeras experiencias en El Alto, por ejemplo, donde, de la mano de El Papirri, que era Oficial de Cultura; y de Paredes, que era Alcalde, fui a tocar, hace unos 15 o 20 años, cuando El Alto tenía un aura de ciudad conflictiva, muy distinta a la de ahora. En Santa Cruz me dijeron: “Oí, te van a caer a pedradas allá. Encima sos camba”. Por supuesto, fueron tonterías. Viví una de las experiencias más increíbles, con un público que jamás imaginé, que celebró la música con vítores y que me trató de una manera con la que me sentí profundamente agradecido. Y así comenzó todo este viaje que me lleva a El Alto, a Plan 3.000, a ciudades más pequeñas, a pueblos a tocar. Busco la vía para llegar, ya sea a través de las alcaldías, grupos de personas o empresas. En algunos casos, como Mairana, ha sido a gente la que se ha dirigido a mí. Ya que yo tocaba en Samaipata, me pidieron que también fuera allá. Allá hay un grupo de amigos liderados por Karina Vera, que se organiza para que yo pueda llegar. También está por ejemplo Vallegrande, a donde llego mediante Juan Pablo Rojas y las familias Vargas Rojas y Rojas Molina, que se hacen cargo de todo. Con este público me siento especialmente agradecido.

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