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  • Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Michu, el juego de nunca acabar

Michu, el juego de nunca acabar



Homenaje a la artista y educadora francesa Michelle Déchelette, quien residía y trabajaba desde los 80 en Cochabamba, donde falleció el pasado martes.

Es extraño escribir este texto en prosa. Debería ser un verso, 6/8 de ritmo y un mundo de colores. Sin embargo, la presencia de la Michu está fija en todos y todas a quienes nos invitó a este juego que llamamos vida.

Un 6 de junio, la muestra de la vida fue energía que encontró y juntó recuerdos, memorias, artes, risas, lágrimas, nostalgias y presencias. La energía vital de Michelle Déchelette nos encontró en su casa, en esa que empieza en Cochabamba y que iluminó su casa grande, los corazones de sus familias, sus amigos, así los caminos de flores en los mares y lagos de tantos corazones, desde Francia, Suiza, Brasil, Perú, México y donde quiera que la hayamos sentido. Para la Michu, las fronteras estaban demás; el corazón y la energía abiertos al compromiso estético de un mundo de colores.

Mi primer recuerdo de la Mich es cuando junto a Horacio se subían a unos zancos que, por esos días, eran nuestro juguete preferido: esa fascinación por romper el equilibrio buscando nuevas formas, experiencias movidas en un tiempo/sensación fascinante. Esa amistad nacida en los juegos, como la que muchos compartimos, solo puede crecer y reír. Nos encontramos junto a Pachi (Patricia Sejas), el Negro (Álvaro Gómez), el Peluchín (José Luis Castro), la Negrita (Rocío Rivas) y el Queso (Edson Quesada), con la Tere Alem siempre cerca, en la complicidad thunkunera de proponer un cuarto de juegos, un laboratorio pedagógico.

Déchelette regaló mucho. Aportó la materia Expresión y creatividad, en la UCB “San Pablo”, materia fundamental hoy en la formación humana de comunicadores que recuerdan las huellas de esas clases en las que jugaban a aprender. Con La Thunkuna, ese mágico equipo que marcó el caminar thunkunero por el que pasaron y crecieron educadores, niños, niñas, jóvenes, adultos, etc., haciendo del juego la forma de aprender, nos regaló el Libro No libro de La Thunkuna, jugar y sentir para crear.

Pero hablar de la Michu es recordar el “Juego de nunca acabar”, ese maravilloso taller por el que los niños, niñas, adolescentes pasaron y experimentaron la vida. El taller con el calendario de los días esenciales: el día de la risa, día de la flojera, día de reír, etc.; y el colector de frases, esas mágicas hojas que nunca se acaban, donde niños y niñas juegan a escribir ideas y sueños. Las familias de los niños del taller son conocedoras de las conversaciones que derrochaban creatividad cuando una exposición nos mostraba los maravillosos mundos creados en ese mágico rincón de lo posible. Así, los niños - Michu andan por el mundo derrochando colores, ritmos y poesía. Eso se ve en las letras de Renata Arauz y “La casa del pájaro azul”, en nuestro valiente Valen Tin y su quietud que se mueve, en la complicidad de Gunter y en tantos más que siguen jugando.

Escritora, pintora y tamborera, cada encuentro con la Michu te regalaba una sorpresa, esa que siempre empieza con un abrazo. Ella estaba experimentado algo nuevo buscando nuevas imágenes de la vida, imágenes literarias, musicales y de colores. Una “7 oficios” feliz como se define ella misma; pedagoga, pintora, ilustradora, escritora de cuentos y poesía; también bailaba y tocaba percusión por puro placer. Son más de 15 años de juntarnos los viernes en círculos rítmico – musicales desde el Ajayu a la Colón. Son muchos más bailando en la cabeza de la Pachi y sus coreografías. Se ha hecho verso y acorde en las canciones de Analía Abat y Raúl Ibarnegaray.

