Opinión Bolivia

  • Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
  • Actualizado 00:15

Parados sobre los hombros de Twin Peaks

Parados sobre los hombros de Twin Peaks



Sobre la tercera y nueva temporada de la clásica serie del director estadounidense David Lynch, estrenada a inicios de los 90, que se lanzará en el Festival de Cannes.

“¿Sabes de dónde vienen los sueños? Neuronas de acetilcolina disparan impulsos de alto voltaje al lóbulo frontal. Estos impulsos se vuelven imágenes y las imágenes se vuelven sueños. Pero nadie sabe por qué elegimos estas imágenes en particular”. Eso le dice el agente Cooper a su lugarteniente, el buen sheriff Harry Truman. Y mientras el agente Cooper derrama sapiencia en busca del asesino de Laura Palmer, yo me quedo rebotando entre una y otra frase del agente: “¿De dónde vienen los sueños?”.

Tengo extraños recuerdos viendo Twin Peaks de niño con mi familia, después de la cena de los domingos. Mientras la veía, tenía la sensación de que estaba viendo algo que no debería. Era muy rara y perturbadora para mi edad. La escena en la que el padre de Laura estrella la cabeza de Maddy en el espejo y luego aparece manejando su auto con ella en la cajuela… ¡Carajo! Fue la escena más brutal que haya visto hasta entonces. Se cagaron en el horario de protección al menor. Al final nos quedamos a escondidas con mi hermana sintonizando los sábados siguientes el mismo canal, que repetía la serie una hora más tarde. Fue una experiencia indeleble, radical.

Twin Peaks es un pueblo tranquilo en la frontera con Canadá. El asesinato de Laura Palmer aparece como elemento perturbador de dicha calma, y la investigación —la intrusión del agente Cooper— permitirá develar lo que esa calma aparenta, un pueblo chico y un infierno grande. En ese infierno, un crimen violento terminará con la vida de la princesa del colegio, y se irá deformando la confusa telaraña de sexo clandestino, violencia y horror que envuelve a la población.

Sobre todo en la primera temporada, las situaciones son magistrales, el humor es perverso, la introspección a la que se somete cada personaje es extrema y dramática —casi melodramática—, profunda. La pregunta de la gente pasa rápidamente de “¿Quién mató a Laura Palmer?” a “¿Qué está pasando aquí?”. La música es extraña y bella, los perfiles son estereotipados, los personajes son rebeldes y curiosos. Lo cotidiano se vuelve vulgar y ordinario, lo anodino se trastoca en complejo. La superficialidad de una vida se transforma en una interrogante sobre la existencia. Engaños, celos, ambiciones, chantajes, corrupción, sexo, droga y diálogos muy inteligentes componen esa sinfonía de suspenso llamada Twin Peaks.

Nadie había usado la televisión como un vehículo de exploración para mirar de cerca esos delicados ecosistemas que llamamos sociedad, individuo o psique, en el horario estelar. Con una especialidad de cirujano para explorar los mecanismos del inconsciente y el sueño, a través de escenas imborrables y una complejidad narrativa cinematográfica hasta entonces reservada para la gran pantalla, David Lynch convirtió a Twin Peaks en un clásico del relato audiovisual de nuestro tiempo. Y el estreno de la tercera temporada este 25 de mayo, ¡después de 25 años!, es todo un acontecimiento, un hito en la historia de la televisión. Para aquel lector incauto que no sabe de qué estoy hablando —no está demás aclararlo (los marcianos existen)—, Twin Peaks fue el big bang de todo el asunto, el punto de inflexión en la historia de la Tv.

Y aunque a la factoría HBO y compañía le haya tomado algo más de una década darse cuenta, y poner los ojos otra vez en la televisión como formato innovador, el estreno de Twin Peaks —en el fondo— es una celebración de ese momento, de esa revolución. Toda forma artística relevante rompe con los estándares de su tiempo, por eso es apreciada años más tarde. Breaking Bad, Game of Thrones, True Detective, Fargo y Mr. Robot confirman esa apreciación.

En el capítulo final de la segunda temporada de Twin Peaks, en uno de esos bizarros sueños del agente Copper en el cuarto rojo, ese cuarto rojo imposible de olvidar, Laura se acerca al agente y le dice al oído: “Te volveré a ver en 25 años”. ¿Cómo ha cambiado la televisión en 25 años? Es innegable que hoy se ha robado lo mejor del gran cine. La televisión se ha quitado tabúes, límites y más. Ha producido obras audaces e incisivas al nivel de la alta literatura.

Los Soprano, sin ir lejos, es una obra compleja y acabada, un drama familiar con personajes shakesperianos que nada tiene que envidiar a la saga de El Padrino de Coppola o a las historias de mafiosos de Scorsese en el cine. Está también Six Feet Under, dura y realista, la cumbre del existencialismo en la pantalla chica. Y, si Los Soprano es Shakespeare, la perfecta The Wire es Dostoyevski. Si no, ¿de dónde sale ese personaje callejero que se llama “Burbujas”? Y, claro, Mad Men es un retrato hablado de nuestra sociedad. Cuando uno ve estas historias, las experimenta de otra manera, son obras que trabajan con una libertad y estilo únicos, y todo eso hubiera sido imposible sin la influencia de Lynch hace 25 años en la televisión y principalmente en el cine, abriendo espacios para la experimentación y el relato audiovisual.

El fracaso comercial de la segunda temporada de Twin Peaks no eclipsó el ascenso de Lynch como artista de culto a estrella de multitudes. Sus películas han tenido un impacto trascendental en el cine moderno, no solo en el tratamiento escénico, sino también en los personajes. Y sí, hay que decirlo, sus producciones han gozado más de la crítica que del aplauso del público, pero cuando uno experimenta en el cine a Tarantino, a Paul Thomas Anderson, a Wes Anderson o a los hermanos Coen, está viendo la influencia de Lynch, está viendo cine de autor, artistas de la imagen en movimiento actuando en libertad, una libertad a la que Lynch contribuyó para que sea tal.

Maestro de la provocación, siniestro alquimista de los sueños, maldito y cosmopolita, deforme poeta visual, surrealista moderno de retorcido humor negro y una incansable curiosidad por lo paranormal. Es un festín ver a un artista valiente volver a trabajar a toda potencia. Hay algo en eso que, en verdad, conmueve el alma.

Comunicador y realizador audiovisual - [email protected]