Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 23:45

Suplementos culturales en extinción

Suplementos culturales en extinción

Un asiduo colaborador de nuestro suplemento busca, en estas líneas, desentrañar las causas que provocan la salida de circulación de publicaciones dedicadas a la difusión cultural.

El hecho: el suplemento cultural LetraSiete murió. Y cada vez hay menos suplementos culturales. Digamos que son como pistoleros del viejo Oeste que, con el sol a sus espaldas, se dirigen a una muerte irremediable y de fondo suena alguna canción de la banda sonora de Ennio Morricone.

Y alguien, que será olvidado, dice: “Un hombre tiene que ser lo que es. No se rompen moldes. Cuando uno ha matado no se puede echar atrás. Equivocado o no, es una marca. Y la marca no se borra, una marca arde. Ve a casa con tu madre y dile que todo está bien. Y ya no hay pistoleros en el valle”. Y nadie aplaude: el silencio es el mayor homenaje.

Salen los créditos y una nota del editor del suplemento: “Esta desaparición del suplemento como tal representaría, además, la pérdida del último suplemento literario propiamente dicho de la prensa de La Paz, corriendo la misma suerte de otros espacios con proyección y relevancia nacional como Presencia Literaria, Textos e Ideas de La Razón o Fondo Negro de La Prensa, que aún hoy –años después de su lamentable cierre– son fuente de consulta y estudio hemerográfico sobre las letras bolivianas”. Una nota lacónica y sobria para la muerte del alguien (tal vez hay enojo y frustración detrás de estas palabras).

Rebobinemos un poco: ¿Por qué se extinguen los suplementos culturales? ¿Quién tiene la culpa? ¿La empresa (el periódico) que es una máquina de ganar dinero (muy probable)?, ¿el público inculto (profano) que sólo busca leer noticias de crónica roja?, ¿la incapacidad del editor o de los columnistas de llegar a sus lectores? ¿Qué se necesita para mantener vivo (o en coma) un suplemento cultural?

Empecemos por esto: toda extinción se debe a no poder adaptarse a los cambios (también por cazadores furtivos que matan por placer, así es el hombre).

Primer motivo: su contenido es hecho por especialistas (no es malo) y para especialistas (el peor error). Para eso están las revistas de divulgación académica. Sólo basta revisar el suplemento cultural de El País (España) para que un editor se dé cuenta que hay formas de llegar a los lectores: uno puede ser leve, pero a la vez profundo (regla que aprendí en Karate Kid).

Segundo motivo: el editor del suplemento cultural es un especialista del collage (por el tiempo, por la esposa o el esposo o por el magro sueldo que recibe). Como debe hacer otras notas (20 o 30 semanales, sin exagerar), además de mantener un suplemento, utiliza su vieja confiable: cortar y pegar.

Uno tiene buena fe y cree que el articulista (con algo de renombre) es periodista de pura cepa, que conoce el valor del ritmo, de los párrafos cortos, de usar palabras sencillas.

Plus: me asusté mucho cuando en una Feria del Libro de la ciudad de La Paz vi en una gigantografía el rostro (en sepia) de un editor de un suplemento cultural (mirando a la eternidad). Estaba cerca de escritores como Wilmer Urrelo, Carlos Mesa (¿?), Verónica Ormachea (¿¿¡!??).

Un editor debería ser alguien invisible, un medio para transmitir de la mejor forma la noticia, siempre estar detrás de todo. Nunca público, pero implacable. Aunque sea triste decirlo: un editor no es un escritor (a menos que seas Seix Barral o Carmen Balcells).

Es cierto que quedan pocos suplementos culturales en Bolivia; que es difícil mantenerlos (a los articulistas no se les paga). Es cierto que los mejores ejemplos están aquí en Cochabamba (tal vez con esto el editor de este suplemento me pague un almuerzo). También es cierto que no depende del medio para sobrevivir, sino de la astucia. O mueres (porque quieres morir, así es el héroe del western) como un pistolero más en estos tiempos de cambio.

Periodista y escritor