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  • Diario Digital | martes, 23 de abril de 2024
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Che, un hombre de libros

Che, un hombre de libros



A pocos días de celebrarse los 89 años del natalicio de Ernesto “El Che” Guevara, Claudio Sánchez nos ofrece una exploración por una de las facetas más humanas del guerrillero: la de lector.

En octubre se recordarán los 50 años del asesinato de Ernesto “Che” Guevara en Bolivia. El “guerrillero heroico” -como también se lo conoce- llegó al fin de sus días no en combate, como se supone hubiera querido, sino capturado y asesinado en una escuela de La Higuera, luego de la emboscada en el Yuro.

Cinco décadas después, tenemos tanta información para poder hacer valoraciones de lo que fue la Campaña de Ñancahuazú que resulta urgente revisar otra vez fuentes y hacer una nueva selección de lo que se dijo/escribió. Desde que se supo de su muerte, se operaron infinidad de acciones a favor de desvirtuar la acción guerrillera. Ya lo apuntaba Inti Peredo en su libro Mi campaña junto al Che donde sostiene: “Paralelamente se inició una campaña publicitaria fabulosamente orquestada y sostenida durante largo tiempo, con el objetivo de tratar de disminuir su figura y neutralizar, aunque fuera levemente, el impacto político, militar y emocional que provocaría su aparición dirigiendo la lucha de liberación en algún lugar del mundo.” Este inaccesible documento de uno de los sobrevivientes de la campaña guerrillera fue recientemente reeditado por el Ministerio de Trabajo y su Biblioteca Laboral, una fuente que permite conocer al Che en otra dimensión, aquella que se construye desde el testimonio propio de un compañero de lucha. De esto es precisamente de lo que hablamos, de las fuentes y las valoraciones sobre lo que significó la presencia del Che en Bolivia.

El mundo de los “libros usados” siempre sorprende al lector curioso y en este caso más que una búsqueda puede llamarse una aparición. Fue entonces que gracias al catálogo de Alexis Argüello y su ya famosa labor de librero pude tener acceso a otro documento del cual poco se habla. Se trata de Defensa en Camiri, escrito por Regis Debray, editado en La Paz por Oscar Crespo en 1970. Más allá de los alegatos que despliega Debray, hay aquí un detalle que llama la atención cuando en su defensa el francés sostiene que para ese juicio en Camiri no se ha presentado ni la “centésima parte de la documentación incautada en los depósitos de Ñancahuazú”, más adelante Debray revela de que se trata todo esto: “Esta documentación debe constar, entre otras cosas, de una decena de diarios de guerrilleros, de un registro personal , de libretas de apuntes, de libros, de pasaportes, de docenas de rollos de película, de un manuscrito del Che sobre economía política y Latinoamérica, su última obra completa. Todo lo cual fue llevado a Washington para conocimiento de Deam Rusk, pero no aquí para conocimiento de ustedes”. Aquí Debray, quien enfrentó el juicio en Camiri junto al argentino Ciro Bustos, habla de algunos de los elementos que pudieron encontrarse y hace referencia a los libros. Es en este mismo sentido que el boliviano Carlos Soria Galvarro dedica un capítulo de su libro Andares del Che en Bolivia a la faceta como lector del propio Guevara y la propia biblioteca de la guerrilla, la que habría sido “portátil” y contemplado más de un centenar de libros dispersos en distintos puntos de encuentro y abastecimiento.

En El último lector, Ricardo Piglia dedica al Che y su relación con la lectura todo un capítulo titulado “Ernesto Guevara, rastros de lectura”. Recurriendo a ciertas fotografías tomadas a lo largo de la vida de Guevara hace un recorrido sobre su relación con la lectura. “Hay una foto extraordinaria en la que Guevara está en Bolivia, subido a un árbol, leyendo, en medio de la desolación y la experiencia terrible de la guerrilla perseguida. Se sube a un árbol para aislarse un poco y está ahí, leyendo”. Así se sorprende Piglia con este Che lector, y construye todo un relato de lo que fue para Guevara la literatura, leyendo ahora los propios escritos del Che, sobretodo sus cartas y diarios.

A diferencia de lo que analiza Piglia y enumera Soria Galvarro, los dos testimonios de Peredo y Debray son más bien cuestiones de lo inmediato, de aquello que tiene referencia con la experiencia propia. Peredo sostiene, por ejemplo, que entre lo que el Che llamaba los “bienes materiales” del guerrillero se encontraban los libros. Es por esto mismo que una vez aprisionado luego de la emboscada entre lo poco que lleva consigo se encuentra su Diario de campaña, y otros libros de consulta personal que los tiene sujetos contra su propia humanidad, los lleva consigo junto a su cuerpo, cargando con ellos como si fuera su propia osamenta. Se trata de cinco libros: Crítica de la Economía Política, de Marx; Ensayos sobre las teorías del capitalismo contemporáneo, de Vigotsky; Ils arrivent (Ellos llegan), de Carrell; Geometría analítica, de Philips; e Historia económica de Bolivia, de Luis Peñaloza

Hay mucho por seguir diciendo sobre lo que fue el Che, su proyección sobre el futuro que fue el presente inmediato de toda una generación. Sin embargo, ya se ha dicho mucho sobre él. Tanto, que resulta complicado ahora poder verlo en una única dimensión, es más bien un tiempo para poder celebrar su vida en su multidimensionalidad, aquella que nos permita descubrir un hombre más allá de sus ideas políticas. Si es que acaso algo así pueda hacerse, el Che es él y su acción, en esta relación él es ejemplo, y así como puede empuñar un fusil para luchar por lo que cree puede detenerse y leer en otra lucha que es también una batalla por lo que cree.

Gestor e investigador en cine – [email protected]

“Hay una foto extraordinaria en la que Guevara está en Bolivia, subido a un árbol, leyendo, en medio de la desolación y la experiencia terrible de la guerrilla perseguida. Se sube a un árbol para aislarse un poco y está ahí, leyendo