Caminante que deja huellas en los senderos de la pedagogía y en los atajos silvestres de la escritura, la ilustración y la pintura, su taller de artes gráficas para niños y jóvenes “El juego de nunca acabar” y “La Thunkuna: jugar y sentir para crear” son una muestra de su andar integrando unas artes y otras, cargada de talleres viajeros al país del ser creador que todos tenemos dentro.

La Michu, la que nos empapa a todos con su alma de colores, su corazón con patas, su inmensa capacidad de dar cariño, sus abrazos de oso, esa es ella, la que cambió el rostro y el corazón del arte y la educación en Cochabamba. Trabajó con Martha Giorgis en el área de Teatro del Instituto Laredo, con Bernardo Franck en Hecho a Mano; abrió sus talleres a niños y jóvenes con capacidades especiales.

Pensar a la Michu es llenarse la mente y el corazón de nombres y de rostros. Poner todo en papel es imposible, pero he querido hilar un texto de recuerdos de huellas para que cada quien construya su tejido de memorias de nuestra Michu, la gran mamá que nos prestamos del Horacio Augstburger, del Hiaco y de la Carlita Campero. Gracias por dejarnos compartir y sentirnos una gran familia de todos y todas los que caminamos un trecho por las huellas de la Michu.

Como siempre con la Michu, este texto es colectivo. Está plagado de palabras y sentires prestados y complementados de ella, la Pachi, la Carmenchu, el Horacio, el Valen, la Rocío, la Glo, los Davores y la Tere, y solo puede cerrarse con las palabras de mi Mica: “La Michu es mi mejor maestra”. Un entrañable abrazo a todos y todas los que heredamos el “Juego de nunca acabar”, y esa poderosa frase que nos dejó en el último cierre del taller: “Para que en el mundo sean más los poetas que soldados”.

Michelle Déchelette en el tiempo

Francesa de nacimiento y pedagoga de formación, era también boliviana de corazón y artista de alma, vida y vocación. Vivió en Cochabamba desde 1980, y en nuestros corazones por siempre. Michelle ha trabajado en varios proyectos de educación popular, ha sido directora del Instituto de Formación Femenina Integral (IFFI), docente de la materia Expresión creativa en la Universidad Católica y miembro fundador del colectivo La Thunkuna: jugar y sentir para crear. En 1995, creó el taller de artes gráficas para niños y jóvenes llamado “El juego de nunca acabar”. Como pintora, ha expuesto en varias galerías de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz.

Como ilustradora, ha ganado varios premios nacionales e internacionales. Entre ellos están un galardón por su afiche “El Quijote”, en el concurso del IBBY, Brasil (afiche que participó de la muestra itinerante en la bienal de Bolonia del 2003); el Primer Premio de Texto e Ilustraciones, con el cuento “El juego de nunca acabar”, de la Reforma Educativa (La Paz, 1998); un galardón, por el cuento “Pitipata: de la selva al palacio”, de la Reforma Educativa (La Paz, 1995); el Primer Premio del Concurso de Afiches (IBBY, Bolivia, 1989), por “En el abrazo dulce de un libro amigo”; un premio colectivo a cinco autores por el cuento “El niño que se tragó su sonrisa”, en un certamen del Centro Simón I. Patiño (Cochabamba,1989); y el Primer Premio en el Concurso Nacional de Literatura Infantil por el cuento “El mundo mágico de las letras” (Sociedad Española, Santa Cruz, 1989).

Como autora, ha publicado, complementado e inspirado las obras “Mariposas con alas de papel”; “Máximo 30”, con ilustraciones de Lucía Mayorga Garrido; “Poemas para leer entre líneas o para hacer barquitos de papel”; “Tengo la piel al revés y los sentires en todos los sentidos”; un poemario con obras de Teresa Alem y Analía Abat; varios cuentos con Rosalba Guzmán; “El libro no libro de la Thunkhuna. Jugar y sentir para crear”, con Patricia Sejas (2000); y el cuento “Dinoelegiragónalado”.

Comunicador - [email protected]