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  • Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Cannes o el cine más allá de las películas

Cannes o el cine más allá de las películas



Un vistazo a las controversias que han precedido y aún acompañan el desarrollo del prestigioso festival francés, que arrancó el pasado miércoles y se extenderá hasta el domingo 28, con la entrega de la Palma de Oro.

No es secreto que las películas no siempre ocupan el foco de atención del Festival de Cannes, la mayor cita cinematográfica mundial que por estos días celebra su edición número 70. El evento de la Costa Azul puede ser, a la vez, la capital del cine de autor, la más glamurosa alfombra roja de la elite hollywoodense, un privilegiado mirador del estado de las cosas en el mundo y el mayor mercado de cintas que se conozca. De ahí que no debiera sorprender que en los días previos al festival e incluso en sus primeras jornadas (incluida la indeclinable toma de posición de Pedro Almodóvar, presidente del jurado de la competencia oficial), Cannes haya detonado más titulares por su enfrentamiento con Netflix que por la seductora programación de sus diferentes secciones y muestras paralelas. Y es que el festival comandado por Terry Frémaux sabe bien que el cine no se reduce a las películas y que, en consecuencia, una cita como Cannes no se acaba en su grilla ni mucho menos. De hecho, no son pocas las voces expertas que sostienen que Cannes hace ya tiempo ha dejado de ser la plataforma más codiciada del cine con pretensión artística, habiendo sido desplazado por festivales más arriesgados como Locarno o la propia Berlinale. Algo mínimamente rebatible o matizable, si tenemos en cuenta, por ejemplo, que las dos cintas que fueron aclamadas por la crítica como las mejores de 2016, la alemana Toni Erdmann (Maren Ade) y la francesa Elle (Paul Verhoeven), pasaron por la competencia oficial de la pasada edición de Cannes, aunque sin mayor pena ni gloria a la hora de la premiación.

Como fuere, lo cierto es que aun sin reunir o premiar a los filmes y autores más rompedores de la cinematografía mundial, si en algo no falla Cannes es en poner en el tapete de discusión uno o más asuntos que hacen al presente y futuro del cine. No sería osado pensar en Cannes también como una fábrica de polémica y de escándalos en torno a películas y al cine en general. Y a falta del bueno de Lars von Trier, siempre tan dado a detonar controversias dentro y fuera de sus cintas, pero proscrito desde 2011 tras sus bromas afines a Hitler, el terreno ha quedado a merced de otros revoltosos y estridencias. Lo dice mejor el propio Frémaux: “Cannes es, al mismo nivel que un templo del glamour y el mercado más floreciente del mundo, la más bella tierra del cine. Y no lo sería tanto si no fuera también un lugar de grandes disputas y fuertes estruendos”.

Una disputa estruendosa es lo que, justamente, ha desatado Cannes al polemizar con Netflix, el gigante del servicio de audiovisuales bajo demanda en plataformas digitales. Atendiendo al reclamo de los poderosos y conservadores exhibidores franceses, el festival ha debido anunciar un cambio de reglas para sus próximas ediciones, luego de haber incluido en su sección competitiva oficial de este año dos películas producidas por Netflix, la coreana Okja (Bong Jong-hoo) y la estadounidense The Meyerowitz Stories (Noah Baumbach), que se estrenarían comercialmente en plataformas digitales y ya no en salas tradicionales. Más allá de hablar de las exquisiteces esnobistas que tan bien distinguen a los cinéfilos franceses, la controversia revela que la disputa entre el modelo más tradicional de negocios del cine (sostenido en el consumo en salas) y el creciente modelo de servicios bajo demanda (abocado al consumo doméstico en soportes pequeños y móviles) está enfrentando uno de sus momentos más candentes. No es poco lo que se juega; se trata básicamente de moldear el sistema que ha de regir la gestión de uno de los pilares de la industria cinematográfica mundial: el consumo de películas que, históricamente y aun ahora, ha estado directamente asociado a la taquilla.

A esta controversia Cannes 2017 ha adicionado otras menores y hasta reincidentes. Una de ellas es la crónica ausencia de cineastas mujeres, pues, por poner un dato, este año la competencia oficial acoge a solo tres de un total de 18 postulantes a la Palma de Oro: Naomi Kawase, Sofia Coppola y Lynne Ramsay. Otra es la ambigua presencia de la industria televisiva, considerada un epicentro de la creatividad audiovisual de los últimos años, pero cuya cualidad cinematográfica no es del todo reconocida por el festival, habiéndose programado fuera de competencia los primeros episodios de las más recientes criaturas para televisión de David Lynch (la esperada nueva temporada de Twin Peaks) y de Jane Campion (Tom of the Girl: China Girl), dos caseros de Cannes. Y más cercana a nosotros es la ausencia de cintas iberoamericanas en la sección oficial y su escasa participación en otras secciones y muestras paralelas.

De lo otro, de las películas, de las muy esperadas dos nuevas cintas de Hong Sang-soo (una en competencia), del filme con el que Haneke podría hacer historia llevándose una eventual tercera Palma de Oro, del desembarco gringo en la Costa Azul (con Todd Haynes, Coppola y Baumbach a la cabeza), del paso de Godard de director a personaje de filmes (Le redoutable, de Hazanavicius), de la vuelta de la Kawase a la sección oficial y de tantas otras obras, algunas de las cuales ya estrenadas en el festival que concluirá con su palmarés el siguiente domingo, habrá oportunidad de hablar y polemizar más adelante. Por lo pronto, Cannes ha cumplido con ponernos a hablar una vez más de cine, que no necesariamente de películas.

Periodista – [email protected]